el Gobierno de los CEOs

La muerte en Cambiemos

"Parecen hechos disociados, pero la desaparición del submarino ARA San Juan, el asesinato de Rafael Nahuel y la muerte de Santiago Maldonado comparten un sino fatal: un Estado cooptado por una casta cuyo interés vital es generar un modelo para hacer negocios cueste lo que cueste.

La muerte en Cambiemos

Martes 05 de diciembre de 2017 | 23:18

(Por Sergio Villone) Mucho se ha escrito y hablado acerca del Gobierno de los CEOs, pero pocas veces esa caracterización tuvo tanta incidencia en la escena política como desde que Cambiemos logró instalar que en las últimas elecciones legislativas obtuvo un triunfo tan contundente que le permite y legitima ir por todo, en una ofensiva brutal por lograr la restauración de privilegios y negocios que de algún modo habían sido morigerados desde 2003 a 2015.

En tantísimas oportunidades, también, se ha indicado que un modelo como el que encarna la alianza entre el PRO y la Unión Cívica Radical no cierra sin represión a la protesta social. Los hechos de la última semana, sumados a los acontecidos desde la asunción de Mauricio Macri y su cohorte de ejecutivos, obligan a un diagnóstico que estremece: por primera vez, cobijada bajo millones de votos, una pandilla de rapiñeros de alta gama gobierna a la Argentina.

Esos bandoleros asumieron que la legalidad bien puede ponerse en valor “con el Winchester en la mano”, y que la defensa de los intereses económicos de latifundistas extranjeros, petroleras, agroexportadores, financistas, banqueros, mega empresarios y grupos mediáticos oligopólicos está por encima del valor que tiene la vida.

Hace algunos años, el empresario inmobiliario Nicolás Van Ditmar, rodeado de empleados de la firma Hidden Lake, perteneciente al magnate inglés Joe Lewis, amenazó: “Vamos a defender la propiedad privada con el Winchester en la mano, con sangre si hace falta”.

En los últimos días, en voz alta, el obispo de Bariloche Juan José Chaparro advirtió a “las autoridades” del Estado que deben abrir “canales de diálogo” con las comunidades mapuches, en el marco del asesinato del joven Rafael Nahuel, de apenas 22 años, para que hechos como ése “no se repitan y no comencemos a sumar muertos”.

Pese al proverbial conservadurismo de la jerarquía eclesiástica argentina, las definiciones del obispo de Bariloche en estos tiempos se apoyan nada menos que en las expresiones apostólicas del papa Francisco, quien ya en la encíclica Laudato Si señala que “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada”.

Para quienes se sientan sorprendidos por el nivel de violencia política que exuda el régimen macrista, sería bueno que reparen en este momento histórico, porque la oligarquía siempre instaló que la violencia armada la origina el Pueblo. Así sucedió en los años 70, así comienza a ser relatada por los nuevos ideólogos del enemigo interno.

Una colega rosarina, Ilka Luetich Podestá, a propósito del homicidio de Rafael Nahuel, publicó en la red social Facebook una reflexión inquietante: “A todo esto, ¿Benetton y Lewis no saben/no contestan?”. El posteo de la periodista subraya que “es una reflexión acerca de hechos que ocurren en la zona donde tienen las tierras Benetton y Lewis; hechos que obviamente no pasan desapercibidos aunque los dueños no se encuentren en el país. Benetton pone el foco de sus campañas publicitarias en aquellos que son discriminados, las minorías vulnerables, los refugiados, el sida, etc. Lewis ha desarrollado eventos benéficos en sus tierras para niños vecinos, incluidos mapuches. Entonces su silencio se torna ominoso y cargado de sentido ante hechos que deberían conmoverlos. En el predio Lewis está el Lago Escondido, que era público hasta que aquel adquirió las tierras, cuyo proceso de adquisición merece un capítulo aparte. El presidente Macri es amigo personal de Lewis y ha parado en su propiedad. Supongo que se ha bañado en el lago, cuyo acceso a la población general es prohibido, si es necesario, «con el Winchester en la cintura»”. Luetich Podestá también recordó a los matones que prometen regar con sangre ajena la Patagonia (...).

Hace poco más de un año, el ex ministro de Educación Esteban Bullrich, en el marco de la inauguración de un Hospital Escuela de Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Negro dijo la trístemente célebre frase “esta es la nueva Campaña del Desierto, pero sin espadas, con educación”.

La expresión desconcertó a algunos, irritó a muchos más, pero también generó reflexiones de quienes no tomaron esos dichos como un discurso casual o infortunado.

La periodista Nora Veiras, en un artículo publicado en Página 12, recordó que apenas un mes antes de pronunciar la frase, “Bullrich había dicho que Soy Roca, la biografía de Félix Luna sobre el ideólogo y ejecutor del exterminio de los pueblos originarios es uno de sus libros de cabecera. Quizás esa inspiración sumada al escenario, Choele Choel, la ciudad fundada en 1879 durante la llamada Segunda Campaña al Desierto, inspiró el breve discurso del ministro ante la invitación del gobernador Alberto Weretilneck”.

Aquel dijo otras dos cositas, el ahora senador nacional por la provincia de Buenos Aires: “Sin profesionales que multipliquen lo que hacemos, no sirve de nada porque no estaríamos poblando este desierto”. Y acto seguido aclaró: “Ustedes hacen que no sea un desierto”.

Veiras dialogó con el historiador Sergio Wischñevsky, quien señaló algo más que interesante: “Apelan al «desierto» porque consideraban que toda la gente que vivía ahí no era gente. Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano analizaron, en un ya clásico ensayo, que la idea del desierto surge de Europa, donde ellos se consideraban la civilización y veían al mundo árabe como el desierto. Esa concepción se traslada a Buenos Aires como la civilización que avanza sobre la barbarie. Es increíble que nuevamente apelen a esa idea de avanzar sobre el atraso”.

Wischñevsky, además, remarcó que “lo más triste es que esa campaña fue un genocidio. Miles de indios fueron exterminados o enviados a la Isla Martín García, fueron torturados en lo que puede analizarse como uno de los primeros campos de concentración”.

El historiador, que hace más de un año no sabía que las fuerzas de seguridad federales iban a apresar a pequeños mapuches de entre un año y siete e iban a amarrar sus manitos con precintos de plástico, sí recordó que “Marcelo Valko, en su libro Pedagogía de la Desmemoria, cuenta que (durante la Campaña del Desierto) hubo una epidemia de viruela que mató en masa a los indios, hicieron hornos crematorios y a los muertos para que no contagien los iban tirando a los hornos. A los chicos que quedaban huérfanos los ofrecían en avisos en los diarios, que decían «pequeño indiecito se vende para servicio doméstico y otros quehaceres»”.

Pero lo que le da perfecto anclaje a aquella matanza de indios con el accionar actual de los CEOs asociados con el radicalismo es algo que Wischñevsky recuerda con precisión: “Ese avance criminal permitió que se apropiaran de once millones de hectáreas y se repartieran entre unas 290 familias, entre ellas los Martínez de Hoz fueron beneficiadas con 2,5 millones de hectáreas”. Nora Veiras destacaba en su nota que “la familia Bullrich, con dos ministros en el gabinete de Cambiemos, fue otra de las beneficiarias de los grandes latifundios bonaerenses surgidos de la Campaña al Desierto. Una marca en el ADN”.

Y hablando de ADN, la Agencia Digital de Noticias de Río Negro (ADN), publicó el año pasado, a propósito de la brutal expresión de Bullrich, un artículo firmado por el docente Martín Díaz titulado “Bullrich lleva en su ADN la conquista del desierto”.

En ese texto, se recuerda un dato elocuente: “No debemos olvidar que el ministro de Educación es chozno de Adolfo Bullrich, quien nació en 1833, estudió en Alemania, se alistó en la Guardia Nacional y el 3 de abril de 1867, fundó Adolfo Bullrich y Cía, una casa de remates. En el solar que hoy ocupa el Patio Bullrich, entraban grandes tropas de vacunos y se vendían vastas tierras ganadas al indio durante la Campaña al Desierto. Julio Argentino Roca (su amigo) lo designaría intendente de la Ciudad de Buenos Aires en su segunda presidencia. Su amistad con Roca y su Campaña nos hacen comprender por qué los Bullrich se encuentran entre los grupos agropecuarios con más de veinte mil hectáreas en la provincia de Buenos Aires y por qué Esteban Bullrich no vacila en reivindicar la Conquista del Desierto y en proyectar sobre el presente su arrasador sentido de la civilización”. Y por cierto plantea una nueva demostración de por qué en este gobierno la muerte es protagonista".

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