SALUD EN PELIGRO

La lepra volvió al norte: otra postal del abandono estructural en la Argentina de Milei

Dos casos confirmados en Salta reactivan la alarma por una enfermedad que el siglo XXI prometía erradicar. Pero la marginalidad, el hambre y el ajuste sanitario volvieron a poner en jaque al norte argentino.

La lepra volvió al norte: otra postal del abandono estructural en la Argentina de Milei

En Orsai // Viernes 16 de mayo de 2025 | 08:15

300 casos de lepra al año, dengue y brotes silenciosos de leishmaniasis

Mientras el gobierno nacional desmantela programas de salud pública y reduce presupuestos a mínimos históricos, resurge en Salta una enfermedad que muchos creían extinta. La lepra, junto al dengue, la leishmaniasis y una ola de gripes prolongadas, revela el verdadero rostro de un país que abandona a sus habitantes más vulnerables. Con un Estado ausente y territorios empobrecidos, el norte argentino arde en silencio.

La lepra volvió. Aunque suene a relato bíblico, no es Jerusalén en el año cero. Es Salta, año 2025, en plena era de la motosierra libertaria. El segundo caso confirmado en el departamento de San Martín, entre Orán y Tartagal, no es un dato aislado. Es la señal de alarma de un sistema sanitario que colapsa silenciosamente, mientras el país entero asiste a un ajuste despiadado orquestado desde la Casa Rosada.

La enfermedad, que muchos argentinos daban por erradicada o relegada a páginas de historia, tiene hoy cifras concretas: un promedio de 300 casos anuales en todo el país. El año pasado, solo en Salta, se detectaron 10. Y el número no baja. No baja porque lo que aumenta es la marginalidad, el hambre, la desnutrición, y la falta total de acceso a la salud. Un cóctel letal para cualquier sociedad.

La lepra no aparece por generación espontánea. Tiene causas, tiene responsables. La bacteria Mycobacterium leprae encuentra un caldo de cultivo ideal donde hay miseria, desinformación y abandono. El norte argentino es eso: una tierra históricamente olvidada, ahora completamente desamparada por un Estado que se replegó a fuerza de decretos, cadenas nacionales grabadas y cinismo neoliberal.

El periodista Sebastián Cruz lo dejó claro desde el móvil de Crónica TV: “Esto tiene que ver con la marginalidad, gente que está en situación de calle, que por ahí se lastima, que busca comida entre la basura, que tiene una alimentación deplorable”. La lepra, así como el dengue, la leishmaniasis y la gripe prolongada, no son solamente enfermedades. Son síntomas. Marcas de un cuerpo social que se pudre desde sus márgenes.

Y mientras tanto, el gobierno nacional se jacta de haber “achicado el Estado”. Lo hizo. Tan eficientemente que en algunas provincias ya no hay más Estado. No hay médicos, no hay centros de salud equipados, no hay campañas de vacunación, no hay nada. En ese vacío, crecen las bacterias. En ese desierto, avanzan los virus.

Los casos de dengue, que según cifras oficiales rondan los 23 mil —aunque los propios periodistas reconocen que hay muchos más—, son otro espejo de la tragedia sanitaria. La leishmaniasis, una enfermedad transmitida por un insecto que habita en zonas selváticas y afecta a la piel y órganos internos, también volvió con fuerza. Y la gripe, que ya no es una simple gripe, arrastra cuadros de más de dos semanas y amenaza con derivar en neumonías sin tratamiento adecuado.

El regreso de la lepra: cuando el ajuste deja cicatrices invisibles

El norte se enferma, pero no sólo de lepra. Se enferma de olvido, de indiferencia federal, de recortes presupuestarios. Mientras Javier Milei grita desde un escenario sobre la “casta” y la libertad, los pueblos originarios, los niños pobres y los trabajadores informales del norte argentino pelean contra bacterias del siglo pasado sin antibióticos ni centros de salud dignos.

La lepra tiene cura. Pero necesita detección temprana, tratamiento sostenido y acceso al sistema de salud. Hoy nada de eso está garantizado. Con un período de incubación que puede durar entre tres y diez años, la enfermedad avanza sin mostrar síntomas claros. Las personas afectadas pueden contagiar a otras sin saberlo. Pero aún así, las autoridades locales insisten: el contagio es difícil. No hay que entrar en pánico.

Lo que sí debería provocar pánico —o al menos indignación— es que en pleno 2025, en un país que se ufana de haber eliminado ministerios “inútiles”, las políticas sanitarias hayan quedado reducidas a flyers en redes sociales y a discursos sin plan. Porque el plan parece ser uno solo: desmantelar.

Pero el problema no es sólo nacional. La frontera con Bolivia, por donde ingresan diariamente cientos de personas, también es una zona roja. Los brotes de enfermedades respiratorias vienen de allí, dicen algunos. Pero ¿es justo señalar al migrante cuando lo que falla es el sistema de control epidemiológico? ¿Qué se hizo con el Ministerio de Salud? ¿Qué se recortó en prevención y vigilancia sanitaria?

El presidente habla de números, pero no menciona estos: 300 casos de lepra al año. Miles de casos de dengue. Brotes silenciosos de leishmaniasis. Todo en un contexto de ajuste fiscal extremo, donde el norte argentino queda librado a su suerte, como si fuera un territorio extranjero.

Quizás por eso el periodista de Crónica cerró con una reflexión que duele: “La gente no sabe sobre la lepra. Es necesario informarse. Es importante estar informado”. Y sí, en tiempos donde el gobierno recorta no solo alimentos y remedios, sino también derechos, la información se vuelve una herramienta vital de supervivencia.

Pero informar no alcanza. Hay que actuar. Hay que exigir. Porque si la lepra volvió, no fue por una casualidad bacteriana. Volvió porque el Estado se retiró. Y cuando el Estado se va, lo que queda no es libertad. Es lepra.

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