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COLECTIVEROS: “Milei tiene en la cabeza que es un emperador y nosotros esclavos”

Gabriel Gusso, secretario gremial de la UTA, cuestionó con dureza el modelo de ajuste salvaje del gobierno y denunció que los colectiveros no pueden seguir trabajando en condiciones de esclavitud moderna mientras el presidente dinamita el Estado y entrega la soberanía nacional.

COLECTIVEROS: “Milei tiene en la cabeza que es un emperador y nosotros esclavos”

En Orsai // Martes 06 de mayo de 2025 | 08:14

 

En una entrevista con Delta 90.3, el dirigente sindical exigió un salario de 2,5 millones de pesos para los choferes de colectivos, advirtió sobre los peligros que implica el agotamiento extremo en el transporte público y acusó a Javier Milei de gobernar como un emperador ajeno a las necesidades del pueblo. “Vamos camino a un colapso social y nadie lo detiene”, afirmó.


La paciencia tiene un límite, y en la Argentina que preside Javier Milei, ese límite ya fue largamente sobrepasado. Gabriel Gusso, secretario gremial de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), lo dejó claro en una entrevista con el programa Wake Up Team por Delta 90.3, donde desnudó con crudeza la angustia y el hartazgo que atraviesan los trabajadores del transporte público.

“Queremos dos millones y medio de pesos para poder vivir con nuestras familias, pagar el alquiler, el auto, los impuestos, y comer un asado los domingos”, expresó Gusso, marcando no sólo una reivindicación salarial concreta, sino una declaración de principios: los choferes quieren una vida digna, no lujos, sino derechos básicos que el actual modelo económico les niega sistemáticamente.

El reclamo no es caprichoso. En un contexto donde el salario mínimo vital y móvil está fijado en $290.000 y los jubilados perciben $270.000 de bolsillo, exigir una recomposición salarial parece una cuestión de supervivencia. “Nosotros queríamos tener una vida normal, sin tener que tener un segundo trabajo, porque se nos van a quedar dormidos los trabajadores y va a morir gente arriba del colectivo”, advirtió con desesperación.

Los datos duros del ajuste brutal que está implementando el gobierno libertario se cruzan con la realidad concreta de quienes sostienen el país todos los días. La figura del colectivero —tan estigmatizada por algunos sectores— es aquí presentada con toda su carga de responsabilidad. “El colectivero tiene que estar con todos los sentidos despiertos para manejar un transporte público. Pero no podemos explotar a la gente. La época de la esclavitud se ha terminado”, sostuvo Gusso.

La denuncia no quedó ahí. El sindicalista fue más allá, apuntando directamente contra la cabeza del Ejecutivo: “Esta libertad que nos propone Milei realmente parece que tiene en la cabeza que nosotros somos esclavos y él es un emperador”.

No se trata sólo de retórica incendiaria. Las palabras de Gusso reflejan un hartazgo colectivo que se multiplica en cada sector de la economía real. El trabajador del transporte no sólo se enfrenta al estrés de la jornada laboral, sino a un riesgo penal que puede arruinarle la vida: “Estamos arriesgando nuestros registros, porque si tenemos un accidente que nos abra una causa penal, no podemos recuperar el carnet de conducir”, explicó.

Mientras tanto, la economía familiar cruje. El dirigente reveló que muchos compañeros “están pagando en cuotas la tarifa de luz y gas”, y que la obra social también sufre las consecuencias de la dolarización encubierta que impone el plan económico. “Tenemos que pagar insumos en dólares, y si no tenemos un salario competitivo, nuestra obra social no puede cumplir su función”, remarcó.

En este escenario de precarización y desprotección, la bronca también apunta al Congreso, cómplice pasivo de la avanzada libertaria. “Milei saca préstamos sin ningún respaldo constitucional, y el Congreso no le pone un freno. Si esto es extender la agonía de este gobierno, yo no pienso que pueda pasar de agosto cuando se le acabe la plata”, lanzó Gusso con una mezcla de indignación y certeza.

Por si faltaba una muestra más del desinterés oficial por la soberanía nacional, el sindicalista denunció que “Israel —o cualquier otro país— está explotando petróleo en nuestras Malvinas y el gobierno no hace nada, no presenta ningún reclamo”. La imagen de un presidente obsesionado con “destruir el Estado desde adentro” completa el cuadro de una Argentina que se encamina a una crisis de dimensiones históricas.

En su intervención, Gusso dejó en claro que no se trata de una pelea sectorial. Lo que está en juego es el modelo de país. Y ese modelo, según sus palabras, ya no puede sostenerse. “Es un desastre la miseria que tenemos en la República Argentina. Una locura como estamos pasando las cosas”, concluyó.

Mientras tanto, los colectivos siguen circulando. Los choferes, agotados y al límite, sostienen con el cuerpo una estructura que el presidente está decidido a demoler con discursos de odio, motosierra en mano y una brutalidad que no admite ni diálogo ni consenso.

La salud en terapia intensiva: el ajuste de Milei hunde a las obras sociales

Gabriel Gusso, dirigente de la UTA, denunció que los colectiveros pagan insumos en dólares para sostener una obra social que no puede garantizar prestaciones básicas. El modelo libertario no solo revienta salarios: también dinamita el sistema solidario de salud.

El gremio del transporte advirtió que sin un salario competitivo, las obras sociales colapsan por la suba descontrolada de precios dolarizados en medicamentos, tratamientos y estudios. Mientras Milei habla de libertad, miles de trabajadores pierden el acceso a una salud digna. “Estamos pagando la luz y el gas en cuotas, y también la vida en cuotas”, disparó Gusso.

No hay salud sin salario. Y no hay salario digno bajo el modelo económico de Javier Milei. Lo dijo sin rodeos Gabriel Gusso, secretario gremial de la UTA, en una entrevista que encendió todas las alarmas sobre la dramática situación que atraviesan las obras sociales en la Argentina. “Tenemos que pagar insumos en dólares para la obra social, y si no tenemos un salario competitivo, nuestra obra social adolece de un montón de dificultades para poder cumplir su función”, afirmó.

La advertencia no es menor. En un país donde el Estado se retira sistemáticamente de sus obligaciones básicas, el sistema solidario de salud que históricamente sostuvieron los gremios se encuentra al borde del colapso. Las obras sociales sindicales, que cubren a más de 16 millones de argentinos, dependen de los aportes salariales de los trabajadores. Si los salarios se pulverizan, el acceso a medicamentos, tratamientos y estudios médicos desaparece con ellos.

Pero la ecuación es aún más perversa. El plan económico de Milei no solo licúa ingresos, sino que internacionaliza los costos. Gusso lo explicó con claridad: los insumos médicos se pagan en dólares, desde jeringas hasta prótesis. En ese marco, mantener funcionando una obra social se vuelve una tarea imposible si los aportes se siguen calculando en pesos devaluados.

Mientras tanto, los trabajadores del transporte hacen malabares para llegar a fin de mes. “Tenemos compañeros que están pagando en cuotas la tarifa de luz, la tarifa de gas”, relató Gusso. El endeudamiento ya no se limita a bienes de consumo o electrodomésticos: alcanza los servicios esenciales, la comida y ahora también la salud. La Argentina de Milei impone la financiarización total de la existencia: vivir, literalmente, se paga en cuotas.

La situación se vuelve aún más crítica cuando se cruza con el riesgo permanente que implica la labor diaria de un colectivero. “Nosotros estamos arriba del colectivo con una responsabilidad enorme. Si tenemos un accidente, nos abren una causa penal y perdemos el registro. No podemos darnos el lujo de estar enfermos ni física ni mentalmente”, alertó el dirigente. Pero el acceso a estudios médicos, controles psicológicos o tratamientos está cada vez más lejos.

El sistema de salud público, por su parte, también sufre el recorte furioso del gobierno nacional. Las provincias no dan abasto, y el Estado nacional ha decidido abandonar por completo su rol. Los hospitales colapsan, no hay insumos, y la brecha entre quienes pueden pagar una prepaga y quienes dependen de la obra social o del hospital público se vuelve un abismo. En este contexto, las obras sociales sindicales son la última trinchera. Pero Milei, con su motosierra, también apunta a destruir esa red.

El modelo libertario de Milei es tan cruel como ineficaz. Exige a los trabajadores que mantengan la productividad, que arriesguen su vida en las rutas, que lleguen a horario, que no se duerman al volante, pero no garantiza ninguna de las condiciones mínimas para que eso sea posible. “Queremos vivir una vida normal, no lujos. Solo tener salud, comer un asado, y no preocuparnos si el mes que viene podremos pagar los medicamentos de nuestros hijos”, sintetizó Gusso.

La UTA no es el único gremio que enciende alarmas. Las obras sociales de docentes, bancarios, metalúrgicos, camioneros y estatales atraviesan la misma tormenta. Los pedidos de asistencia al Estado se multiplican, pero la respuesta es siempre la misma: ajuste, recorte y abandono.

En lugar de reforzar el sistema de salud, Milei propone su privatización total. Su dogma anarcocapitalista ve en la salud un bien de mercado, no un derecho humano. El resultado es previsible: quienes puedan pagar en dólares vivirán, el resto quedará a la intemperie. Gusso lo dijo sin eufemismos: “Esta libertad que nos propone Milei parece una nueva esclavitud. Estamos solos”.

Mientras tanto, el Congreso mira para otro lado. “Me quejo también del Congreso que no le pone un freno a esto”, disparó el sindicalista, marcando un límite al silencio cómplice de quienes deberían controlar al Ejecutivo. Porque en esta Argentina arrasada, cada día sin freno al ajuste es un día más sin salud, sin remedios, sin obras sociales, sin futuro.

 

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