
El ajuste llega al quirófano: mientras el gobierno congela presupuestos y vacía hospitales, miles de profesionales abandonan el sistema. Ya no se trata de falta de insumos, sino de supervivencia.
En Orsai // Lunes 19 de mayo de 2025 | 08:45
El relato de la motosierra ya no es solo una metáfora. En hospitales de todo el país, cirugías suspendidas, guardias vacías y médicos que se van del país reflejan una crisis que el gobierno niega. Las consecuencias son dramáticas: pacientes sin atención, colapso en emergencias, y un éxodo sanitario silencioso pero devastador.
El ajuste no se discute: se impone, se padece, se muere. El gobierno de Javier Milei decidió borrar al Estado de su función más esencial: garantizar el derecho a la salud. Y no lo dice la oposición, lo gritan los pasillos vacíos de hospitales provinciales, los consultorios sin médicos, las guardias que rechazan pacientes por falta de personal.
En 2025, la salud pública argentina está en coma inducido por la motosierra libertaria.
El presupuesto del Ministerio de Salud nacional fue reducido un 48% en términos reales en lo que va del año.
Las provincias, asfixiadas por el recorte de transferencias, suspendieron programas de vacunación y prevención.
En hospitales de Córdoba, Rosario, Salta, y el conurbano bonaerense, ya se registran renuncias masivas de médicos por salarios de indigencia.
Más de 2.000 profesionales sanitarios emigraron del país entre enero y abril de 2025, según datos del Colegio Médico.
Los hospitales no colapsan con titulares: colapsan con silencios. Con quirófanos apagados. Con enfermeros que hacen tres turnos y cobran menos que un cajero de supermercado.
“La última cirugía programada que hicimos fue en marzo. Desde entonces, todo lo que no sea urgencia queda suspendido. No hay insumos, no hay anestesistas, no hay plata.”
— Jefa de cirugía del Hospital San Martín, La Plata.
“La guardia pediátrica atiende con una sola médica para 60 chicos por noche. ¿Esto es libertad o abandono?”
— Pediatra del Hospital Materno Infantil de Salta.
“Ya no discutimos si tenemos guantes o no. Discutimos si seguimos trabajando o renunciamos.”
— Enfermero, Hospital público de Rosario.
Mientras se desmorona la red pública de salud, el discurso oficial habla de eficiencia, libertad y “responsabilidad individual”. Pero la realidad muestra otra cosa: negocios privados floreciendo sobre las ruinas del sistema estatal.
Prepagas con aumentos del 120% desde enero.
Clínicas privadas captando pacientes desesperados que no encuentran turno en hospitales públicos.
Aseguradoras sanitarias multiplicando su facturación.
¿Libertad para quién? Para los que pueden pagar. Para los que lucran con el colapso. Para los que ven una oportunidad donde otros ven una sala de espera vacía.
Desde el 10 de diciembre de 2023, el Ministerio de Salud nacional quedó reducido a un esqueleto administrativo. Programas clave como Remediar, el Plan Nacional de Vacunación, y la cobertura para enfermedades crónicas fueron paralizados, desfinanciados o directamente eliminados.
El gobierno se justifica con palabras como “gasto”, “déficit cero”, y “libertad”. Pero cuando se trata de salud pública, ajustar es abandonar.
Los gobernadores, obligados a “hacerse cargo” sin fondos, recortan turnos, cierran servicios y suspenden campañas sanitarias.
En Chaco, las ambulancias están fuera de servicio por falta de combustible.
En Jujuy, se cerraron cinco centros de atención primaria.
En el Gran Buenos Aires, los hospitales funcionan a media máquina y tercerizan guardias con médicos mal pagos.
Este ajuste sanitario no es una medida económica: es una decisión política. Milei no solo quiere achicar el Estado, quiere destruir su rol como garante de derechos.
Este modelo no es nuevo. En México y Colombia, las reformas neoliberales de salud convirtieron los hospitales en empresas. Y las consecuencias fueron brutales:
Colapsos crónicos en urgencias
Atención selectiva según ingresos
Desigualdad estructural en el acceso
Hoy Argentina sigue ese camino. Pero más rápido, más brutal y sin anestesia.
Sí. Exigir que la salud vuelva a ser prioridad política. Visibilizar el drama humano detrás de cada recorte. Fortalecer redes comunitarias, medios alternativos y organizaciones que denuncian lo que los grandes medios callan.
Este no es solo un tema médico. Es un tema moral.
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