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Salud mental digital: ¿solución o parche tecnológico ante el vaciamiento del sistema público?

La salud mental, ese terreno movedizo que durante décadas estuvo relegado a un rincón oscuro del debate público, ha encontrado en los últimos años una extraña popularidad. Aplicaciones de terapia, chats automatizados, consultas por videollamada: el paisaje digital se ha poblado de alternativas que prometen acompañarnos en nuestros peores momentos. Pero, ¿estamos realmente frente a una revolución accesible y eficiente, o sólo tapamos con pantallas el colapso silencioso de los sistemas públicos de atención?

Salud mental digital: ¿solución o parche tecnológico ante el vaciamiento del sistema público?

Martes 06 de mayo de 2025 | 12:18

La promesa digital: ayuda al alcance de un clic

No es un secreto. La pandemia de COVID-19 aceleró la digitalización de todos los sectores, y la salud mental no fue la excepción. En 2024, se estimaba que el mercado global de aplicaciones de salud mental superara los 7.480 millones de dólares, según un informe de Grand View Research. Atractivo, rápido, y en muchos casos, barato: basta con descargar una app, registrarse y empezar a hablar, a veces con profesionales humanos, otras veces con bots entrenados para ofrecer "apoyo emocional".

Pero no todo brilla. Mientras se multiplicaban las startups de "wellness digital", los hospitales públicos y los centros de atención comunitaria reportaban listas de espera de hasta seis meses para una primera consulta presencial en países como España, Argentina o México. La pregunta inevitable aparece: ¿estas herramientas digitales nacieron para complementar el sistema o simplemente para tapar sus grietas más visibles?

¿Quién puede pagar su salud mental?

Parece sencillo. Descargas una aplicación, pagas una suscripción, accedes a terapia en línea. Sin embargo, una suscripción mensual puede costar entre 40 y 150 euros. Y aquí surge el problema de fondo: la brecha económica. Mientras quienes tienen recursos acceden a plataformas de atención inmediata, quienes dependen de los servicios públicos deben esperar o resignarse.

En un informe publicado en 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba que el 80% de las personas que viven en países de ingresos bajos y medianos no reciben tratamiento adecuado para sus trastornos mentales. ¿Realmente una app puede resolver esta desigualdad estructural?

No hay un problema económico, solo de infraestructura. Además, el entorno digital conlleva sus propios problemas, como la vigilancia. En este caso, la solución es más sencilla: descargar aplicaciones VPN para PC y smartphones. Al usar una películas de guerra Netflix, puedes recuperar tu privacidad. Las buenas aplicaciones VPN, como VeePN, impiden que te rastreen ni que rastreen tus datos. Esto se consigue mediante el cifrado y la sustitución de la dirección IP.

Automatización emocional: ¿compañía o simulacro?

Hablemos claro: no todas las herramientas digitales ofrecen contacto humano. Muchas utilizan inteligencia artificial para replicar diálogos terapéuticos. "¿Cómo te sientes hoy?" pregunta un chatbot. Tú escribes "triste", el sistema responde "lo siento mucho, recuerda que es válido sentirse así". Una respuesta genérica. Amable, pero vacía.

Un estudio realizado por la Universidad de Stanford en 2023 reveló que los usuarios de chatbots de salud mental informaron una disminución del 23% en sus síntomas de ansiedad después de tres meses de uso. Suena bien, sí. Pero también reportaron una caída del 17% en su sensación de conexión humana. Menos ansiedad, más soledad. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por la eficiencia?

El vaciamiento silencioso del sistema público

Mientras el sector privado de salud mental florece en el terreno digital, los sistemas públicos, en muchos casos, se marchitan. En España, por ejemplo, el gasto en salud mental representa apenas el 5% del presupuesto total destinado a sanidad, según datos de la Confederación de Salud Mental España. Paradójicamente, la demanda de atención psicológica en el sistema público se ha duplicado en los últimos diez años.

¿Casual? Han surgido diferentes escenarios. La digitalización no es la solución para una vacante. Se encarga de un contexto financiero y político priorizado por lo estructural. Es más fácil encontrar una aplicación que traiga nuevos centros de salud mental o consultores profesionales. La mayoría de la gente tiene miedo. Sin embargo, más vale prevenir que curar. Es más fácil instalar VeePN y tener tranquilidad al usar internet que intentar recuperar tus datos, acceso a cuentas o privacidad más tarde. Mientras tanto, responsabiliza a la persona: si no necesitas hablar en línea, el problema eres tú.

¿Camino mixto o resistencia?

Decir que la salud mental digital es en sí mala sería un error. Para muchas personas, las plataformas online representan la única puerta de acceso que tienen a la ayuda. También han permitido innovaciones interesantes: terapias breves, grupos de apoyo virtuales, programas de prevención adaptados a jóvenes.

Pero depender exclusivamente de ellas sería suicida. La atención presencial sigue siendo, para millones de personas, insustituible. La calidez humana, la capacidad de leer matices más allá de las palabras escritas, el apoyo comunitario: todo eso no puede ser reemplazado por un algoritmo. O no todavía.

Reflexión final: ¿parche o palanca?

Quizás la verdadera pregunta no es si las soluciones digitales son buenas o malas. Sino para qué las estamos utilizando. Si son una palanca que nos ayuda a expandir y fortalecer los sistemas públicos, bienvenidas sean. Si sólo son un parche para maquillar su deterioro, entonces estamos profundizando el problema.

Una sociedad que terceriza su salud mental en aplicaciones corre el riesgo de normalizar el abandono estatal. De aceptar que sentirse solo, triste o ansioso sea tratado como un asunto de "autoayuda" y no como un derecho colectivo a recibir acompañamiento digno. Y eso, más allá de cualquier estadística o avance tecnológico, debería alarmarnos.

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