Costernación en la izquierda europea. Tsipras aceptó condiciones más duras y humillantes de la que había rechazado el pueblo la semana pasada. Alemania no tuvo piedad, pero la alternativa era una salida caótica de la eurozona.
Guillermo Belcore // Martes 14 de julio de 2015 | 00:54
Por muy malo que sea el acuerdo, seguro que ha conseguido muchísimo más de lo que habría conseguido un Gobierno de Nueva Democracia o del Pasok
Sangre, sudor y lágrimas. Eso le espera a los griegos. La Eurozona -con Alemania como director de orquesta- le impuso un programa draconiano a cambio del tercer rescate financiero. Un plan de austeridad incluso más duro y humillante que el que habían repudiado hace una semana los ciudadanos helénicos en un referendo. Los entendidos hablan incluso de un nuevo Tratado de Versalles.
En Bruselas discutieron durante 17 horas los líderes europeos. Finalmente, a las nueve de la mañana del lunes se anunció un acuerdo con Grecia “por unanimidad“. Minutos más tarde, los periodistas preguntaban a Angela Merkel si los términos se asemejaban en algo al Tratado de Versalles, que definió las condiciones del armisticio tras la Primera Guerra Mundial. “No me gustan los parangones históricos'', dijo la primer ministro de Alemania, celosa guardiana de las recetas de austeridad fiscal en todos los rincones del continente para purgar excesos del pasado. Y su pueblo la aplaude por ello.
El País de Madrid considera que el texto acordado es implacable con Atenas: “Comienza constatando la necesidad crucial de reconstruir la confianza con las autoridades griegas como requisito para cualquier rescate e impone durísimas condiciones para lograrlo. Entre ellas, una consulta previa con las instituciones europeas para cualquier ley que quiera aprobar Atenas en áreas relevantes''.
Alexis Tsipras, el líder de la coalición progresista Syriza, terminó aceptando condiciones que hasta el director del Financial Times considera propias de “una paz cartaginesa''. La expresión se refiere a las guerras púnicas de la antigüedad y a los brutales términos de rendición que Roma obligó a aceptar a Cartago.
¿Por qué Tsipras capituló?, es una de las preguntas del millón. Porque entendió que el costo social de no acordar con las potencias europeos y dejar librada Grecia a su suerte era aún más elevado que el recorte de jubilaciones o la suba del IVA. Implicaba una salida caótica de Grecia del euro, algo con que los alemanes lo amenazaron.
El diario inglés The Guardian, citando fuentes de la Unión Europea, supone que los líderes europeos sometieron a Tsipras a una suerte de tortura psicológica: el waterboarding mental (en referencia a ese tormento con agua usado por la CIA que lleva a un pobre diablo al borde de la asfixia). Merkel y el francés Hollande lo amenazaron con asfixiar en términos financieros a su pueblo hasta que aceptó los términos del salvataje.
EL COMPROMISO
Ahora Tsipras deber hacer aprobar en el Parlamento esta semana un plan de reformas con un cronograma implacable a cambio de un tercer rescate, que se situaría en torno a los 85.000 millones de euros con el que financiará al estado griego por los próximos tres años. Sin esta liquidez, el país mediterráneo seguiría en default y no podrían reabrir los bancos. La situación social griega (con un 25% de desempleo y un cuarto de caída del PBI en cinco años) es incluso peor a la de la Argentina de 2001.
El documento de siete páginas que Europa le impuso al joven dirigente universitario trae sapos enormes y amargos como la hiel. Veamos. El Fondo Monetario verificara paso a paso un ajuste que incluye elevar la edad jubilatoria a 67 años y abaratar los despidos. Se establecerá un fondo fiduciario de 50 mil millones de dólares a través del cual se privatizarán empresas públicas, incluso la red eléctrica, un activo que Syriza había prometido conservar en manos del Estado. Los fondos se usarán para recapitalizar la banca, y del otro porcentaje restante, por partes iguales se destinarán estimular inversiones y pagar la deuda.
IMPAGABLE
Para colmo de males, Grecia obtuvo de sus socios sólo la vaga promesa de que estudiarán un alivio de las condiciones de reembolso de su abultada deuda, aunque en ningún caso una quita como pretendía Atenas y hasta apoyaba el FMI. La deuda externa de Grecia alcanza los 225.000 millones de euros. Sumale a esto al menos otros 85.000 millones de euros, la cifra estimada del tercer rescate. ¿Cómo diablos van a hacerlo para pagarlo?, es otra pregunta pertinente.
La Vanguardia de Cataluña alude también al odioso Tratado de Versalles para explicar lo ocurrido y recuerda la enorme figura de John Maynard Keynes. “Aunque las circunstancias de los dos momentos históricos no son asimilables, la posguerra de la Gran Guerra y la posburbuja de la década loca del siglo XXI también pueden verse con ópticas comunes'', escribieron. Se recuerda que Keynes propuso sin éxito entre los aliados la condonación de las deudas en 1919 y otros mecanismos financieros que aliviaran la situación de la vencida Alemania, lo que de haberse hecho acaso le hubieran ahorrado al mundo un Adolf Hitler.
Con Grecia no hubo pues la mínima piedad. Se ha querido dar un escarmiento, para dejar un precedente, como tantas veces ocurrió con otra crisis de la deuda. Para Podemos, la novel fuerza progresista de España, se trató de un “golpe de Estado hecho y derecho''. Atenas se ha convertido en un protectorado de facto de los alemanes.
El líder de Podemos en Aragón , Pablo Echenique, defendió al correligionario Tsipras: "Por muy malo que sea el acuerdo, seguro que ha conseguido muchísimo más de lo que habría conseguido un Gobierno de Nueva Democracia o del Pasok”.
"Cuando el tipo más grande del colegio le pega un puñetazo al más pequeño para robarle el bocadillo, no hay mucho lugar para preguntarse si el pequeño podría defenderse mejor", resumió el drama helénico Echenique.