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La nota de Raúl Kollmann sobre el libro de Pablo Duggan ¿Quién mató a Nisman?

(Por Raúl Kollmann) Muy documentada y detallada, ¿Quién mató a Nisman? es realmente un análisis en forma de ficción sobre un personaje insostenible al final de su vida. En especial, en el relato de sus últimas horas antes del suicidio.

La nota de Raúl Kollmann sobre el libro de Pablo Duggan ¿Quién mató a Nisman?

pagina12.com.ar // Domingo 23 de septiembre de 2018 | 10:27

Por Raúl Kollmann Es viernes 16 de enero de 2015 a la tarde. Alberto Nisman se pone el piyama y no sale más de su departamento. Baja las persianas, se queda en ese ambiente lúgubre hasta el final. Lo abandonó su principal aliado, Jaime Stiuso, quien no le atiende las llamadas. Tres jueces le bajaron el pulgar a su denuncia contra Cristina Fernández de Kirchner porque “carece de entidad probatoria”, no tiene evidencias y no será tratada hasta febrero. Interpol le dá la espalda y el ex secretario de la organización, el norteamericano Ronald Noble, dice que la denuncia “es falsa”.

Las entidades judías no lo respaldan y el kirchnerismo se prepara para confrontarlo en el Congreso el lunes 19: sabe que tiene pocos elementos para defenderse. El mundo se le viene encima. Piensa que lo van a echar de la fiscalía, que van investigar todo el dinero que tiene escondido y que van a exponer su vida fastuosa, rodeado de modelos pagadas, viajes y gastos que no podrá justificar. Hasta su familia rompe con él tras una feroz pelea. Esta es la dramática situación de las últimas 72 horas de la vida de Alberto Nisman que expone el periodista Pablo Duggan en el capítulo final de su apasionante libro: ¿Quién mató a Nisman? La preventa a través del link www.idea.me/nisman se convirtió en un éxito asombroso.

Escape

El libro de Duggan pinta la desesperada huida hacia adelante de Nisman en sus últimos días. Piensa que lo van a echar de la fiscalía y sabe que ese sería el derrumbe de su pequeño-gran imperio de poder, dinero, prostitución VIP y viajes. Por eso vuelve a las apuradas de Europa para presentar la denuncia por el Memorándum con Irán y esta convencido que nadie se atreverá a echar de su puesto a un fiscal que acusó a una presidenta y a un canciller. En su carrera atropellada, Nisman deja a su hija a solas, sin ropa y sin dinero, en el aeropuerto de Barajas para volverse a Buenos Aires antes de que se reintegre la procuradora Alejandra Gils Carbó. Supone que ella lo va a echar. Desesperado, presenta una denuncia desprolija, sin pruebas, mal escrita, sin las verificaciones más elementales.

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Los primeros resultados lo ponen en lo más alto. Pasó a ser la figura política–judicial más importante del país, tapa de diarios y revistas.

“Más que nunca vislumbra un futuro brillante en donde ser el procurador general de la Nación, jefe de todos los fiscales, aparece en su cabeza. El miércoles 14, día de la presentación de la denuncia, se convierte en una locura, se desata el éxtasis para el fiscal. Todos hablan de él, todos quieren verlo. El fiscal está exaltado, habla por teléfono y tiene numerosas reuniones. Habla a borbotones, sus interlocutores lo miran asombrado. Queda claro que está obsesionado con lo que está haciendo, parece obnubilado, enfervorizado. Durante la tarde ocurre algo que lo entusiasma. (Patricia) Bullrich le escribe para invitarlo al Congreso a informar sobre la denuncia. Se lo nota un poco dubitativo al recibir la invitación. ¿Será bueno ir? Dice que sí, después que no, pone reparos a la presencia de la prensa, luego ensaya una explicación sobre el carácter secreto de su informe. Nisman no está seguro de que ir al Congreso sea una buena idea, pero de a ratos parece entusiasmarse. Imagina a un país pendiente de sus dichos. Finalmente, se decide: acepta ir el lunes”. (Capítulo final).

“Muchísimas personas le mandan mensajes, a todos les dice que miren la web de Clarín en donde está en primera plana su denuncia. Todos lo felicitan, Nisman no puede pedir más. De repente es el ídolo de todos los que lo conocen. Los periodistas y los políticos lo buscan incansablemente, aún aquellos que él sabe que no lo quieren”. (Capítulo final)

Problemas

Pero todo empieza a derrumbarse el jueves 15. El juez de la causa AMIA, Rodolfo Canicoba Corral, no sólo lo cuestiona por “falta de elementos probatorios” sino adelanta que lo investigará por haber trabajado la denuncia sin ningún control judicial, a escondidas, durante dos años. Es grave porque Canicoba le dice que en lugar de investigar el atentado contra la AMIA, que era su tarea, dedicó tiempo y dinero a otra investigación, sin autorización de un magistrado.

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El segundo golpe viene de la jueza de turno, María Servini de Cubría, que anunció que no había motivos para investigar la denuncia hasta febrero, por lo que le quitó urgencia e importancia al texto de Nisman. Lo devaluó de un golpe. El juez Ariel Lijo coincidió con Servini y los dos dijeron que el fiscal no aportó pruebas.

Alguien que lo podría ayudar, alguien que siempre estuvo detrás de todo lo que hizo, el otrora poderoso jefe de Operaciones de la SIDE, Jaime Stiuso, no le contesta el teléfono. El podría aportar alguna prueba adicional, más convincente: no era fácil una denuncia sobre un Memorándum aprobado por las dos cámaras del Congreso.

“Nisman habla con Alberto Massino, mano derecha de Stiuso. Se produce una conversación que lo deja muy preocupado. Massino le cuestiona su denuncia, el fiscal insiste con su idea de que lo iban a echar y le pregunta con insistencia qué opina Stiuso. Massino confiesa que Jaime está enojado porque el kirchnerismo lo señala como culpable de todo esto”. (Capítulo final)

Respuesta

Ese jueves a la tarde, el canciller Héctor Timerman presenta documentación categórica en conferencia de prensa. Cartas de los primeros meses de 2013, ya firmado el Memorándum, dirigidas por el gobierno argentino a Interpol. Queda claro que las autoridades del país exigían que se mantengan las órdenes de captura con alertas rojas. Todo lo contrario de lo que dice su denuncia. Y está por escrito.

“Dijo Timerman: ‘ahora resulta que en vez de investigar a los sospechosos se dedicó clandestinamente a investigar a la Presidenta, es muy fácil desenmascarar las mentiras de Nisman’. El fiscal acusa el golpe. Empieza a dudar de su propia denuncia y tiene que ir el lunes a defenderla al Congreso”. (Capítulo final).

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Nisman empieza a perder fuerza. Pero las cosas siguen empeorando. A última hora, el canciller Timerman lee un mail de ex secretario general de Interpol, Noble:

“Mientras fuí secretario general de Interpol, en cada ocasión que hablamos, usted indicó que Interpol debía mantener las capturas con notificaciones rojas en rigor. Su posición y la del Gobierno argentino fueron consistentes”. Luego de leer el mail de Noble, Timerman dice: “Con esto queda demostrado que la denuncia que hizo Nisman es mentira, habría que preguntarle por qué sigue mintiendo y si no debería decir la verdad”. (Capítulo final).

La situación cobra cada vez mayor dramatismo. Nisman recurre a ansiolíticos para dormir esa noche. Se levanta abatido. Ya es el viernes 16. En 72 horas tiene que ir al Congreso. Empieza a sentirse solo. Stiuso no lo acompaña, recibió golpes decisivos de Comodoro Py, las organizaciones judías AMIA-DAIA no emiten un comunicado ni lo respaldan, el gobierno exhibe documentación convincente.

Ese viernes, el propio diario La Nación publica una nota crítica con el título: Incógnitas que surgen de la denuncia de Nisman contra Cristina Kirchner. El diario opositor al kirchnerismo se pregunta, por ejemplo ¿si el plan era librar de responsabilidad a Irán, por qué los iraníes no aceptaron el memorándum en vez de cortar las negociaciones?

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Nisman sigue llamando a Stiuso, pero este no atiende. Al mediodía sale por última vez de su departamento para almorzar con un periodista. Los síntomas son claros al atardecer:

“Lo visita su madre. Nisman se ha puesto el pijama, no quiere salir de su casa. Se deshace rápidamente de ella para quedarse solo. Con las cortinas bajas, la mesa del comedor llena de papeles que apenas toca, Nisman está en su peor momento. Pero nada lo ha preparado para lo que va a ocurrir”. (Capítulo final).

Hijas

A las 18.53 se inicia un diálogo demoledor por whatsapp con su ex pareja, Sandra Arroyo Salgado, madre de sus dos hijas. Iara, la que dejó en el aeropuerto, y Kala, la menor. La furibunda pelea por whatsapp recién concluye a las 21.39 con los siguientes textos, publicados por primera vez en el libro de Duggan:

“Arroyo Salgado: ‘no te preocupes, ni yo ni mis hijas somos tan basura como para hacer nada, no somos oportunistas y además yo les estoy enseñando a ser feliz con poco o con mucho, si si, con mucho, pero con mucho amor, atención, dedicación, estudio y trabajo. Para que sean mujeres de bien y que se valgan por ellas mismas, y no esperen o especulen con nada de nadie. Para que a los 20 años no tengan que regalarse a un papá de 50 para tener un viaje, un auto, ropa, celular o carteras…”

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“Arroyo Salgado agrega a las 21.39 : ‘te lo digo porque como vos y yo sabemos nada es gratis en la vida. Todo se paga, todo pasa y todo llega. Suerte y éxitos, Sinceramente. Y para molestar, agredir, exponerlas o destratar olvidate de mis hijas. Gracias” (Capítulo final)

El texto es demoledor. En el final le dicen que se olvide de sus hijas, es decir lo amenaza con cortar toda relación. Y la realidad es que las adolescentes no le contestan más los mensajes. Además, le echa en cara que Nisman recurre a la prostitución, al pago de modelos que es a lo que se refiere cuando le dice que le está enseñando a las hijas a no regalarse a los 20 años. El final parece una despedida, un corte del vínculo.

Nisman, que prácticamente no tenía amigos, recibe un golpe letal.

Final

“Algo se quiebra de forma definitiva dentro del fiscal. Estaba con el ánimo tan alto que la caída es brutal. Se desmorona anímicamente. Se preocupa, entra en pánico. Internamente algo ya no funciona, se deprime. Decide no salir más de su casa, de su refugio. Todo está mal y puede empeorar. Avizora un futuro negro. El ánimo está por el piso. Ya no quiere volver a leer la denuncia para fortalecer su exposición en el Congreso, no vuelve a tocar los papeles. Se va a dormir destruido. Otra vez recurre a los ansiolíticos. Casi no ha comido” (Capítulo final).

El panorama el sábado a la mañana es catastrófico. El kirchnerismo anuncia que irá a la sesión del Congreso a enfrentar a Nisman y será con cámaras de televisión. Su puesto en la fiscalía está casi perdido, Comodoro Py le jugó en contra, Interpol lo desmiente. Stiuso no quiere saber nada de atenderlo y la pelea con la familia es dramática. El desequilibro habitual de Nisman, con altos muy altos y bajos muy bajos, vuelve a aparecer. Se puede ahondar en su personalidad en un capítulo del libro sobre la causa por acoso sexual contra Nisman en la que el fiscal aparece hablando el tamaño de su pene por teléfono, persiguiendo durante meses a una mujer desconocida y en pareja.

Esa misma mañana, Nisman amaga con pedirle un arma al comisario Ricardo Bogoliuk, pero el policía está en Mar del Plata. Hace un segundo intento, esta vez con su custodio de más antigüedad, Rubén Benítez:

“A la una de la tarde llama a Benítez. Algo está decidido en la cabeza del fiscal. Le pide un arma. Benítez se niega. Segundo intento fallido. Un par de horas más tarde, llama a Lagomarsino. Tercer intento. Esta vez es más fácil. Lo presiona. Llora, no le cuesta. Le miente de que es para defender a sus hijas. Consigue el arma”.

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El sábado toma dos ansiolíticos distintos para dormir. Muy temprano el domingo lee los diarios por internet. No traen buenas noticias. PáginaI12 transcribe una larga entrevista con Noble, el ex secretario general de Interpol. El norteamericano es categórico:

“Lo que dice el fiscal Nisman es falso. Ningún integrante del gobierno argentino trató nunca de que bajáramos los alertas rojos contra los funcionarios iraníes En los últimos dos días -continuó Noble-, me sorprendió totalmente escuchar semejantes afirmaciones falsas que se atribuyen a la denuncia del señor Nisman, a quien conozco. Al contrario, señor Nisman: el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, y cada uno de los funcionarios del gobierno argentino con los que me encontré y hablé de esta cuestión, tuvieron siempre la misma posición: las alertas rojas de Interpol contra los ciudadanos iraníes debían mantenerse sí o sí’.”

Demoledor. Es lo último que lee. Ya no tiene apoyos. Con todo el gobierno en contra y Comodoro Py exhibiendo el rechazo que siempre causó en ese edificio. Jueces y fiscales lo consideraban un oportunista, privilegiado, pedante, enriquecido y con muchos más días de viaje que trabajando. El final era inminente. Se desarrolla de acuerdo a las pericias exhibidas en detalle en el libro:

“Su caída va a ser fatal. La cárcel, el descrédito, la vergüenza… Ése es su futuro. Sus peores miedos están a punto de volverse realidad, el mundo va a conocerlo en su faceta más negativa.

“Deja la computadora prendida, toma el paño verde en el que está envuelta la pistola de Lagomarsino. Todo en su casa está ordenado. En su cuarto todo está en su lugar. La cama solo deshecha del lado izquierdo. En la más absoluta soledad, camina por el pasillo hacia el baño. Cierra la puerta, consciente de lo que sucederá a continuación. Apoya el paño en el vanitory, lo abre: la pistola 22. Toma cuidadosamente el arma con la mano derecha, la acerca lentamente a su sien mientras se mira en el espejo y dispara… la bala no sale. Vuelve a hacerlo… el gatillo percute pero no pasa nada. Lo repite varias veces, sacude el arma. Ya cansado, la toma con las dos manos y vuelve a gatillar. El disparo impacta en su sien, destrozando el hueso e internándose en su cerebro. En el departamento reina el silencio. En el baño, el cuerpo del fiscal yace sin vida esperando ser encontrado. En Buenos Aires, todavía es un domingo más de verano”. (Capítulo final)

rkollmann@pagina12.com.ar

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