
El escándalo por la transferencia de USD 200.000 de la red narco de Fred Machado a José Luis Espert se confirma con documentos bancarios, vuelos y cambios en los relatos defensivos. La demora judicial y los vínculos con la política agravan la crisis de confianza institucional y revelan la sofisticación del lavado en plena campaña.
En Orsai // Sábado 04 de octubre de 2025 | 10:45
La revelación de una transferencia de USD 200.000 de la red narco de Fred Machado a José Luis Espert, detectada en registros bancarios del Bank of America, reconfiguró el tablero político y judicial en Argentina. La evidencia saca a la luz la sofisticación del engranaje del lavado de activos, la protección que otorga la demora judicial y, sobre todo, el rol de la política y los controles fallidos en la era del financiamiento opaco de campañas.
El caso evidencia las falencias de los mecanismos de control y penalización del lavado de activos en Argentina. El giro por USD 200.000, registrado oficialmente por Bank of America y validado en un juicio federal de Texas —donde fue condenado el entorno de Machado— involucró varias capas de intermediación, plataformas cripto y bancos internacionales, para finalmente acreditarse a nombre de Espert. La transacción quedó registrada bajo la matrícula del avión privado (N28FM) usado por el diputado en campaña, lo cual conecta la financiación irregular con beneficio personal y posible falseamiento en las declaraciones electorales y fiscales.
El entramado, admitido como evidencia en EE.UU. y visible en el expediente criminal “USA v. Mercer-Erwin et al.”, deja en evidencia la distancia entre los sistemas de fiscalización internacionales y la parálisis local: en Argentina, la Corte Suprema volvió a dilatar la extradición de Machado tras más de dos años, a partir de estrategias defensivas y presentaciones que explotan vacíos y demoras en el sistema judicial.
La combinación de registros públicos, documentos bancarios y declaraciones cruzadas entre voceros, presidencia y periodistas evidencian el riesgo sistémico: la infraestructura legal argentina, aún con leyes estrictas, queda expuesta a bloqueos funcionales y a operadores dispuestos a forzar organismos hasta el límite de la inacción.
La evidencia principal compromete a Espert, quien durante años sostuvo una versión de mínimos vínculos con Machado (un solo vuelo, un solo encuentro), para luego admitir una relación asidua con al menos 36 vuelos y la recepción de fondos, aunque insistiendo en una débil justificación profesional nunca documentada. La narrativa oficial, apoyada por el presidente Milei y promovida como una campaña de “difamación”, entra en cortocircuito cuando periodistas y fiscales estadounidenses exhiben archivos PDF originales, extractos bancarios y órdenes judiciales accesibles públicamente.
Fred Machado, prófugo y con defensa encabezada por el abogado presidencial Francisco Oneto, representa la operatoria moderna del narcotráfico, capaz de infiltrar tanto estructuras económicas lícitas como campañas electorales, usando empresas-fachada y fideicomisos aeronáuticos. La red incluye bancos, plataformas cripto (OKX, CashPro), empresas norteamericanas (Wright Brothers Aircraft Title Inc.) y millonarios esquemas Ponzi vinculados al tráfico internacional.
La Corte Suprema argentina, protagonista por omisión, vuelve a posponer la extradición y solicita informes accesorios para prolongar un proceso que la Justicia estadounidense ya considera probado y juzgado, con condena concreta a los socios directos.
A corto plazo, el caso agudiza la crisis de legitimidad de las instituciones encargadas del control patrimonial, la transparencia electoral y la persecución penal del crimen organizado. Refuerza la percepción de impunidad y potencia el riesgo de colonización narco-financiera en la política.
A largo plazo, la demora en la extradición de Machado, la ausencia de documentación fehaciente por parte de Espert y la persistente defensa política de Milei consolidan un estándar de permisividad que desborda el caso: campañas blindadas por el capital ilícito, colapso de la confianza ciudadana en el Estado de derecho y un mercado electoral condicionado por intereses ajenos a la voluntad popular. El precedente multiplica el incentivo al ingreso de fondos ilegales y perpetúa la fragilidad de los controles regulatorios ante redes sofisticadas de lavado y encubrimiento.
Lo que hoy se juega es más que la suerte de un político: es la definición de hasta dónde puede avanzar el crimen organizado cuando el sistema de controles y las máximas autoridades optan por blindar, dilatar o negar la evidencia pública. El único antídoto posible —transparencia, justicia y presión de la sociedad— debe romper el círculo antes de que el eslabón institucional finalmente termine de romperse.