
El modelo económico libertario no es un plan, es una liquidación acelerada de activos nacionales. Alfredo Zaiat advierte que el rumbo actual es insostenible, incluso con el oxígeno del FMI y los blanqueos.
En Orsai // Lunes 26 de mayo de 2025 | 17:46
Hay algo más peligroso que un ajuste: un ajuste con relato épico y aplausos de los mercados. El gobierno de Javier Milei, con Luis “Toto” Caputo como su ejecutor financiero, presenta sus políticas como una cruzada moral contra “la casta”, pero lo que Alfredo Zaiat describe en su paso por Crónica Anunciada es otra cosa: una arquitectura de saqueo.
“La economía argentina es bimonetaria, altamente endeudada en dólares, sin acceso al mercado voluntario de capitales y con una inflación todavía muy elevada. En ese contexto, el gobierno actual está dilapidando los pocos dólares que tiene”, resume el periodista económico. Y lo dice sin matices.
El 13 de diciembre de 2023 quedó marcado como un día de infamia económica: la devaluación de 118% en una sola jornada fue la más abrupta desde la salida de la convertibilidad. “Fue el ajuste cambiario más grande en un día desde Isabel Perón hasta ahora”, explicó Zaiat. Ese movimiento no solo encareció drásticamente los precios internos, sino que puso en marcha una maquinaria de transferencia de ingresos brutal: de los trabajadores hacia los exportadores, de los sectores populares al sistema financiero.
Pero lo más grave no fue solo el golpe a los salarios. La megadevaluación generó un espejismo: en el corto plazo, mejoró el saldo comercial. Las importaciones se frenaron por la recesión, y las exportaciones retenidas salieron en masa para aprovechar el nuevo tipo de cambio. Resultado: superávit comercial inflado y artificial.
Ese espejismo duró poco.
“En el primer semestre se fumaron ese superávit. Y cuando vieron que los dólares ya no alcanzaban, recurrieron al blanqueo”, detalló Zaiat. El llamado Régimen de Regularización de Activos fue presentado como un éxito: ingresaron alrededor de 21 mil millones de dólares no declarados. Pero lo que no se dijo es que esos dólares no se usan para inversión ni desarrollo. Son un parche momentáneo, otra dosis para el adicto.
Zaiat es tajante: “Con el blanqueo consiguieron un éxito extraordinario. Eso les duró dos meses. Es un poquito más que el último paquete del FMI. Después vino el rescate del Fondo, el Banco Mundial y el BID, que pusieron 14 mil millones de dólares. ¿Y qué hicieron con eso? Se lo siguen fumando. Caputo hace lo que mejor sabe hacer: dilapidar dólares. Ya lo hizo con Macri”.
Luis Caputo no es un recién llegado. Su nombre está indisolublemente ligado al fallido modelo macrista que terminó en una crisis de deuda monumental. Fue él quien condujo al país al acuerdo récord con el FMI en 2018, el mismo que hoy se sigue pagando. Su regreso, con Milei, no trajo innovación, sino continuidad del desastre.
“¿Quién me mandó a hacer Dante Inverio, Dios?”, ironiza Zaiat, en referencia a la empresa offshore de Caputo que quedó expuesta durante su primera gestión. Pero la realidad no es graciosa: este “experto” en finanzas repite la misma fórmula sin aprender nada. O peor aún, sabiendo exactamente lo que hace.
Porque el modelo no busca solucionar los problemas de la economía. Busca transferir renta, garantizar negocios para unos pocos y sostener una ficción financiera mientras dura. Zaiat lo define con precisión quirúrgica: “Esto es insustentable. Y no lo digo solo por lo social. Lo digo porque no cierra por ningún lado”.
A medida que se agotan los dólares comerciales, el gobierno recurre a una vieja adicción argentina: el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional. El mismo organismo que Milei prometió “patear” en campaña, hoy vuelve a funcionar como proveedor de dólares para tapar agujeros.
El FMI, el Banco Mundial y el BID aportaron otros 14.000 millones. No alcanzó.
Zaiat lo pone en términos crudos: “Este modelo no tiene perspectiva de ingreso sostenido de divisas. Ni por exportaciones, ni por inversión, ni por crédito externo. ¿Y entonces? Están quemando las reservas para sostener un tipo de cambio artificial, pagar deuda y bancar importaciones”.
Mientras tanto, el turismo al exterior crece, se autorizan giros de utilidades al extranjero, y se abre la economía sin regulación. “Cada dólar que entra por un lado, se escapa por tres”, advierte el economista.
Lo que queda claro del análisis de Zaiat es que no hay plan de desarrollo. No hay estrategia productiva. No hay política industrial. Hay, en cambio, una matriz ideológica que glorifica la evasión, premia la fuga de capitales y desprecia al Estado. Y una praxis concreta: desfinanciar lo público, privatizar activos y sostener una economía para el 1%.
El blanqueo de capitales, que en cualquier país serio sería un escándalo, fue presentado como “heroico”. La conferencia donde se defendía a los evasores como “los que supieron escapar de las garras del Estado” se contradijo grotescamente cuando se le preguntó a Caputo si tenía dólares en negro. Su reacción: “No me faltes el respeto”.
El cinismo es parte del show.
¿Qué viene después? Zaiat lo deja claro: más ajuste. Pero sin resultados. Porque el gobierno no está generando confianza, ni interna ni externa. No hay reactivación, no hay dólares genuinos, no hay crecimiento.
“Para adelante, no tenés una perspectiva clara. No hay ingreso sostenido de divisas. Y el atraso cambiario ya empieza a notarse”, alerta. Y cuando se acabe la bicicleta, quedará al descubierto lo único que este gobierno ha producido con eficiencia: sufrimiento.
El gobierno de Javier Milei se presenta como una ruptura con el pasado. Pero su política económica es más de lo mismo, llevada al extremo: deuda, fuga, ajuste, blanqueos. Alfredo Zaiat desenmascara con claridad quirúrgica un modelo que no busca sanar la economía, sino aprovechar su desguace.
“Esto no cierra”, repite. Y cuando no cierra, estalla. La pregunta no es si va a estallar, sino cuándo. Y cuánto daño hará antes.