
Mientras la pobreza se dispara y el gobierno celebra el déficit cero, hay un sector social que vive al margen del derrumbe: gana en dólares, opera con criptomonedas, no paga impuestos y no pisa una oficina. ¿Los nuevos héroes del mercado o la cara oculta de la desigualdad digital?
Viernes 25 de julio de 2025 | 18:57
Cripto o pobreza: la Argentina dolarizada de los que ganan en Bitcoin y evaden impuestos
La Argentina libertaria no es solo motosierra y ajuste. También es una tierra fértil para los que se adaptaron al mundo del trabajo remoto global, las billeteras virtuales y la evasión legalizada vía criptoactivos. Mientras el 60% de los chicos no come carne regularmente, hay influencers financieros que enseñan cómo mover USDT a Panamá en cinco clics. Y tienen miles de seguidores.
El Estado, reducido a cenizas, ya no regula ni controla. Y ese vacío es aprovechado por una nueva clase de freelancers, traders, “digital nomads” y programadores que cobran en monedas estables, pagan bienes en negro y se desconectan cada vez más del país en el que viven. Una Argentina paralela.
Muchos celebran esta independencia financiera como el futuro del trabajo. Pero no tienen obra social, ni jubilación, ni protección alguna. Y mientras tanto, sostienen el relato del emprendedor exitoso como tapadera del ajuste salvaje que condena al resto. El problema no es que ganen en dólares. El problema es que naturalizamos una economía de castas: los conectados y los descartados.
La mayoría de estos ingresos en dólares se canaliza por plataformas como Binance, Payoneer o Airtm. Se usan métodos no regulados, no declarados, y por lo tanto exentos de toda tributación. El discurso dominante es claro: si el Estado no me da nada, yo tampoco le doy nada al Estado.
Pero el costo de esa lógica no lo paga el que invierte en cripto: lo paga el que va al hospital sin insumos, la escuela sin gas, el tren sin frenos. La evasión sofisticada es tan dañina como la evasión estructural. Solo que tiene mejor prensa.
La Argentina de Milei no es un paraíso fiscal: es un campo de batalla donde algunos escapan por la puerta lateral del sistema mientras otros son aplastados por las reformas. En este contexto, la criptoeconomía no es revolución, es privilegio. Y los que mejor viven son los que menos contribuyen.
El modelo de país que se impone es claro: sobrevivir solo si podés facturar en dólares y desaparecer si vivís en pesos. Todo lo demás, es relato libertario para redes sociales.
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