Algunos Hitos

Elogio de la intensidad, por Daniel Rosso

En su defensa mediatizada, la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, asume a los medios concentrados como parte esencial del dispositivo acusador del lawfare

Cristina Kirchner, la voz más poderosa de la Argentina, denuncia desde adentro el dispositivo del lawfare

Cristina Kirchner, la voz más poderosa de la Argentina, denuncia desde adentro el dispositivo del lawfare


Télam // Lunes 29 de agosto de 2022 | 15:15

La voz más poderosa de la Argentina denuncia desde adentro el dispositivo del lawfare. La palabra, la de la Vicepresidenta, sale de un cuerpo que se mueve permanentemente frente a la cámara mientras intenta desarmar las acusaciones del aparato judicial, mediático, económico y político dominante. Cristina Fernández de Kirchner construye una defensa mediatizada.

Los medios hegemónicos han sido esos aparatos que siempre han ido a su encuentro para atacarla. Pero ahora es ella quien se coloca en su interior para contraatacarlos. Es una guerra de posiciones en los tiempos oscuros de la supuesta transparencia comunicacional. Ante una acusación mediatizada despliega una mediatización de su defensa.

Las manos, con sus uñas largas pintadas con un delicado esmalte blanco, revuelven, seleccionan y muestran papeles y, en esos deslizamientos, su cuerpo se desplaza ante la cámara trastocando la escena televisiva y digital: el micrófono toma la voz a distintas distancias por lo que el sonido adquiere diversas intensidades, por momentos se aleja, por momento se acerca. Es una voz que se mueve junto con un cuerpo que también se mueve. Ella dirá “no tengo experiencia en sets de televisión, como otros políticos”.

Ese cuerpo dispone de un exceso de movimientos con respecto a la pasividad propuesta por el encuadre de la cámara: la política demanda espacios amplios y la televisión ofrece escenarios restringidos. Los desplazamientos de la Vicepresidenta se rebelan ante los límites que intenta imponerle la gramática de los medios.

Pero es más que eso: en su búsqueda de mediatizar la defensa, a Cristina Fernández de Kirchner le resulta indispensable vincular permanentemente enunciados y pruebas y, por eso, sus manos se desplazan sobre el escritorio para encontrar los papeles y las maquetas que fundamentan lo que está diciendo. Por lo tanto, las manos y la voz se mueven formando parte del mismo proceso: el movimiento ante la cámara es el movimiento de la defensa cuando está siendo mediatizada.

Dado que el juicio tiene lugar también en los medios hegemónicos, la deconstrucción de las acusaciones la realiza en ese campo de batalla: por eso muestra y discute con las tapas de Clarín y de la Nación y lo hace ante una cámara que emite para cientos de medios analógicos y digitales.

La convicción en estado de belleza

En la lógica del lawfare, nos encontramos ante una acusación mediatizada a la que sólo se puede responder con una defensa mediatizada. Si la fiscalía adoptó el guión de los medios, la respuesta sólo puede consistir en cuestionar en los medios el propio relato de los medios. Porque lo que está diciendo Cristina Fernández de Kirchner es que los medios hegemónicos son los organizadores últimos y estratégicos del discurso del lawfare. Entre los distintos componentes del dispositivo – jueces, fiscales, políticos, servicios de inteligencia y comunicadores – son estos últimos los que más contribuyen a producir el discurso inculpatorio.

El desorden de papeles sobre su escritorio televisado es un indicador de productividad. Pero Cristina es mucho más que fuerza de trabajo: ella es, además, convicción concentrada. La Vicepresidenta pone en escena una creencia pero, además, un modo personal de creer. En escenarios donde abunda una convicción fluctuante, es decir, creencias que aparecen y desaparecen, creencias que son sustituidas por otras creencias, lo que la diferencia a ella es la intensidad y permanencia de su convicción.

En Cristina hay precisión argumentativa y, también, compromiso emocional. Por ese camino, transforma a la política en un arte de amar: es decir, de movilizar el campo de las emociones nacionales y populares. En el mismo proceso en el que el lawfare la intenta aniquilar, la relanza a la movilización de la argentinidad. Responde a la intensidad con mayor intensidad. Nos recuerda que una convicción adquiere estado de belleza cuando se ejerce en su máximo vigor. Paradójicamente, quien dice no tener “experiencia en set de televisión”, despliega una gran capacidad comunicacional: porque ella pone su cuerpo como frontera entre el amor por un proyecto de país nacional, popular, democrático y feminista y la reacción de los odiadores contra ese mismo proyecto de país.

En la escena televisada, desde el interior profundo del lawfare, y en sus efectos posteriores, parece gestarse la oportunidad para un cambio de estilo en la coalición gubernamental: en lugar de quitarse intensidad para intentar dialogar con los que no se la quitan, se trataría de reponer la belleza de las creencias intensas y de la movilización de los afectos. Para ello es necesario un cuerpo plebeyo que se ofrezca como frontera entre todo el amor del pueblo y todo el odio de los poderosos. Los cuerpos políticos que intentan disolver esa división, sólo logran que sea el odio de los que están en contra de los sectores populares el que se reproduzca con mayor eficacia.

Volver, es volver intensos.

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