SE VAN

Lo que viene: ¿Cómo recomponer el país colapsado?

El diagnóstico es conocido, y repetido. Puede cambiar el orden, pero no la gravedad. Hambre, pobreza, desempleo, desmembramiento productivo, deuda, sistema de consumo e ingresos colapsado por la inflación, la devaluación, las quiebras en cadena.

Lo que viene: ¿Cómo recomponer el país colapsado?

Por Raúl Dellatorre para Motor Economico // Miercoles 30 de octubre de 2019 | 08:59

Un modelo de acumulación financiera que alejó a la inversión de la producción. Instituciones del Estado quebradas, reemplazadas por un Estado que no controla, no fomenta, no redistribuye, no construye infraestructura ni tejido social. Y mucho más, para donde se mire, por donde se camine, por lo que le cuenten. ¿Tierra arrasada? No, porque quedó un pueblo que, hambriento, desocupado, con bolsillos flacos, agobiado, abandonado por las instituciones del Estado, el 11 de agosto se puso de pie, se reencontró y pudo decir: “otra vez juntos”. Se reconstruye de abajo hacia arriba. El primer paso, el que tanto costó, ya está dado.

Volver a poner el eje en la producción, a contrapelo de un modelo de acumulación financiera. Producir para que una sociedad viva mejor, no para que unos pocos concentren los recursos. Un modelo productivo para generar trabajo, generar consumo, generar inclusión, que es por trabajo, no por asistencialismo. ¿Es Con Todos? Con todos todos no, con los que quieren un modelo de acumulación financiera, un modelo agroexportador concentrado no. Seguramente será Contra Ellos. ¿Por qué no decirlo? ¿Por qué no asumir que recuperar el eje de la producción y el trabajo va a ir contra determinados intereses, muy poderosos por cierto, que se opondrán en tanto pretendan mantener ese otro modelo de privilegios? En todo caso, poner la prioridad en un modelo de organización social y económica muy distinto, los obligará a esos otros sectores a “adaptarse” a un nuevo país. No están excluidos, pero la gran diferencia será que ahora las reglas las impondrán las mayorías.

Para avanzar en ese sentido, es necesario:

Organizar desde abajo, buscando acercar a cada fábrica, a cada pyme, lo que necesite para volver a ponerse en marcha, atrayendo a sus trabajadores, restableciendo las cadenas de distribución y comercialización, reconectando a productores de insumos con fabricantes, restableciendo las cadenas de producción. Volver a poner en funcionamiento las organizaciones de la economía social, cooperativas y pequeñas asociaciones de productores, integrarlas al proceso productivo. Asistirlos con recursos técnicos y financieros, llevando el agua para que la bomba se ponga en marcha.

Recuperar las pequeñas unidades productivas agrícolas, la producción de alimentos, facilitar su rápida reactivación, habilitar nuevos mecanismos de abastecimiento a pueblos y grandes ciudades desde los centros de producción y acopio de cercanía. Fomentar la producción mixta en pequeñas chacras, buscando asegurar la soberanía alimentaria. Garantizarle los recursos para el proceso productivo a cada una de estas unidades, pero también los mercados donde va a ser consumida su producción, por quienes puedan pagarla pero también por quienes no tengan con qué, asegurándole el pago por otras vías al productor. De un lado hay alguien que consume y no puede dejar de hacerlo, del otro alguien que produce y no puede dejar de cobrar por vender su producción, porque debe seguir produciendo. En el medio, alguien que acerque, que organice, que resuelva los problemas que se presentan, como el productor de cualquier evento, ya sea artístico, deportivo o de diversión (fiesta).

Un recordatorio: no hace falta sentarse y discutir las condiciones de la política con la Sociedad Rural, hay que hacerlo con la Unión de Trabajadores de la Tierra o la rama de chacareros de la Federación Agraria, organizaciones de ese tipo que aseguren la llegada al productor hortícola o frutícola, de cerdos o de pollos, que tiene los mismos intereses frente a un programa de emergencia con proyección de reorganizar la estructura productiva y el tejido social: de un lado muchos produciendo, del otro lado muchos consumiendo. Sin desocupación. Sin hambre. Y un Estado que organice, facilite, distribuya, y donde no hay mercado, garantice el abastecimiento mediante otro tipo de instrumentos, como por ejemplo los comités locales de abastecimiento y producción, CLAP, de Venezuela (sí, dije Venezuela, porque si en medio de un brutal y criminal desabastecimiento promovido por Estados Unidos y grupos económicos locales, el gobierno bolivariano logró mantenerse a flote durante más de cinco años, es porque estos mecanismos de abastecimiento de productos básicos deben haber sido muy eficientes, si todavía más de la mitad de la población lo sostiene).

Los gobiernos comunitarios, los municipios, las organizaciones locales, serán fundamentales para encontrar las respuestas más urgentes, las más necesarias. Conocen mejor que nadie a su comunidad, para identificar las necesidades, las potencialidades productivas y los problemas que desconectaron el tejido social y productivo. Son los municipios los que pedirán la asistencia técnica, los recursos, brindarán el diagnóstico y participarán de las soluciones para atender rápidamente el problema. Estamos hablando no sólo de hambre o alimentos, sino de salud, educación, de pobreza. De abajo hacia arriba: los municipios metidos en el problema para empezar a promover no el reclamo, sino la solución. No para ofrecer ni brindar asistencia, sino para integrar un proceso productivo en el que todos puedan participar como trabajador, se les pague como tal y tengan acceso a los elementos que cubren sus necesidades.

Y, finalmente, una negociación de las relaciones políticas y económicas con el exterior, incluida la renegociación de la deuda, que garantice que el Estado no quedará atado de pies y manos. El gobierno necesita tener las manos libres, para resolver los gravísimos problemas sociales y de estructura productiva que recibirá. Y ese orden de prioridad no debería desatenderse: primero, tener las condiciones para resolver esos conflictos; luego, una negociación de la deuda y de otros acuerdos comerciales y políticos “en el marco de la necesidad” de resolver lo anterior.

 

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