
El exministro de Educación de Macri y embajador durante la última Dictadura Militar asegura que los sectores populares tienen miedo al cambio. Con un argumento extraño intenta explicar que el kirchnerismo gana por el temor que genera su salida y no por sus méritos.
Abel Posse (montaje)
Martes 14 de abril de 2015 | 11:45
El ejercicio político e intelectual desde enormes escritorios de roble en coquetas casas porteñas o bonaerenses nubla la vista de quienes odian, en silencio o no, la ampliación de derechos de quienes menos tienen. Desde allí escribe sus líneas Abel Posse, exministro macrista y también funcionario de la Dictadura.
En un texto titulado: “Un voto con mucho miedo”, asegura que “en tiempos de pobreza” una “masa de descreídos” teme arriesgar lo poco que tiene y prefiere, a regañadientes, votar al kirchnerismo.
Posse no logró entender la construcción hegemónica que ha realizado el kirchnerismo desde su llegada al poder en el año 2003. Aquellos que él señala con su dedo clasista no tienen miedo de arriesgar, tienen pánico de la certeza del futuro nefasto que ofrecen los candidatos de la oposición.
Asegura el exministro de Macri: “La masa de descreídos teme cualquier cambio en tiempos de pobreza. Alimenta lo que llamo el voto social-biológico: el miedo nos hace conservadores de algo que tenemos o del casi nada que todavía nos queda. Esos votantes son los protagonistas de un continuismo defensivo: el enorme porcentual de trabajadores en negro y sin derechos; la masa de empleados públicos, trabajadores o ñoquis; la legión de jubilados que el Gobierno atendió con eficacia (pero ya sin solvencia ante la inflación); los millones de asistidos que empiezan a temer tanto el trabajo como la imposibilidad de obtenerlo si pudieran; la multitud juvenil que acepta integrar un melancólico lumpen musical, domiciliados en los hogares paternos; la legión de trabajadores de las provincias con sus productos regionales en quiebra, y hasta gran parte de una clase media, media o más baja, siempre heroica, que no fue escuchada por los políticos a la pesca de votos, aunque se expresó en memorables concentraciones autoconvocadas”.
Según Posse, toda esta masa de descreídos “prefieren el statu quo y temen toda racionalización de los economistas ortodoxos”.
El pueblo tiene memoria y Posse le asigna el miedo sólo a quienes experimentan cierta pobreza, sea simbólica o material, pero al listado de quienes temen la racionalización de economistas ortodoxos habría que agregar, entre otros, a miles de emprendedores industriales que lograron hacer crecer pequeñas y medianas empresas que estarían condenadas al cierre si la “racionalización” que propone el macrismo llega al Ministerio de Economía.
Si bien es cierto que en la misma columna, Posse explica que Macri “debería comprender que le resultará difícil desprenderse de su aroma de liberalismo racionalizador” ya que “Un vasto pueblo de las sombras presiente que la razón economicista la financian los de abajo”.
No sólo son “los de abajo” los que sufrirían la razón economicista, la reducción de que al kirchnerismo solo lo votan los sectores populares es una falacia que atraviesa a propios y extraños. Muchos sectores productivos saben que el macrismo y el neoliberalismo recargado los condenaría a muerte.
Y no hay miedo ni son tiempos de pobreza, Posse. Es certeza, convicción y conocimiento. Muchos de aquellos a quienes se les asigna este “temor”, tienen en realidad alegría, sueños, deseos, que comenzaron a concretar paso a paso, allá por el 25 de mayo de 2003.