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¿Por qué el plan económico de Javier Milei genera más pobreza? Te explicamos las causas

El plan económico de Javier Milei, que se enmarca en una serie de reformas ultraliberales que están generando tal como lo indicó el INDEC más pobreza en Argentina. Esto se debe a una combinación de factores estructurales y decisiones políticas que afectan negativamente a los sectores más vulnerables de la población. A continuación, se analizan algunas de las principales razones detrás de este aumento de la pobreza bajo su gestión.

¿Por qué el plan económico de Javier Milei genera más pobreza? Te explicamos las causas

Walter Onorato // Viernes 27 de septiembre de 2024 | 06:30

1. Ajuste fiscal extremo y recortes en políticas sociales

Uno de los pilares del plan económico de Milei es la reducción del déficit fiscal a través de un severo ajuste en el gasto público. Esto incluye recortes drásticos en programas sociales, subsidios y salarios del sector público. Si bien este enfoque busca estabilizar las cuentas públicas, tiene consecuencias directas sobre la población más vulnerable, que depende en gran medida de estos programas para sobrevivir.

La reducción de programas sociales como "Potenciar Trabajo", junto con el ajuste en áreas clave como educación y salud, afecta a millones de argentinos que se encuentran en situaciones precarias. Los sectores más golpeados son aquellos que ya se encuentran por debajo de la línea de pobreza y que, al perder acceso a estos recursos, caen en una pobreza aún más profunda.

El ajuste fiscal propuesto por el gobierno de Milei tiene como objetivo primordial reducir el déficit público mediante recortes profundos en el gasto estatal. La racionalización del gasto, según sus defensores, busca equilibrar las cuentas públicas y generar confianza en los mercados financieros, mejorando así las condiciones para atraer inversiones y reactivar la economía. Sin embargo, este enfoque ha demostrado ser altamente desbalanceado y socialmente regresivo.

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El problema con este tipo de ajuste es que, lejos de apuntar hacia una reestructuración más justa y equitativa del Estado, ataca a los sectores más desprotegidos. Se priorizan los intereses del capital financiero y las clases empresariales por encima de las necesidades básicas de la ciudadanía. Las políticas de austeridad fiscal históricamente han mostrado tener consecuencias devastadoras para los sectores de bajos ingresos, ya que reducen la capacidad del Estado para brindar servicios esenciales y sostener los programas de transferencia de ingresos.

La reducción drástica o eliminación de políticas sociales, como los subsidios a los servicios públicos, la asistencia directa a los sectores más pobres y los programas de empleo fueron medidas, vendidas como un esfuerzo por "reducir el gasto ineficiente", cuando en realidad condenan a millones de personas a una mayor precarización y pobreza.

La eliminación de subsidios a servicios básicos como la luz, el gas y el transporte ha disparado el costo de vida de los hogares más pobres, quienes ya destinan una proporción significativa de sus ingresos a cubrir necesidades básicas. Además, la desfinanciación de programas de transferencia directa de ingresos, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), ha empeorado aún más la situación. Este tipo de recortes generan un efecto dominó: las familias no solo ven disminuido su poder adquisitivo, sino que también enfrentan mayores dificultades para acceder a servicios esenciales como la salud, la educación y la alimentación.

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2. Inflación y megadevaluación

Otra medida clave del plan económico de Milei ha sido la eliminación del control de cambios y la devaluación del peso argentino. Si bien estas acciones buscan fomentar la competitividad exportadora y corregir los desequilibrios macroeconómicos, en el corto plazo han generado una aceleración de la inflación. Este aumento en los precios, especialmente en alimentos y bienes esenciales, impacta directamente en la capacidad de compra de los sectores más desfavorecidos.

En un contexto de salarios estancados o en caída, la inflación actúa como un impuesto regresivo que afecta desproporcionadamente a los pobres. A pesar de las promesas de una "estabilización" a largo plazo, el impacto inmediato de estas políticas es una pérdida significativa del poder adquisitivo de las familias argentinas, lo que contribuye al aumento de la pobreza.

Por otro lado, digamos que la inflación en Argentina, se ha visto exacerbada bajo el gobierno de Milei. La apuesta de su equipo económico por una política monetaria de corte libertario —que incluye la reducción del gasto público, la eliminación de subsidios y un desmantelamiento gradual del Banco Central— no ha conseguido frenar la escalada inflacionaria. De hecho, estas políticas han empeorado la situación al eliminar barreras de contención, dejando a las familias expuestas a precios cada vez más altos sin una respuesta efectiva del Estado.

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El aumento constante de los precios, especialmente en alimentos y productos básicos, ha tenido un impacto devastador en los sectores de menores ingresos. En un país donde una gran parte de la población ya destina la mayor parte de su salario a la compra de bienes esenciales, la inflación actúa como un impuesto regresivo, afectando desproporcionadamente a los más pobres. Mientras que la inflación es un fenómeno común en economías desestabilizadas, el problema en Argentina es que los salarios y los ingresos de los hogares no crecen al mismo ritmo que los precios.

Bajo una desacertada lógica, el gobierno de Milei, se busca achicar el Estado y dejar que el mercado ajuste naturalmente las distorsiones, lo que en la práctica ha generado una pérdida de poder adquisitivo sin precedentes. Sin un marco regulatorio estatal que pueda intervenir para estabilizar precios o controlar la especulación en sectores clave, la inflación ha seguido su curso, empujando a miles de personas bajo la línea de pobreza mes a mes.

El segundo factor clave de este ítem es la megadevaluación del peso argentino, que ha disparado aún más la inflación y ha agravado la crisis económica. Milei ha promovido la idea de una dolarización total de la economía argentina como solución para frenar la inflación. Sin embargo, antes de llegar a ese punto, su gobierno ha provocado una devaluación masiva del peso en un intento de reducir el déficit fiscal, mejorar la competitividad exportadora y "alinear" el valor de la moneda con su realidad de mercado.

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Esta decisión ha tenido consecuencias nefastas. La devaluación del peso ha encarecido rápidamente todos los productos y servicios que dependen de insumos importados o que están dolarizados, lo que en un país con una economía altamente dependiente del dólar, ha golpeado directamente a los precios de consumo básico. Desde alimentos hasta combustibles, todos los costos han subido de manera desproporcionada.

La megadevaluación ha sido particularmente dañina para los sectores asalariados y trabajadores informales, cuyas remuneraciones, ya erosionadas por la inflación, han perdido aún más valor frente a una moneda local devaluada. La capacidad adquisitiva de los salarios en pesos se ha desplomado, empujando a millones de personas a la pobreza y la indigencia en un plazo extremadamente corto.

En definitiva, el fenómeno de la inflación y la devaluación crea una espiral económica descendente difícil de frenar. La devaluación empuja los precios hacia arriba, lo que, a su vez, provoca más inflación, y en respuesta, el gobierno se ve obligado a aplicar nuevos ajustes que incrementan la precarización. A falta de políticas de control de precios o intervenciones estatales, los actores del mercado ajustan sus costos preventivamente frente a la expectativa de más devaluaciones futuras, lo que acelera el ciclo inflacionario.

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Además, el proceso de dolarización impulsado por Milei ha generado aún más incertidumbre en los mercados financieros y en los ahorros de las personas. La falta de un plan claro y coherente sobre cómo implementar dicha dolarización ha aumentado la fuga de capitales y la desconfianza en la estabilidad económica, agravando la presión sobre el peso y empeorando la situación inflacionaria.

 

3. Falta de un plan de crecimiento inclusivo

El enfoque del plan de Milei se centra principalmente en equilibrar las cuentas macroeconómicas, sin una visión clara de un modelo de crecimiento inclusivo que genere empleo y oportunidades para las clases más bajas. Su insistencia en una economía abierta y sin restricciones a la intervención estatal puede beneficiar a los sectores más dinámicos y competitivos de la economía, como el agroexportador, pero deja a gran parte de la población fuera de los beneficios del crecimiento.

Además, las políticas de Milei no contemplan medidas efectivas para proteger a los trabajadores del sector informal, que constituyen un porcentaje significativo de la fuerza laboral en Argentina. Sin un sistema de protección social robusto, el crecimiento económico que pueda generarse a partir de estas reformas no llegará a las capas más bajas de la sociedad, perpetuando e incluso incrementando los niveles de pobreza.

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La economía bajo la administración de Milei ha sido diseñada bajo los preceptos desquiciados de un liberalismo económico extremo, que se basa en la idea de que la desregulación y la apertura total al mercado son las claves para un crecimiento económico sostenido. El problema central de este enfoque es que, si bien puede generar crecimiento en ciertos sectores, como el financiero o el agroexportador, no contempla mecanismos para que los beneficios lleguen a los sectores más desfavorecidos.

La falta de políticas redistributivas, como una reforma fiscal progresiva o la promoción activa del empleo formal, hace que el crecimiento económico solo beneficie a los sectores más concentrados de la economía, dejando a amplias franjas de la población fuera de la ecuación. Al priorizar la desregulación del mercado laboral, por ejemplo, se genera un ambiente propicio para la precarización del trabajo, donde los derechos laborales se ven debilitados y el empleo formal disminuye.

Es una realidad, el mercado libre es una trampa que genera exclusión y precarización. Sólo los ingenuos o los mal intencionados creen en él. Como sabemos, la confianza de Milei en el libre mercado como la solución a todos los problemas económicos desatiende la realidad de la desigualdad estructural en Argentina. El modelo económico que promueve genera beneficios para un pequeño grupo de empresas y sectores concentrados, mientras los más vulnerables quedan al margen. Sin políticas públicas activas que favorezcan la inclusión laboral, la formalización de la economía o el acceso a capitales para pequeñas y medianas empresas, el crecimiento que se pueda lograr queda fuertemente concentrado en las elites económicas.

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En lugar de crear un ambiente donde todos los sectores puedan beneficiarse del desarrollo económico, la falta de intervención estatal para garantizar la igualdad de oportunidades y una distribución justa de la riqueza hace que los sectores más desfavorecidos caigan en una espiral de pobreza. Las desigualdades de acceso a la educación, la salud y el empleo se profundizan, ya que no hay políticas destinadas a corregir las disparidades existentes.

A esto debe sumarse las privatizaciones y el debilitamiento de los servicios públicos. Uno de los pilares del plan económico de Milei ha sido el desmantelamiento del Estado mediante la privatización de servicios públicos y la eliminación de subsidios. Esta política ha empeorado las condiciones de vida de los sectores más pobres, quienes dependen en gran medida de los servicios públicos para acceder a necesidades básicas como la salud, la educación y los servicios de infraestructura.

Al privatizar servicios esenciales y desfinanciar áreas estratégicas como la educación pública y la salud, el gobierno de Milei está garantizando que estos sectores se vuelvan inaccesibles para gran parte de la población. Los más ricos pueden pagar por servicios privados, pero los sectores de menores ingresos no pueden costear el acceso a servicios que antes eran provistos por el Estado. Esto no solo aumenta la desigualdad, sino que agrava la pobreza, ya que muchas personas se ven obligadas a gastar una mayor proporción de sus ingresos en servicios que antes eran gratuitos o subsidiados.

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Sus seguidores han creído en el mito de un Milei intelectual con las agallas suficientes para llevar adelante una transformación histórica de la economía nacional. Sin embargo, día a día vamos aseverando su ignorancia y falta de capacidad en materia económica. La ausencia de un plan de crecimiento inclusivo, por tanto, no solo implica que las personas de bajos ingresos no participen de los beneficios del crecimiento económico, sino que además se ven expulsadas del sistema al no poder costear servicios esenciales que antes dependían del Estado.

Sumemos a lo anterior la existencia de una crisis del empleo y la informalidad que este gobierno acrecentó.  Uno de los efectos más devastadores de la falta de un plan inclusivo es la precarización del empleo. El gobierno de Milei ha impulsado la desregulación del mercado laboral y una mayor flexibilidad en las condiciones de contratación, lo que ha generado un aumento significativo de la informalidad y el empleo en condiciones de extrema precariedad. La falta de un proyecto de desarrollo industrial o de políticas activas de fomento al empleo ha dejado a millones de trabajadores expuestos a la informalidad o a condiciones laborales con escasa protección social.

El trabajo informal, que ya es un problema estructural en Argentina, ha crecido exponencialmente bajo este gobierno, con millones de personas sin acceso a derechos laborales básicos como aguinaldo, vacaciones pagas, seguridad social y jubilación. Esto implica no solo una pérdida de poder adquisitivo, sino también una falta de estabilidad laboral que agrava aún más la situación de pobreza estructural.

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El crecimiento económico sin generación de empleo formal y de calidad es uno de los síntomas más claros de la falta de un plan inclusivo. Si el gobierno no impulsa políticas de empleo que beneficien a todos los sectores de la población, los efectos del crecimiento económico, si es que los hay, solo se concentran en una pequeña élite. La falta de acceso al empleo formal condena a millones de argentinos a depender de trabajos temporales, mal remunerados y sin ningún tipo de protección legal.

Otro aspecto central de la falta de un plan de crecimiento inclusivo es el abandono de las economías regionales. Las políticas de Milei están fuertemente concentradas en los sectores más productivos de la economía, como el agroexportador, y no contemplan medidas que favorezcan el desarrollo de las economías en el interior del país o en las zonas más marginadas.

El centralismo económico que promueve Milei genera un crecimiento desequilibrado, donde las zonas más desarrolladas, como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la región pampeana, concentran la mayoría de los beneficios del crecimiento, mientras que las provincias del norte y el sur del país continúan en una situación de abandono. Las economías regionales, dependientes del sector primario y fuertemente castigadas por la falta de infraestructura y apoyo estatal, no tienen las herramientas necesarias para competir en un mercado totalmente desregulado.

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La falta de inversión en infraestructura y en proyectos productivos en las regiones más postergadas del país profundiza la desigualdad territorial, empujando a las provincias menos desarrolladas a una situación de mayor pobreza y dependencia del mercado informal.

 

4. Reducción de los salarios reales y aumento del desempleo

El ajuste fiscal como ya mencionamos en repetidas ocasiones, ha llevado a una reducción de los salarios reales en el sector público, mientras que la política económica en general ha generado incertidumbre en el sector privado, lo que ha frenado las inversiones y, por ende, la creación de empleos. El desempleo ha aumentado desde que Milei asumió la presidencia, y muchos de los nuevos puestos de trabajo que se han generado son informales o de baja calidad, con salarios que no permiten cubrir las necesidades básicas.

Este deterioro en el mercado laboral se traduce en un aumento de la pobreza, ya que muchas familias dependen de uno o dos salarios para subsistir. En un entorno inflacionario, la pérdida de empleo o la caída de los salarios significa que más personas caen por debajo de la línea de pobreza.

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El aumento del desempleo y la reducción de los salarios reales generan un círculo vicioso en el que los sectores más vulnerables de la población quedan atrapados. A medida que las personas pierden sus empleos o ven sus salarios erosionados por la inflación, su capacidad de consumo disminuye, lo que afecta el crecimiento de la economía en su conjunto. Este menor consumo reduce la demanda de productos y servicios, lo que, a su vez, provoca más despidos y mayor precarización del empleo.

Este ciclo de desempleo, precarización y pobreza se ha profundizado bajo el gobierno de Milei, ya que no existe un plan de empleo formal que permita una salida de esta situación. La falta de políticas activas para fomentar el trabajo digno y la reducción de las protecciones sociales ha dejado a millones de argentinos sin una salida clara de la pobreza estructural en la que se encuentran.

Uno de los grandes déficits del plan económico de Milei es la falta de un plan claro para la recuperación salarial. En lugar de implementar políticas que permitan a los trabajadores mejorar sus ingresos y recuperar el poder adquisitivo perdido, el gobierno ha dejado que el mercado regule los salarios, con el argumento de que el ajuste traerá estabilidad en el largo plazo.

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Sin embargo, esta postura ha generado un deterioro continuo de los ingresos, sin perspectivas de recuperación a corto plazo. La falta de intervención estatal para actualizar los salarios de acuerdo con la inflación ha hecho que los trabajadores, especialmente los del sector público y los sectores más bajos del mercado laboral, vean sus ingresos reducidos a niveles críticos.

La reducción de los salarios reales y el aumento del desempleo bajo el plan económico de Javier Milei han sido dos de las principales causas del incremento de la pobreza en Argentina. La combinación de una política de ajuste extremo, la desregulación del mercado laboral y la eliminación de subsidios ha generado una precarización masiva del empleo, la caída del poder adquisitivo y el aumento de la desocupación. Estas condiciones han empujado a millones de personas a la pobreza, sin que el gobierno ofrezca soluciones claras para mejorar la situación. La falta de un plan de recuperación salarial y empleo formal continúa agravando la crisis social y económica en el país.

 

5. Eliminación de controles de precios

Milei ha rechazado abiertamente cualquier tipo de intervención estatal en la economía, incluyendo los controles de precios. Esto ha permitido que los precios de los alimentos y otros bienes esenciales se disparen sin restricciones. Mientras que los sectores productivos pueden beneficiarse de un mercado sin regulaciones, la eliminación de estos controles ha empeorado la situación para las clases populares, que ven cómo sus ingresos se erosionan día a día.

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Sin controles efectivos, las empresas pueden ajustar sus precios al ritmo de la inflación o la devaluación, mientras que los salarios y las ayudas sociales no logran seguir ese ritmo, lo que deja a millones de argentinos en una situación de vulnerabilidad económica extrema.

La eliminación de controles de precios es una de las políticas más controvertidas del plan económico de Javier Milei y ha jugado un papel crucial en el aumento de la pobreza en Argentina. La decisión de desmantelar los mecanismos de regulación estatal sobre los precios de productos esenciales ha desencadenado un proceso de especulación y aumento de costos, que afecta desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la población. Sin controles que limiten los aumentos injustificados de precios, los alimentos, medicamentos y otros bienes de primera necesidad se han vuelto inaccesibles para millones de argentinos, agravando la pobreza y la desigualdad.

El enfoque de Milei hacia los controles de precios responde a su visión ultraliberal de la economía, donde el mercado libre es la solución a los problemas económicos. Bajo esta lógica, cualquier intervención estatal es vista como una distorsión que impide el "correcto" funcionamiento de la oferta y la demanda. Según esta visión, los controles de precios frenan la producción y la competencia, generando escasez y desincentivando a los empresarios a invertir y producir más. Así, Milei sostiene que la eliminación de los controles de precios permitirá a los mercados autorregularse, generando una mayor oferta y competencia, lo que a su vez llevaría a una disminución de los precios en el largo plazo.

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Sin embargo, esta teoría no se ha materializado en la práctica. Lejos de beneficiar a la población, la eliminación de los controles ha resultado en aumentos desmedidos de precios en sectores clave, especialmente en productos de primera necesidad como los alimentos, el combustible y los medicamentos. En lugar de generar una mayor competencia, la falta de regulación ha permitido que los grandes actores del mercado impongan precios abusivos para maximizar sus beneficios, a expensas del bienestar de la población.

 

6. Aumento de la deuda externa

A pesar de sus críticas iniciales a la deuda y los compromisos con el FMI, el gobierno de Milei ha continuado dependiendo del financiamiento externo para estabilizar la economía. Este aumento en el endeudamiento, combinado con un contexto de alta inflación y bajo crecimiento, no solo pone en riesgo la sostenibilidad fiscal del país, sino que también reduce el margen de maniobra para implementar políticas de alivio a la pobreza.

A largo plazo, el aumento de la deuda externa puede forzar nuevos ajustes y recortes, profundizando aún más las condiciones de pobreza en el país. Aunque la deuda puede ser vista por algunos como una herramienta para obtener financiamiento externo y cubrir déficits fiscales, la dependencia extrema del endeudamiento externo tiene consecuencias profundas y devastadoras para la economía real, afectando sobre todo a los sectores más vulnerables de la sociedad. En el caso del gobierno de Milei, su política de recurrir masivamente a los mercados internacionales de deuda ha resultado en una creciente presión financiera que amenaza con desestabilizar aún más el país y aumentar los niveles de pobreza.

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Uno de los principales problemas del enfoque económico de Milei es que depende excesivamente del financiamiento externo para cubrir los déficits presupuestarios. Esta estrategia lleva a una espiral de deuda creciente, en la que los recursos obtenidos a través de préstamos internacionales no se utilizan para inversión productiva o desarrollo, sino para cubrir gastos corrientes o refinanciar deudas anteriores. De esta manera, el país queda atrapado en un ciclo de pago de intereses y renegociaciones constantes que limitan su capacidad de inversión en áreas fundamentales para el crecimiento económico y el bienestar social.

A medida que la deuda externa crece, los pagos de intereses y amortizaciones ocupan una porción cada vez mayor del presupuesto nacional, lo que obliga al gobierno a implementar ajustes fiscales para poder cumplir con sus obligaciones internacionales. Estos ajustes suelen venir en forma de recortes en políticas sociales, reducción del gasto público y privatización de activos estatales, medidas que terminan afectando directamente a los sectores más desprotegidos de la población.

En el caso de Milei, la prioridad ha sido asegurar la confianza de los mercados internacionales, pero esto se ha hecho a expensas de los derechos y la calidad de vida de los ciudadanos. A medida que el gobierno toma más préstamos para pagar deudas anteriores, los recursos destinados a salud, educación, infraestructura y asistencia social se ven reducidos drásticamente, lo que genera un impacto negativo en los niveles de pobreza.

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Uno de los efectos inmediatos del aumento de la deuda externa es que un porcentaje creciente del presupuesto público debe destinarse al pago de la deuda, lo que desvía recursos que podrían haber sido utilizados para políticas redistributivas y programas sociales que alivien la pobreza. En lugar de financiar proyectos de infraestructura, mejorar el sistema de salud pública o invertir en educación, el gobierno de Milei se ve obligado a priorizar el pago de la deuda externa, dejando cada vez menos margen para políticas orientadas al desarrollo económico inclusivo.

Este desvío de recursos afecta de manera directa a los sectores más vulnerables, ya que la falta de inversión en políticas sociales incrementa las desigualdades y agrava la precarización de los servicios básicos. Los programas de asistencia social, que en el pasado ayudaban a amortiguar los efectos de la crisis económica en los sectores más pobres, ahora ven sus fondos recortados o directamente eliminados. A su vez, el gobierno implementa ajustes fiscales extremos para reducir el déficit, lo que implica despidos masivos en el sector público, reducción de salarios y recortes de pensiones, sumiendo a más personas en la pobreza.

Además, el aumento de la deuda externa genera una presión adicional sobre la moneda nacional, ya que las obligaciones en dólares crean una demanda constante de divisas que puede derivar en una depreciación del peso. Esta depreciación provoca un aumento en el costo de vida, lo que agrava aún más la pobreza al reducir el poder adquisitivo de los salarios y encarecer los productos de consumo básico, muchos de los cuales dependen de insumos importados.

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Las condiciones impuestas por los acreedores internacionales no solo implica un desvío de recursos hacia el pago de intereses, sino que también limita la soberanía económica del país. Los acreedores internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos financieros, suelen imponer condiciones estrictas para otorgar préstamos, las cuales implican políticas de austeridad y reformas estructurales que profundizan el ajuste y el deterioro de las condiciones de vida de la población.

Estas condiciones incluyen desde la eliminación de subsidios a los servicios públicos hasta la reducción del gasto social, lo que genera un impacto directo en los sectores más desfavorecidos. La imposición de reformas laborales para flexibilizar el mercado de trabajo, así como la exigencia de privatización de empresas estatales y ajustes en las tarifas de servicios esenciales, agrava la situación económica de los trabajadores y de las familias de bajos ingresos, que deben enfrentar aumentos desmesurados en el costo de los servicios públicos sin que ello se traduzca en mejoras en su calidad de vida.

Este modelo, impulsado por las demandas de los organismos internacionales, pone al país en una situación de vulnerabilidad económica, en la que las decisiones sobre el rumbo económico se toman más en función de los intereses de los acreedores externos que de las necesidades de la población. La capacidad del gobierno de implementar políticas que reduzcan la pobreza y promuevan el crecimiento inclusivo se ve limitada por las exigencias de ajuste fiscal y austeridad impuestas desde fuera.

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Por último, sobre este tema, debemos remarcar la transferencia de riqueza y la fuga de capitales. El endeudamiento externo no solo genera un traslado de recursos desde el Estado hacia los acreedores internacionales, sino que también está asociado con la fuga de capitales. En lugar de ser utilizados para generar inversiones productivas que promuevan el crecimiento económico, una parte significativa de los fondos obtenidos a través de préstamos externos suele ser destinada a la especulación financiera y a la fuga de divisas hacia paraísos fiscales u otros mercados internacionales.

Este fenómeno contribuye a la descapitalización del país y al aumento de la pobreza, ya que los recursos que podrían haberse invertido en infraestructura, industria y generación de empleo se desvían hacia actividades especulativas que no benefician a la economía real. La fuga de capitales genera una presión adicional sobre las reservas internacionales, lo que agrava la inestabilidad cambiaria y reduce la capacidad del país para hacer frente a sus obligaciones externas, perpetuando el ciclo de endeudamiento y crisis.

Para finalizar, el aumento de la deuda externa bajo el plan económico de Milei es una de las causas centrales del aumento de la pobreza en Argentina. La dependencia del financiamiento externo, combinada con las políticas de ajuste fiscal y la presión inflacionaria, ha llevado al país a una crisis social y económica que afecta principalmente a los sectores más vulnerables. Lejos de ser una solución, el endeudamiento externo ha profundizado la precariedad y ha limitado la capacidad del Estado para implementar políticas que realmente beneficien a la población, generando un círculo vicioso de pobreza que será difícil de revertir en el corto plazo.

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7. Políticas regresivas en materia tributaria

Las reformas fiscales de Milei, centradas en la eliminación de impuestos como las retenciones a las exportaciones y otros tributos progresivos, benefician a los sectores más ricos de la economía mientras aumentan la presión sobre los contribuyentes de ingresos medios y bajos. La reducción de impuestos a los sectores exportadores, que generan importantes ingresos, deja al Estado con menos recursos para financiar políticas sociales y programas de ayuda a los más necesitados.

Además, la falta de progresividad en la política tributaria significa que los sectores más pobres no solo reciben menos ayuda, sino que, indirectamente, soportan una mayor carga relativa en comparación con los sectores más ricos.

Las políticas regresivas en materia tributaria implementadas bajo el plan económico de Javier Milei representan una de las causas fundamentales del aumento de la pobreza en Argentina. Estas políticas, que favorecen a los sectores más ricos de la sociedad mientras cargan desproporcionadamente a los sectores más vulnerables, generan una distribución desigual de la riqueza y agravan las brechas de desigualdad. A diferencia de un sistema tributario progresivo, donde los que más tienen más contribuyen, las políticas regresivas priorizan la reducción de impuestos a los sectores de mayores ingresos y a las grandes empresas, mientras que amplían la carga tributaria indirecta sobre el consumo, que afecta a toda la población, pero en mayor medida a los más pobres.

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Uno de los pilares del plan económico de Milei ha sido la reducción o eliminación de ciertos impuestos progresivos que gravan los ingresos, la riqueza y las propiedades de los sectores más acomodados, como el impuesto a las grandes fortunas o el impuesto a los bienes personales. Esta política se justifica bajo la premisa de promover la inversión y generar incentivos para los grandes capitales, con la esperanza de que estos recursos fluyan hacia la economía real y generen empleo. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario: en lugar de estimular el crecimiento económico, estas medidas han aumentado la concentración de la riqueza, favoreciendo a un pequeño grupo de grandes empresarios y corporaciones en detrimento del bienestar general.

La regresión tributaria se observa claramente cuando el gobierno prioriza impuestos indirectos, como el IVA (Impuesto al Valor Agregado), sobre el consumo. Estos impuestos, al aplicarse de manera uniforme a todos los consumidores, no tienen en cuenta las diferencias en la capacidad de pago. Por lo tanto, mientras que para los sectores más ricos estos impuestos representan una pequeña fracción de sus ingresos, para los sectores de menores recursos implican un porcentaje mucho mayor. En un contexto de inflación elevada y salarios reales en caída, la carga impositiva sobre los bienes esenciales aumenta la presión sobre las familias más pobres, llevándolas a una situación de mayor vulnerabilidad económica.

El sistema tributario de Milei, orientado a reducir impuestos a los sectores más privilegiados, ha profundizado la concentración de la riqueza en el país. Al eliminar o reducir impuestos que tradicionalmente recaían sobre los grandes patrimonios y las rentas más altas, el gobierno ha permitido que los sectores más ricos aumenten aún más su participación en el ingreso nacional, mientras que los sectores medios y bajos se ven obligados a asumir una mayor carga tributaria proporcional. Esta redistribución regresiva de la carga fiscal socava la capacidad del Estado para financiar políticas públicas que mitiguen los efectos de la pobreza y promuevan el desarrollo inclusivo.

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El gasto público, que en un sistema tributario progresivo se financia mediante la redistribución de la riqueza, queda limitado bajo un esquema de baja recaudación de impuestos directos a los sectores más acomodados. Esto impide la implementación de programas sociales y de inversión en infraestructura que podrían generar empleo y reducir la pobreza. En cambio, el gobierno de Milei se ha visto obligado a recurrir a recortes en los servicios públicos esenciales, como la salud y la educación, para cubrir el déficit fiscal que genera su política tributaria regresiva.

También debemos mencionar al IVA y su impacto en los sectores más vulnerables. Uno de los impuestos más regresivos en Argentina es el IVA, que aplica una tasa uniforme sobre la mayoría de los bienes y servicios. En el contexto del plan económico de Milei, el gobierno ha mantenido o incluso incrementado la tasa del IVA, lo que agrava la situación de los sectores más pobres. En un país donde la pobreza está en aumento, este impuesto es particularmente perjudicial, ya que los hogares de menores ingresos destinan una mayor proporción de su presupuesto a bienes de primera necesidad, como alimentos, medicamentos y transporte. El aumento de precios debido a la inflación, combinado con un alto IVA, hace que los pobres enfrenten una carga tributaria mucho mayor en relación a sus ingresos que los sectores de mayores recursos, que consumen una proporción menor de su renta en bienes esenciales.

A pesar de que se han propuesto medidas paliativas, como la devolución parcial del IVA para sectores vulnerables, estas políticas no son suficientes para contrarrestar los efectos regresivos de un sistema tributario que no diferencia entre quienes tienen más capacidad de pago y quienes apenas pueden cubrir sus necesidades básicas. La regresividad del IVA contribuye directamente al aumento de la pobreza, ya que reduce el poder adquisitivo de los sectores populares y los empuja hacia una situación de mayor precariedad.

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El objetivo declarado de Milei al implementar una política tributaria regresiva es la atracción de inversiones y la reactivación económica mediante la reducción de impuestos a las empresas y grandes patrimonios. Sin embargo, esta estrategia ha resultado contraproducente. Al reducir los impuestos a los sectores de mayores ingresos, el Estado se ve limitado en su capacidad para financiar el gasto público y las políticas de redistribución, esenciales para combatir la pobreza. Como resultado, el gobierno se ve obligado a aplicar ajustes fiscales que afectan desproporcionadamente a los sectores más vulnerables, que dependen en gran medida de los servicios públicos y los programas sociales.

Además, la falta de un sistema tributario progresivo genera un vacío fiscal que el gobierno intenta compensar con endeudamiento externo o recortes en el gasto. Esta combinación de déficit de inversión pública y políticas de ajuste fiscal ha generado un retroceso en el desarrollo social y ha impedido la creación de las condiciones necesarias para un crecimiento inclusivo. La reducción de impuestos no ha generado el volumen de inversión prometido, y las grandes empresas, en lugar de reinvertir sus ganancias en el país, han optado por la fuga de capitales o la especulación financiera, profundizando aún más la crisis económica.

 

El plan económico de Javier Milei, aunque diseñado para estabilizar la economía y reducir el déficit fiscal, está generando un aumento significativo de la pobreza en Argentina. Las políticas de ajuste extremo, combinadas con una megadevaluación, una inflación descontrolada y una falta de visión para el crecimiento inclusivo, están hundiendo a millones de argentinos en la pobreza. Mientras que algunos sectores de la economía pueden beneficiarse de las reformas, las clases trabajadoras y los más vulnerables enfrentan un futuro cada vez más incierto, con salarios que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas y una red de protección social que se desmorona.

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