La enumeración más ambiciosa, bajo la óptica estadounidense, fue la que publicitó Marcelo Bonelli, el viernes en Clarín, llevándola a cinco puntos: no participación china en la Hidrovía; no comprar aviones de guerra a ese país; impedirle la participación en la licitación por la tecnología 5 G; cancelarle participación en Atucha III y también en la construcción de un puerto en Ushuaia.

La Casa Blanca, agrega, tiene interés en que Alberto Fernández “pueda terminar su mandato” y que “no explote la bomba antes de las elecciones”, usando otra vez el lenguaje catastrofista que después adopta la coalición opositora.

El domingo, Kirschbaum le dio continuidad al guión: tras la reunión de los presidentes llegará a Argentina una funcionaria “con la agenda anti China” que, aclara como si fuera encargado de gacetillas del Departamento de Estado, “no se agota con esta administración”.

Según Morales Solá, que tampoco cita fuentes en La Nación, las condiciones de Biden para “ayudar” en el FMI fueron dos: la licitación internacional por los 5 G y los aviones. “Y ayudó”, agregó el comentarista.

En Infobae, Roman Lejtman, que suele publicar descripciones puntillosas acerca de las posturas de Estados Unidos sobre Argentina, e incluso sobre las diferencias entre líneas diversas del Departamento de Estado, con pelos y señales, publicó que son impugnadas “iniciativas estructurales” para el país.

Bonachón al fin, Tío Sam comprende el flujo comercial con China y el “swap” de monedas, pero veta a los chinos en la Hidrovía, en “centrales nucleares en la Provincia” y como proveedor de aviones militares. La nota llega a decir que para la parte estadounidense quedó “claro” que el presidente Fernández “congelará” los proyectos. Esta postura, explica igual que Kirschbaum, expresa una agenda que se proyecta “durante los próximos años”.

Y la “ayuda” de Biden, si bien pareció reflejarse en un aflojamiento de las metas de reservas pactadas con el FMI, trae más condiciones, como el reclamo de reducir el alcance de la moratoria previsional aprobada por el Congreso, debidamente publicitada en las tapas de Clarín y La Nación del domingo, con palabras idénticas.

Estos despliegues son salpimentados con la algarabía editorial por el pedido del senador ultraderechista Ted Cruz para que Estados Unidos sancione a Cristina Kirchner, a quien varios artículos le reprochan haberse pronunciado al respecto cuando se acercaba la hora de la cita en la Casa Blanca.

En tanto, mantuvo intensidad el operativo de propaganda para exaltar el anuncio con el que Mauricio Macri se retiró de la carrera presidencial. Clarín repitió el domingo 2 la línea ya publicada en los seis ediciones precedentes. El jefe de redacción tituló: “El Gobierno perdió a Macri, su villano favorito”, quien es “demonizado” por el peronismo. Los mismos términos fueron tipeados, el mismo día, por Van der Kooy, quien reiteró pronósticos siniestros para la Vicepresidenta.

En efecto, dice que la Sala 1 de la Cámara de Casación se pronunciará probablemente contra el sobreseimiento en la causa conocida como “Hotesur”, una acción anunciada y alentada largamente en estas páginas. Pero va por más: dice que este tribunal parecía en principio inclinado a confirmar el sobreseimiento en la causa por el Memorándum con Irán por el atentado a la AMIA, pero “algún viento comenzó a soplar distinto”. Concluye que vienen “días negros” para Cristina Kirchner.

Esta especialidad mediática en el diseño de maniobras judiciales se expande también a la cerrada defensa de los propios: Santoro, el jefe de tareas judiciales de Clarín, publicó en los últimos siete días una sucesión de artículos que se dirigen a presentar al ex ministro porteño D’Alessandro, uno de los viajeros a Lago Escondido, como víctima del kirchnerismo. Fueron varios artículos dirigidos a sugerir que de ahí vino el espionaje a sus conversaciones.

Con las mismas finalidades, la protección de los propios, el diario lanzó una operación contra familiares del diputado Leopoldo Moreau, represalia evidente a su labor en la comisión que lleva adelante el juicio político a los jueces de la Corte. Los guionistas de “Il Padrino” no fueron capaces de imaginar este nivel de sofistificación en las artes mafiosas.

(Reseña de Hugo Muleiro)