
Patricia Bullrich salió con los tapones y los pelos de punta contra el líder del Frente Renovador en una “carta abierta” que difundió en pleno feriado del 12 de octubre: “Massa llama por teléfono con propaganda fraudulenta”. La ahora candidata macrista denunció las llamadas telefónicas que el comando de campaña electoral de Sergio Massa hace con un sentido “mentiroso, fraudulento y desesperado”. Claro que Bullrich nada dice sobre la “campaña sucia” que el PRO emprendió contra el oficialista Daniel Filmus en 2012, asociando al padre del entonces senador oficialista con el cuestionado programa “Sueños Compartidos” que comandaba Sergio Schoklender o la campaña que hace la diputada macrista Laura Alonso –subvencionada por fondos buitres—con imágenes falsas para desprestigiar al candidato presidencial del oficialismo Daniel Scioli.
Por Ángel Lisboa // Martes 13 de octubre de 2015 | 10:30
Ahora Bullrich, muy indignada, sabe de qué se trata en carne propia. La diputada PRO dice que los llamados telefónicos a los votantes consiste en un disco grabado que dice los siguiente: “’Massa ya lo pasó a Macri, usted porque motivo cree que esto sucedió; por el caso Niembro, porque Massa es el único que le puede ganar a Scioli en la segunda vuelta, porque Massa tuvo una campaña basada de propuestas’, etc. etc. Campaña sucia, re sucia, totalmente objetable y fuera de los parámetros de una verdadera democracia. Esto no lo hace una persona de bien”, relata y se indigna Bullrich en su “carta abierta a Sergio Massa”.
“Esta maniobra me causó una mezcla de indignación por la mentira y risa por la absurda desesperación que lo conduce la obsesión de tener poder”, sostiene la diputada tan obsesiona como el massismo con el mismo objetivo.
“Claro está, estuve revisando la crónica parlamentaria y entendí que no participó ni estuvo en los debates donde aprobamos por amplísima mayoría el Registro del NO LLAME. Un registro que protege a los ciudadanos de estos mensajes fraudulentos, algo similar a cuando le dicen que ganó un auto, o un viaje y es todo mentira. Aquí le adjunto la votación para que vea que (Massa) no estuvo”, cierra su carta abierta Bullrich, a la que es difícil creer que revisó algo sino que se “acordó” –o la asesoraron-- para argumentar su diatriba.
También, “claro está”, que de ser así los ciudadanos nos libraríamos de las llamadas de todos los candidatos, como los que Mauricio Macri y su vicejefa de gobierno porteño, María Eugenia Vidal --ahora devenida en candidata a gobernadora bonaerense-- saturan los teléfonos particulares.
Pero Bullrich omite que su fuerza política fue una de las que usó y utiliza este tipo de de “campaña sucia” contra sus competidores. Lo hizo el macrismo cuando en 2013 llamaba por teléfono a los votantes para decir que “sabía usted que el padre de Filmus es apoderado de los contratos de Scoklender en Sueños Compartidos”, cuando ni los contratos ni la condición de “apoderado” de su padre se ajustaba a la verdad.
Y lo por lo cual fue procesado el gurú ecuatoriano y mentor de la campaña electoral de Macri, Jaime Durán Barba. El oficialismo también denunció este año “la campaña de difamación incluye fotos de catástrofes ocurridas en países de Centroamérica o de situaciones que sucedieron hace años, ediciones de imágenes falsas de Daniel Scioli y de Karina Rabolini en lugares paradisíacos y con un sólo objetivo: difamar al candidato presidencial oficialista que ganó las últimas PASO en Argentina”.
Una campaña en la que estuvieron señaladas como grandes difusoras la diputada macrista Laura Alonso –cuya ONG está financiada por fondos buitre que nunca pudo explicar— y la pitonisa Elisa Carrió.
Claro que Bullrich se queja de la propia medicina que ideo el PRO para sus contrincantes. A lo que hay que sumarle, que tanto Bullrich como Alonso, fueron las diputadas opositoras que tuvieron los últimos contactos con el fallecido fiscal especial de la AMIA, Alberto Nisman, con el que acordaron y al que presionaban para hacer una denuncia en el Congreso contra la Presidenta por el supuesto “encubrimiento” de Irán en el atentado contra la mutual judía en 1994, durante el gobierno de Carlos Menem.
Ahora el Pro prueba su propia medicina de “campaña sucia”.