
El Parlamento italiano convirtió en ley un decreto de Giorgia Meloni que corta de raíz el acceso a la ciudadanía italiana por descendencia. Solo se reconocerá el derecho a nietos con abuelos nacidos en Italia. El ajuste identitario amenaza a millones de latinoamericanos con herencia italiana.
En Orsai // Miercoles 21 de mayo de 2025 | 08:41
La ultraderecha italiana avanza en su ofensiva contra los derechos históricos de los descendientes de inmigrantes. Con el aval del Parlamento, el gobierno de Giorgia Meloni oficializó una drástica limitación al derecho a la ciudadanía italiana por la vía del ius sanguinis. En adelante, solo los nietos cuyos abuelos hayan nacido efectivamente en suelo italiano podrán acceder a la nacionalidad. En Rosario y otras ciudades con fuerte raíz italiana, la medida cayó como un mazazo. Mientras crecen las denuncias por saturación de turnos, trámites congelados y discriminación consular, desde la oposición italiana ya se anuncia una batalla judicial para declarar la ley inconstitucional.
Italia decidió dar un portazo a sus hijos del exilio. En una jugada que lleva la firma personalísima de Giorgia Meloni, el Parlamento aprobó una ley que restringe severamente el derecho a la ciudadanía por descendencia. La medida impacta de lleno en América Latina, donde millones de familias con ancestros italianos mantenían viva la expectativa de recuperar su nacionalidad. Rosario, con una de las mayores comunidades ítalo-argentinas del país, siente el golpe como un acto de desarraigo institucionalizado.
El decreto transformado en ley reduce el alcance del histórico principio del ius sanguinis, piedra angular de la nacionalidad italiana desde fines del siglo XIX. Hasta ahora, cualquier descendiente, sin importar cuántas generaciones atrás se remontara su linaje, podía iniciar el trámite de ciudadanía. Ya no. Con la nueva norma, sólo podrán acceder quienes acrediten ser nietos de personas nacidas en Italia. Así, los bisnietos, tataranietos y generaciones posteriores quedan automáticamente excluidos. El derecho se vuelve privilegio. La sangre, requisito de pureza.
La excusa oficial es la “saturación del sistema consular” y la “necesidad de orden”. Pero el trasfondo ideológico es otro: una Italia gobernada por la ultraderecha quiere cortar el cordón umbilical con sus migrantes del pasado. “La ciudadanía no es un supermercado”, repitieron en Roma los voceros de Meloni. El mensaje es claro: no quieren más latinoamericanos con pasaporte europeo.
En diálogo con LT8 Rosario, el diputado ítalo-argentino Franco Tirelli fue tajante: “Esto es como si para frenar la corrupción en un hospital decidieran cerrarlo. No atacan los abusos, atacan los derechos”. Tirelli votó en contra de la ley y anticipó que impulsará una presentación ante la Corte Constitucional para declararla inválida.
La nueva ley establece que:
Solo los nietos mayores de edad con un abuelo nacido en Italia podrán tramitar la ciudadanía.
Los menores de edad podrán ser inscriptos hasta el 31 de mayo de 2026, pero solo si uno de los padres tiene ciudadanía italiana “por nacimiento”.
Quienes presenten la carpeta antes del 27 de marzo de 2025, se regirán por la legislación anterior.
A esto se suma una catarata de tecnicismos, ambigüedades y zonas grises que ya están generando caos en los consulados. “Presenté los papeles en octubre de 2023 y me dijeron que en dos años estaría listo. ¿Ahora qué hago?”, se preguntaba un oyente. Otros denuncian haber esperado más de una década por un turno que nunca llega.
Los consulados, lejos de dar certezas, reproducen la incertidumbre. “Hay turnos para agosto, pero nadie garantiza que se respete el régimen anterior. Los gestores cobran fortunas. El sistema es oscuro y elitista”, se quejan desde Rosario, donde los trámites consulares son una odisea burocrática sin fin.
¿Había abusos? Sí, pero no en los trámites. Lo que había era desesperación. La venta de turnos, el negocio de los gestores y la peregrinación a pequeñas comunas del sur italiano para radicarse ficticiamente durante dos años, eran síntomas de un sistema colapsado por falta de voluntad política. “Lo que hicieron fue castigar a los usuarios en lugar de mejorar el servicio”, sentenció Tirelli.
Meloni no combate fraudes. Combate derechos. Su gobierno busca redefinir la italianidad como un club cerrado de blancos, católicos y europeos. América Latina, con sus raíces mezcladas, representa una amenaza a esa visión reaccionaria. La sangre italiana de un argentino no les parece suficientemente italiana. No les alcanza con el linaje. Quieren pureza territorial.
Frente a este cierre identitario, la única vía legal será litigar. La oposición intentará llevar el caso a la Corte Constitucional, que tiene la potestad de anular o reformar leyes del Parlamento. “Vamos a dar la batalla en los tribunales”, afirmó Tirelli. Pero los tiempos judiciales no coinciden con los biológicos: miles de personas quedarán afuera del sistema antes de que haya una resolución.
Mientras tanto, la comunidad italiana en Argentina deberá moverse con urgencia. Las carpetas deben presentarse antes del 27 de marzo de 2025 para entrar en la vieja normativa. Los hijos menores deberán ser inscriptos antes de mayo de 2026. Y quienes planeaban viajar a Italia para gestionar la ciudadanía in situ deberán prepararse para residir legalmente dos años en una comuna y demostrar permanencia real. Un obstáculo económico que convierte la ciudadanía en un lujo.
Lo más grave no es lo administrativo. Es lo simbólico. La ley corta un lazo cultural profundo entre Italia y América Latina. Niega la identidad a millones de personas que se sienten tan italianas como argentinas, mexicanas o colombianas. No es sólo un trámite. Es una amputación.
Y lo hace en nombre del ajuste, de la seguridad, del orden… los mismos eufemismos con los que se recortan derechos sociales, se privatizan servicios y se disciplinan cuerpos. El recorte de la ciudadanía no es un hecho aislado. Es parte de una ofensiva global contra la idea de comunidad ampliada, de memoria compartida, de herencia popular.
Italia se cierra sobre sí misma. Pero también se olvida de sí misma. Porque fue esa misma Italia la que parió millones de hijos que cruzaron el océano con una valija y una carta de la nonna. Hoy, a sus nietos, les dicen que no son lo suficientemente italianos. Que no merecen volver.