Fernando Cerimedo, estratega digital de Javier Milei, enfrenta acusaciones por dirigir milicias digitales que hostigan a críticos del gobierno, en un esquema similar al de Jair Bolsonaro en Brasil. Denuncias de Malena Galmarini y la rendición de Elon Musk ante la justicia brasileña revelan una trama de trolls, noticias falsas y un entramado de poder que incluye a figuras clave del entorno presidencial argentino.

El libertario y estratega digital de Javier Milei, Fernando Cerimedo, está en el centro de un escándalo internacional que expone las tácticas oscuras de las milicias digitales en Argentina y Brasil. La red de trolls y operadores online que encabeza Cerimedo ha sido señalada tanto por la justicia brasileña, en una causa que involucra al expresidente Jair Bolsonaro, como por denuncias en Argentina encabezadas por Malena Galmarini. La situación pone en jaque no solo al propio Cerimedo, sino a toda la estructura política y comunicacional de Milei, mientras la justicia de ambos países avanza en investigaciones que revelan un complejo entramado de poder digital.

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Cerimedo, quien maneja el sitio *La Derecha Diario*, ha admitido públicamente en una entrevista con *La Nación* que controla “un montón” de trolls, lo que no tardó en desencadenar denuncias. Entre ellas, destaca la presentada por Galmarini, quien acusa a Cerimedo de coordinar un sistema de acoso digital organizado contra figuras públicas, periodistas y ciudadanos que critican al gobierno de Milei. Lo alarmante es que esta maquinaria de trolls no se limita a insultos y ataques coordinados, sino que incluye prácticas aún más peligrosas como la exposición de datos personales, conocida como *doxeo*, lo que agrava el clima de violencia y miedo en las redes sociales.

La trama libertaria no termina en Cerimedo. Detrás de él, según varios informes y fuentes judiciales, aparece la figura de Santiago Caputo, un poderoso asesor de Milei que, según se indica, maneja desde las sombras el control de estas milicias digitales. Caputo, quien también ha sido señalado en operaciones anteriores de desprestigio contra la oposición, aparece en un rol clave no solo por su influencia dentro del gobierno de Milei, sino por sus conexiones con el juez federal Ariel Lijo, quien está a cargo de investigar las denuncias contra Cerimedo.

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El caso se complica aún más por la situación de Lijo. Recientemente propuesto para ocupar un puesto en la Corte Suprema, el juez se encuentra en una posición incómoda: la causa que investiga está directamente ligada al principal asesor presidencial que, al mismo tiempo, impulsa su ascenso en la estructura judicial del país. Este conflicto de intereses ha ralentizado el curso de la investigación, generando sospechas sobre la independencia del poder judicial en su relación con el gobierno de Milei.

Lo que más preocupa es el paralelismo con el caso Bolsonaro en Brasil. Cerimedo no solo repite el modus operandi de las milicias digitales del expresidente brasileño, sino que también forma parte de la investigación que avanza en ese país. Jair Bolsonaro, quien intentó sin éxito un golpe de Estado tras perder las elecciones, utilizó redes sociales para difundir noticias falsas y organizar a sus seguidores más radicales en ataques violentos contra las instituciones democráticas. En este entramado, Cerimedo jugó un papel clave, lo que lo convirtió en uno de los blancos de la Policía Federal brasileña.

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La investigación en Brasil, dirigida por el juez de la Corte Suprema Alexandre de Moraes, ha logrado que incluso Elon Musk, dueño de X (antes Twitter) y ferviente defensor de las libertades libertarias, ceda ante la justicia brasileña y entregue las cuentas vinculadas a estas operaciones ilegales. Musk, quien inicialmente se resistió a cooperar, ha tenido que someterse a la ley brasileña tras amenazas de multas millonarias y la suspensión de sus operaciones en el país sudamericano. Esta es una derrota significativa no solo para el magnate, sino para el relato libertario en su conjunto, que se ha sustentado en la narrativa de la “libertad absoluta” en las redes sociales, aun cuando esa libertad se ha utilizado para erosionar la democracia.

La rendición de Musk y la entrega de las cuentas de Cerimedo golpea directamente en el corazón de la operación digital de Milei. Estas cuentas eran utilizadas no solo para atacar a la oposición y a figuras críticas, sino también para fomentar teorías conspirativas sobre fraudes electorales, lo que contribuyó a la radicalización de los seguidores de Bolsonaro en Brasil y de Milei en Argentina. Este uso indebido de las redes sociales revela la fragilidad de la democracia en ambos países, donde las plataformas digitales se han convertido en campos de batalla para la desinformación y el control político.

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En Argentina, la denuncia de Galmarini aporta nuevos elementos a esta red de poder digital. Según el escrito presentado ante la justicia, Cerimedo habría utilizado empresas como *Numen* y *Madero Group* para financiar y organizar a los trolls que atacan sistemáticamente a los opositores. Madero Group, registrada a nombre de Natalia Basil, pareja de Cerimedo, ha sido señalada también por prácticas laborales fraudulentas, lo que demuestra que la corrupción en este entramado no se limita al ámbito digital, sino que incluye graves irregularidades empresariales.

Este panorama expone el profundo deterioro de las instituciones democráticas bajo el gobierno de Javier Milei. Las milicias digitales que protegen su poder, dirigidas por figuras como Cerimedo y Caputo, no solo atacan a la oposición, sino que buscan silenciar cualquier voz crítica, incluyendo a la prensa independiente y a los propios ciudadanos. El impacto de estas acciones es devastador para la calidad democrática de Argentina, que ve cómo su espacio público es colonizado por el miedo y la violencia digital.

El caso de los trolls libertarios, lejos de ser una cuestión menor, se ha convertido en un asunto de Estado. La conexión entre Milei, Bolsonaro y estas milicias digitales revela un patrón de comportamiento que amenaza la estabilidad democrática en la región. Mientras la justicia de Brasil avanza, la incógnita en Argentina es si el poder judicial, con jueces como Lijo en posiciones clave, será capaz de resistir la presión del poder político y llevar a cabo una investigación justa e independiente.

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