ANÁLISIS

Los cambios que no son y la deuda del kirchnerismo cordobés

Falta poco para que los cordobeses concurramos a las urnas. El cuadro es complejo para el ciudadano de a pie, porque mucho más que antes se produjeron en las formaciones políticas corrimientos sorprendentes, alianzas impensadas –incluso contra natura- que dificultan su lectura.

Los cambios que no son y la deuda del kirchnerismo cordobés

Por Luis Rodeiro (Carta Abierta Córdoba) - Diario Hoy Día // Miercoles 27 de mayo de 2015 | 12:41

La propuesta oficial, limitada por la experiencia de estos años de hegemonía, tratando de esconder su impronta neoliberal de cuño menemista (endeudamiento descontrolado, fuerte carga impositiva, postergación de los jubilados, política de seguridad asentada sobre la persecución a los habitantes de barriadas humildes), con medidas populares, como el boleto estudiantil y obrero, pero sin poder cambiar esa sensación de un gobierno gris. La propuesta es más de lo mismo, expresada en la consigna “Juan vuelve”. La reacción de Schiaretti frente a la alevosa razia policial de los primeros días de mayo sólo provocó en el candidato la promesa de más policías y más patrulleros, que acorde al libreto deberá entenderse como más represión.

 

No hay nada nuevo bajo el sol en esa propuesta. Además, tiene que cargar con el pesado fardo de la campaña presidencial del navegante perdido en que se convirtió De la Sota. “El Hombre”, a la deriva, que ante la inminencia de naufragio, debió recalar en el alicaído puerto de +a, tras fustigarlo duramente en su libro, aparecido días antes de su matrimonio por conveniencia. La dependencia de los candidatos con el Gallego, que entró en una nueva carrera de contradicciones renovadas diariamente, se manifiesta en los actos realizados, donde cumplieron un papel de teloneros. Quizá se esté comenzando a sentir, por parte de la ciudadanía, pero acá en serio, un “cansancio moral”.

 

Más allá de la fecha lejana que hace de la elección municipal un capítulo aparte, el candidato a intendente, a pesar de su digno papel en el Concejo Deliberante, no le aportará electoralmente nada significativo, en la medida que su supuesta autonomía quedó entrampada en la tela de araña del “cordobesismo”. Esteban Dómina abandonó el juecismo para “no regalarle el peronismo a DLS”, para concluir aceptando la imposición de la hija del “Hombre”, como compañera de lista. Schiaretti debe lamentarse del frustrado matrimonio político con Riutort, que en esta ocasión puede ser sorpresa.

 

Por si fuera poco, debe competir con la propuesta del accastellismo, que juega en el mismo espacio y amenaza con arrancarle bases de sustentación. No será un camino fácil para la “fórmula de gobierno”, como reza la publicidad. Tiene la fuerza de la inercia de los largos años en el poder, pero falta el entusiasmo, que suelen tener las iniciativas ganadoras.

 

La Triple Alianza

 

El nombre periodístico que el frente integrado por los radicales alvearistas, la renovada derecha del Pro y la nueva versión neoliberal del progresismo juecista ha devenido en simbólico: se habla de la Triple Alianza, que evoca un momento histórico en que las elites de las países más fuertes del Cono Sur, impulsados por Gran Bretaña, arremetieron contra la experiencia paraguaya. La triple alianza construida desde el vértice, Macri mediante, no aparece como una propuesta tan lozana y parece otorgarnos el papel de los excluidos paraguayos en aquella guerra absurda.

 

El radicalismo –otrora poderoso protagonista- con una imagen ajada, con una dirigencia antigua, plagada de internismo, ensaya diversas vías de extinción. Conserva caudillos locales, que le permiten sobrevivir módicamente. Sus desaciertos lo debilitaron, con la única excepción del triunfo de Mestre, que se benefició de la herencia de un nombre, pero que ha tenido y tiene graves problemas de gestión, que ponen en duda su reelección. La fecha electoral, por obra y gracia del intendente que cifra sus esperanzas en algunas inauguraciones pendientes, la convierten en un capítulo aparte sin influencia en la disputa provincial.

 

Juez, que supo construir un “aparato electoral” para enfrentar a Schiaretti, que ganó o arañó el triunfo, se encargó de dilapidar durante los años siguientes su caudal. Hoy, sólo puede aportar su verborragia y su contradicción. La carta fuerte es la instalación de Macri como candidato presidencial, incluso en Córdoba, pero la gran duda es si esa imagen puede trasladarse a una elección provincial que lleva como candidato a Aguad, que en Córdoba no es el cambio, sino que representa el “cordobesismo”, en su expresión radical.

 

El “accastellismo” puede repetir la sorpresa que significó Juez, cuando enfrentó a Schiaretti por la gobernación. Sin muchas definiciones ideológicas, como fue el juecismo, y rescatando gestión y pragmatismo, se convierte en una alternativa para ese voto de “cansancio moral” de los cordobeses.

 

Ante un Schiaretti que “vuelve” y un Aguad elegido a dedo, sin carisma y soberbio, Accastello puede representar esas ansias de renovación, más allá de sus propuestas y compromisos. Si el argumento de Juez era la corrupción como eje para enfrentar al oficialismo, el de Accastello es el de la gestión, tocando temas sensibles para los cordobeses.

 

Devenido en candidato K, por fuerza de las circunstancias, está ensayando estrategias para ganarse el voto que sectores populares venían entregando a UPC (Unión por Córdoba). Hay una intención de presentarse como representante de una propuesta que trasciende las ideologías, para encontrarse en el pragmatismo de la gestión. La elección de Buenaventura y la incorporación de Liliana Montero como candidata a diputada provincial, se inscriben en este camino. Y, ciertamente, le va bien.

 

Quizás lo que no se tenga en cuenta suficientemente es el aporte electoral que realizó un sector medio, que se sintió primero representado por la candidatura de Carolina Scotto y luego defraudado en sus expectativas. Es un espacio, que al contrario de Accastello que se define como peronista, se asume como kirchnerista, entendiéndolo como una nueva etapa del peronismo como movimiento popular. La militancia K, a pesar de diferencias de análisis, acogió generosamente a Accastello como la única opción electoral, que pone a su vez en evidencia el fracaso kirchnerista en construir una alternativa propia. Quedaron resueltas las candidaturas legislativas dentro de un marco de frente.

 

Está pendiente la de intendente capitalino y su resolución parece ser la cuadratura del círculo. Desde mi visión, que será denostada seguramente por los nuevos teólogos del pragmatismo en estado puro, el kirchnerismo logró concretar un aparato electoral, que no es poco, pero sigue en deuda con el desarrollo de una fuerza propia, que ofrezca “coherencia entre el estandarte y quien la enarbola”.

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