Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri fue el opositor más radical: en campaña, comprendió que sin abandonar el espacio "anti", debía prometer sostener algunos logros. En noviembre de 2015, cuando Mauricio Macri venció en el balotaje a Daniel Scioli, las celebraciones giraron en torno al "Fin de ciclo" más que alrededor de la elección de un gran estadista: se votó "en contra de".

El macrismo, durante cuatro meses de gobierno, señaló los errores del pasado para justificar medidas del presente. La gestión se define por oposición a las decisiones del kirchnerismo. En simultáneo, las promesas de "sostener lo bueno" caen una por una.

Esta dinámica "anti" ofreció al macrismo un rédito en las elecciones de 2015 pero lo complica a la hora de la gestión: la ciudadanía con el kirchnerismo fuera del poder le reclamará medidas a la Alianza Cambiemos.

Lo mismo sucede en torno a la conducción política: al haber construido en contra de un liderazgo, Macri se resignó a que su figura no convoque multitudes: el Presidente de la Nación no genera adhesión por fuera del rechazo al kirchnerismo. Esto también debilita su conducción: algunos de sus aliados, como Elisa Carrió juegan el partido de la política sin obedecer al DT de Cambiemos.

Con el regreso de Cristina al centro de la escena, el macrismo fidelizó a los propios vía rechazo a la figura de la ex-Presidenta pero al mismo tiempo, corre el riesgo de que los desencantados de Cambiemos (los nuevos desocupados, por ejemplo) vean en la exmandataria a la única figura opositora y garante de las fuentes laborales.

Jaime Durán Barba tenía otro plan, varias veces explicitado en distintas entrevistas: hundir en el olvido a Cristina Fernández de Kirchner dejando de nombrarla, citarla y orientando la gestión de cara al futuro. No se pudo: el triunfo de la "línea Clarín-Carrió" arruinó los planes y la ex-Presidenta volvió al centro de la escena, lo que obligó al Gobierno Nacional a comportarse como oposición a una ciudadana que hoy no ostenta ningún cargo político.

La estrategia quer sirvió para llegar al poder es, en simultáneo, la principal debilidad del macrismo, que puede quedar condenado a orbitar alrededor de la figura de Cristina incluso después de haberse hecho con el Sillón de Rivadavia.