Ambos medios a través de sus editorialistas intentan instalar la idea de que el gobierno, y sobre todo, la presidenta de la nación, tiene una mirada fabulada de los aconteceres cotidianos, como piensan que le sucedió a Isabel Perón, ¿Pensarán en el mismo desenlace?
Sergio Villone // Domingo 21 de septiembre de 2014 | 19:49
Una vieja artimaña del relato anti kirchnerista que cobró fuerza con la muerte de Néstor Kirchner en 2010 reaparece esta semana a partir de dos columnas de opinión de dos importantes escribas de dicha construcción discursiva que busca, día a día, disputarle terreno a lo que ella misma denomina “Relato K”, un constructo que supuestamente trastoca la realidad, engaña a la gente y sólo busca favorecer las intenciones más perversas de un régimen maldito.
El miércoles, uno de los editores responsables del diario Clarín, Eduardo van der Kooy, escribió su columna y la tituló “Se amplía el divorcio con la realidad”. A la misma, la comenzó: “‘Me hace acordar a Isabel’. El comentario fue casi murmurado con preocupación extrema por un veterano empresario, afín al peronismo, que en aquella época del setentismo daba sus primeros pasos como hombre de negocios. Ese empresario estuvo en los últimos días con Cristina Fernández. Frente al estupor de quienes lo escuchaban, precisó: “El recuerdo tiene que ver por su desconexión con la realidad. Pero por ninguna otra cosa”. Hay realidades, contextos políticos y capacidades personales que resultarían inadecuados para insinuar cualquier comparación”.
Paso seguido, en la maniobra, van der Kooy aclara que las condiciones actuales de todo tipo no son asemejables a aquellas de mediados de los años 70, pero repite: “Nada de todo aquello, salvo cierta ajenidad con la situación que la circunda, sería asimilable al presente de Cristina”.
Igual razonamiento plagado de una irrefrenable expresión de deseos evidentes de que se repita hoy lo que le pasó a Isabelita después- sigue Pablo Mendelevich en La Nación. En su columna de opinión de hoy domingo titulada “Las recetas reversibles del museo peronista”, Mendelevich rememora. “La primera presidenta que usó el recurso (poco eficaz) de fingirse exitosa en medio de crecientes dificultades, dejando saber que analizaba la posibilidad no de irse sino de buscar otro mandado fue Isabel Perón en 1975 (quien, además, quiso adelantar las elecciones para el 17 de octubre, ¡qué fecha neutral!, de 1976). Me apuro a aclarar que el estado del país en aquel momento, signado por la violencia política y por una inflación de tipo espiralada, no tiene punto de comparación con la actualidad. Y que ni siquiera el marco legal es el mismo, porque la atosigada viuda de Perón tenía la reelección disponible, por más que el sentido común le recomendara un descanso.
Pero el truco de eternizar la legitimidad de origen del gobernante (Isabel no había sido votada por el 54% sino, del brazo de su marido, por casi el 62%) para tratar de mitigar el debilitamiento producido por la gestión estaba presente en el meneo de una continuidad irreversible”.
Extraño paralelismo 4 años después de la desaparición de Néstor Kirchner y del rotundo triunfo de CFK en soledad de 2011. Quizás una apuesta a que el año próximo se dé lo que el Relato Anti K esperaba en 2011 pero que no terminó dándose. Un discurso mediático opositor que por estos días ya no se conforma con esperanzarse con la derrota K sino también que le echa brasas al fuego de que además el kirchnerismo quiere perder en 2015 para volver en 2019. Le llama La Gran Bachelet, sin preguntarse: ¿quién quiere perder una elección?