En plena crisis educativa, las tomas de universidades se han convertido en una de las manifestaciones más visibles contra el gobierno de Javier Milei. Sin embargo, los medios de comunicación en Argentina parecen más preocupados en suavizar o incluso invisibilizar estas protestas. ¿Es el silencio cómplice de un poder mediático aliado con el ajuste neoliberal?
Redacción EnOrsai // Martes 15 de octubre de 2024 | 10:41
Los medios argentinos se dividen entre quienes reflejan las protestas universitarias y quienes ocultan o distorsionan una crisis educativa provocada por las políticas de ajuste de Javier Milei. Las universidades argentinas se han transformado en el epicentro de una feroz resistencia contra las políticas de ajuste impuestas por el gobierno de Javier Milei.
Las tomas de facultades, llevadas adelante por miles de estudiantes y docentes, buscan visibilizar el deterioro acelerado de la educación pública ante el recorte presupuestario y la creciente amenaza de privatización encubierta. Sin embargo, a pesar de la gravedad de esta situación, el tratamiento mediático en Argentina ha oscilado entre el silencio y la distorsión, revelando el sesgo de los grandes conglomerados de prensa, siempre alineados con el poder económico.
La cobertura de las tomas universitarias en los medios hegemónicos argentinos ha sido, en el mejor de los casos, parcial. Diarios como Clarín y La Nación han preferido minimizar la magnitud de las protestas, relegando las tomas a pequeños recuadros de sus secciones interiores o limitando su análisis a notas de opinión que criminalizan a los estudiantes. La narrativa predominante en estos medios reduce las tomas a "actos vandálicos" de una minoría que "no quiere estudiar", repitiendo el discurso oficialista del gobierno de Milei que califica a las protestas como una "interrupción del derecho a la educación". Es un relato simplista y falaz que ignora las causas profundas de la crisis: los recortes masivos que han dejado a las universidades sin recursos para funcionar, la caída de salarios docentes y la pérdida de programas vitales para la investigación científica.
Mientras tanto, otras publicaciones, especialmente las asociadas a intereses empresariales, como Infobae y Perfil, han evitado profundizar en las razones de las tomas y en las demandas del movimiento estudiantil. Si bien en algunos casos han mencionado el hecho, el enfoque ha sido más bien decorativo, relegando la noticia a un espacio periférico, como si lo que sucede en las universidades no fuera de interés público. Esta estrategia de omisión y fragmentación busca despolitizar un conflicto que, en realidad, es un enfrentamiento frontal con las políticas neoliberales del gobierno.
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El sesgo de los grandes medios no es casual. En un país donde la concentración mediática está en manos de pocos grupos económicos, la agenda que se impone es la del poder: proteger al gobierno de Milei y sus reformas neoliberales. La línea editorial de estos medios parece alineada con el relato oficial que intenta desacreditar cualquier tipo de protesta social, especialmente cuando esta pone en jaque los pilares del ajuste económico. Este blindaje mediático a Milei no solo erosiona el derecho a la información, sino que contribuye a la desinformación masiva, presentando a las tomas universitarias como un problema de orden público y no como un síntoma del profundo colapso del sistema educativo argentino.
En contraste, medios alternativos y portales más críticos con el gobierno, como Página 12, El Destape y EnOrsai, han adoptado una postura diametralmente opuesta. Sus coberturas han sido exhaustivas y han dado voz a los protagonistas de las tomas: estudiantes y docentes que denuncian el vaciamiento de la universidad pública. Estos medios, que no responden a los intereses del capital financiero, han mostrado cómo el ajuste presupuestario afecta directamente la vida académica. Han documentado la falta de insumos en laboratorios, la suspensión de proyectos de investigación, la precarización laboral de los docentes y la dramática reducción en los programas de becas que permitían el acceso de miles de jóvenes de sectores vulnerables a la educación superior.
El contraste entre los medios hegemónicos y los alternativos es abismal. Mientras unos ocultan, los otros revelan. Pero la invisibilización de la protesta estudiantil en los medios dominantes no es un fenómeno aislado: es parte de una estrategia más amplia que busca desacreditar cualquier forma de resistencia al gobierno de Milei, ya sea en las universidades, en los sindicatos o en las calles. Esta narrativa, construida sobre la base de una demonización del Estado y una glorificación del mercado, responde a una ideología que considera a la educación pública como un gasto innecesario y a las universidades como fábricas de "parásitos" que deberían autofinanciarse o, en su defecto, privatizarse.
La estrategia de invisibilización también se extiende a los programas de televisión de mayor audiencia. Canales como TN y América TV han tratado el tema de las tomas universitarias con una superficialidad alarmante. Los segmentos dedicados a las protestas son breves, sin análisis profundo, y suelen incluir comentarios despectivos de los conductores que repiten las falacias del gobierno, como si las universidades estuvieran tomadas por un puñado de "militantes radicalizados" que "impiden el normal funcionamiento" de las instituciones. Esta criminalización de la protesta no es nueva, pero cobra una relevancia especial en el contexto actual, donde el gobierno de Milei ha mostrado una inclinación hacia la represión de las movilizaciones sociales.
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La cuestión de fondo es clara: las tomas universitarias reflejan una crisis educativa que los medios hegemónicos no están dispuestos a exponer, porque hacerlo implicaría cuestionar de manera frontal las políticas de ajuste que defienden. El vaciamiento de las universidades públicas no es un accidente; es el resultado directo de un proyecto neoliberal que pretende desmantelar el Estado y entregar la educación al mercado. Y los medios, como parte de ese mismo engranaje, cumplen su rol de desinformar, invisibilizar y criminalizar.
En última instancia, el tratamiento mediático de las tomas universitarias es una muestra más de la concentración del poder en Argentina. Un poder que no solo es económico y político, sino también simbólico y cultural. En un escenario donde las voces críticas son silenciadas o minimizadas, las redes sociales se han convertido en el único espacio donde las tomas han podido ganar visibilidad. El hashtag #Universidadestomadas, que rápidamente se hizo tendencia en X (ex Twitter), permitió que miles de estudiantes compartieran en tiempo real lo que estaba ocurriendo en sus facultades, rompiendo así el cerco mediático. Las imágenes de aulas vacías, pasillos ocupados y docentes dando clases en las veredas contrastan con la narrativa oficialista que intenta restarle importancia a la protesta.
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Sin embargo, las redes sociales por sí solas no son suficientes para contrarrestar el poder de los grandes medios. El silencio mediático en torno a las tomas universitarias es parte de una estrategia más amplia para deslegitimar cualquier oposición al gobierno de Milei. Pero lo que está en juego es mucho más que una batalla por el control de la narrativa: es la defensa de la educación pública y gratuita, uno de los derechos más fundamentales de la sociedad argentina.
En este contexto, la pregunta que debemos hacernos es: ¿hasta cuándo podrán los medios hegemónicos seguir ocultando la realidad de las universidades tomadas? ¿Cuánto tiempo más podrán silenciar el grito de una generación que lucha por su futuro? La respuesta no es clara, pero lo que sí es seguro es que la comunidad educativa no se rendirá. Las tomas de universidades son solo el principio de una resistencia que promete crecer, pese al silencio cómplice de los medios.
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— En Orsai (@EnOrsai) October 15, 2024
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