
La elección del domingo trazó un nuevo panorama para el partido que hace jugar a todos a su alrededor. Referentes históricos cayeron a manos de los candidatos que impulsó La Cámpora a través de sus distintos referentes. Los nuevos desafíos para las nuevas generaciones del peronismo.
D. M. // Martes 11 de agosto de 2015 | 15:34
Lula Da Silva condujo a Brasil a través de un crecimiento que incorporó a millones de personas a la clase media. Muchos ciudadanos que no podían acceder a distintos bienes, lograron hacerlo: un primer auto, bienes de consumo, acceso a bienes culturales, etc. Lula comprendió que las demandas se actualizaron y que, quién accedió a su primer auto, ahora pide, por ejemplo, mejores rutas y autopistas. Así, llamó a atender esas nuevas demandas o el PT quedaría relegado.
Argentina vivió un proceso similar. Aquí, además de la inclusión de enormes sectores a la clase media, se vivió una recuperación de aquellos que debido a las políticas neoliberales habían perdido dicho status.
El peronismo se encontró ante una encrucijada: el crecimiento económico y la inclusión de millones de personas a la maquinaria del consumo incrementó demandas que, en lo habitual, son puestas en discurso por otros partidos.
Aníbal Fernández lo ilustró con su habitual destreza: “La clase media pasó muy rápido de la cacerola al plasma”. Esta frase no enuncia aquello que en el fondo dice: los sectores medios, en gran proporción, interpretan el progreso económico como logro personal y el rol del Estado no es percibido como dinamizador de la propia economía. En lo personal, si va mal es culpa del Estado. Si va bien, es mérito propio.
El conurbano bonaerense fue el destinatario de muchas de las políticas sociales inclusivas que desplegó el gobierno nacional desde la llegada de Néstor Kirchner en 2003. El crecimiento del empleo fue acompañado, sobre todo durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, con la Asignación Universal por Hijo, la universalización de la cobertura de jubilaciones, el plan PROGRESAR para jóvenes que estudian, la Asignación por Embarazo para Protección Social y el más nuevo: “Qunita”, entre otros.
Tras varios años de implementación, lo que se percibía como una novedad se comprende como un derecho adquirido y las demandas se modificaron.
La elección del domingo dejó fuera de carrera a varios personajes que se presumía morirían ejerciendo la intendencia: Luis Acuña en Hurlingham, Raúl Othacehé en Merlo, Mariano West en Moreno. El común denominador es que en todos esos territorios, La Cámpora jugó fuerte y ganó. Lo mismo se vivió en Lanús, donde Julián Álvarez se impuso; en Mercedes el delfín de Wado de Pedro fue el más votado y en San Vicente el “Chapu” Barralle ganó la interna.
Se unieron varios factores. Muchos de los derrotados tuvieron una breve y dolorosa aventura massista: Otacehé y Zuccaro son un ejemplo. Luis Acuña se mantuvo fiel a Sergio Massa pero sólo porque el FPV le negó el retorno: se sabe que Juan Zabaleta ganará la elección y el actual intendente está más que complicado en la Justicia.
La Cámpora, estigmatizada desde la oposición y subestimada por los medios, demostró un poder que sólo la propia militancia comprendía. Jóvenes y militantes que tomaron como propias las nuevas demandas que generó la movilidad social ascendente, se movieron por todo el conurbano bonaerense llevando una propuesta de renovación. En Moreno, el camporista Walter Festa derrotó en la PASO a Mariano West, quien llevaba 20 años al mando: la juventud conducida por José Ottavis fue clave en todo el entramado de la campaña.
En Lanús, Julián Álvarez se impuso a Néstro Grindetti, hombre fuerte de Mauricio Macri: allí la lógica es la misma, juventud y militancia.
Pero no sólo se trata de caminar los barrios.
La renovación deja ver un nuevo horizonte en la conducción del peronismo. Un horizonte que fue ampliado por el liderazgo que ejercieron Néstor Kirchner, Cristina Fernández y más acá, Máximo Kirchner y La Cámpora. Nuevas demandas exigen plasticidad política sin descuidar los pilares históricos del peronismo.
Las generaciones más jóvenes del peronismo impulsaron una renovación en las urnas. El debate político y la militancia puerta por puerta quebraron las viejas estructuras del partido heredadas, en muchos casos, del menemismo.
Para aquellos que estaban acostumbrados a comprar con dinero la militancia y las patotas se les hizo imposible vencer a estructuras de campaña en las que cada lugar está ocupado por un cuadro político o técnico que deja todo por una victoria que siente propia. Ahí está la diferencia.