
El consumo minorista se enfría: la retracción de ventas en pequeñas y medianas empresas confirma que la recesión se afianza. El relato del repunte choca con la realidad de la calle.
comunicado de prensa // Lunes 09 de junio de 2025 | 08:23
Mientras el gobierno nacional insiste en instalar la idea de un “rebote económico”, los números de las pymes cuentan otra historia. Según los últimos datos relevados, las ventas minoristas de pequeñas y medianas empresas cayeron un 2,9% interanual en mayo a precios constantes, lo que confirma que el consumo sigue en retroceso. En la comparación mensual desestacionalizada, también se registró una baja del 0,7% respecto a abril.
Lejos del relato oficial de recuperación, las pymes atraviesan una realidad marcada por menos ventas, márgenes que se achican hasta volverse imposibles, y un horizonte de inversión completamente paralizado. El acumulado del año aún muestra una suba del 11% frente al mismo período de 2024, pero esa cifra apenas refleja el hundimiento del año pasado, más que una reactivación sostenida.
El informe describe un escenario de cautela y consumo controlado. Menos gente en los centros comerciales, más comparación de precios y una competencia feroz de canales online e informales. Las promociones ya no seducen como antes y los negocios apelan a liquidaciones anticipadas para sobrevivir. La gente no compra menos por elección: compra menos porque no le alcanza.
Frente a un contexto de salarios pulverizados, tarifas dolarizadas y créditos inexistentes, las pymes hacen equilibrio en la cornisa. Venden menos, ganan menos y cada vez que suben los costos deben decidir entre perder clientes o perder plata. En muchos casos, pierden ambas cosas.
De los siete sectores relevados, solo dos lograron crecer en términos reales: Perfumería, con un 5,2% de aumento, y Farmacia, con una mejora marginal del 1,5%. El resto se desploma: Alimentos y bebidas cayó un alarmante 7,6%, Ferretería y materiales de construcción bajó un 2,6%, Textil e indumentaria retrocedió 1,6%, y Calzado y marroquinería se redujo un 0,5%. El rubro de Bazar y decoración se mantuvo apenas estable.
Estos datos confirman lo que la calle viene mostrando: la gente ajusta en lo que puede. Comer menos, vestirse menos, arreglar menos la casa, postergar todo lo que no sea imprescindible. Solo los sectores vinculados a la salud o el autocuidado sobreviven con cierto margen, y aun así, sin mostrar grandes expansiones.
A pesar del panorama desalentador, casi la mitad de los comerciantes encuestados (49,2%) cree que su situación económica mejorará dentro de un año. Un dato que podría leerse como optimismo o, quizás, como la necesidad de creer en algo para no cerrar la persiana. En contraste, el 55,9% considera que no es un buen momento para invertir, y solo un 14,4% se muestra dispuesto a arriesgar capital en este contexto.
Este desfasaje entre expectativa de mejora y rechazo a la inversión revela una paradoja clave del momento: los actores económicos no creen en la estabilidad del modelo vigente. Esperan que alguien haga algo, pero no confían en que ese alguien sea el Estado actual.
La caída de ventas no es un hecho aislado: se encadena con la desregulación, la apertura importadora y el ajuste fiscal. En otras palabras, es consecuencia directa del “modelo Milei”, que lejos de fomentar la actividad privada, la está estrangulando.
Mientras el ministro Caputo celebra la inflación “bajando” al 5% mensual, las pymes no llegan a pagar los servicios. Mientras el Presidente se fotografía con megamillonarios en Silicon Valley, miles de negocios familiares descuentan cheques al 15% mensual para pagar sueldos. La distancia entre la Argentina de los gráficos y la de los almacenes de barrio nunca fue tan grande.
Según el mismo relevamiento, el 28% de las empresas está hoy peor que hace un año, y apenas un 13,6% logró mejorar. El resto, simplemente sobrevive. No hay un “mercado” floreciente: hay comerciantes endeudados, cadenas de pago cortadas y un público exhausto.
Muchas pymes intentaron adaptarse: promociones, ventas online, delivery, cuotificación, planes “ahora” de todo tipo. Pero la caída del poder adquisitivo es más fuerte que cualquier estrategia. Hay una realidad material que ningún algoritmo puede revertir.
El resultado es una economía en contracción, en la que se multiplican los cierres silenciosos: negocios que bajan la persiana sin aviso, empleados que son despedidos sin indemnización, locales que pasan meses vacíos esperando inquilinos que ya no llegan.
En este contexto, resulta evidente que no hay capitalismo posible sin consumo interno. El discurso oficial promete “ordenar” la economía, pero lo que ordena es el cementerio. El mercado interno está paralizado, y sin una recuperación del poder adquisitivo, cualquier rebote será apenas un espejismo. Las pymes lo saben, aunque el gobierno se niegue a escucharlas.
Porque al final del día, el mercado no lo salva la libertad: lo salvan los clientes con plata en el bolsillo. Y si eso no aparece, ninguna narrativa libertaria impedirá que la recesión se transforme en depresión.