
El periodista Alejandro Bercovich ha sido acusado de terrorismo por la DAIA y la AMIA por criticar al gobierno de Javier Milei y la política de Israel en Gaza. Esta situación desnuda la peligrosa alianza entre el poder político y ciertas elites judías, revelando una tendencia a la censura y la persecución ideológica que pone en jaque los derechos humanos y la libertad de expresión.
Redacción EnOrsai // Lunes 22 de julio de 2024 | 18:44
Alejandro Bercovich, periodista reconocido por su postura crítica y su valentía para abordar temas controversiales, ha sido etiquetado como terrorista por la DAIA y la AMIA. El detonante de esta acusación fue una crítica al discurso del presidente de la AMIA, Amos Linetzky, durante el acto conmemorativo del atentado a la AMIA. Linetzky, respaldado por estas instituciones, condenó a Bercovich de manera vehemente, comparándolo con los terroristas que atacaron Argentina en 1994 y más recientemente a Israel.
Este ataque contra Bercovich no es un hecho aislado, sino una muestra clara de cómo las instituciones judías en Argentina, especialmente la DAIA y la AMIA, han adoptado una postura autoritaria y represiva. Utilizan su poder para silenciar a quienes no se alinean con sus discursos oficiales, que muchas veces coinciden peligrosamente con las políticas del gobierno de Javier Milei y la extrema derecha israelí.
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Bercovich, lejos de amedrentarse, ha decidido enfrentarse a esta acusación absurda y peligrosa. Con sarcasmo y firmeza, se refirió a sí mismo como un "terrorista", portando un pasamontañas rojo como símbolo de resistencia contra la censura y el autoritarismo. En su defensa, Bercovich destacó la ironía de que quienes se presentan como defensores de los derechos de los judíos utilicen tácticas de persecución y censura similares a las que históricamente han sufrido los judíos en diferentes contextos.
La declaración de la DAIA, comparando a Bercovich con los terroristas que atacaron Argentina y el Estado de Israel, es no solo desproporcionada sino también peligrosa. Establece un precedente alarmante donde cualquier crítica al gobierno de Israel o a las políticas de Javier Milei puede ser tachada de terrorismo. Esto pone en riesgo la libertad de expresión y crea un clima de miedo e intimidación, donde el disenso es castigado con acusaciones infundadas y graves.
Las raíces de esta actitud autoritaria pueden rastrearse en la historia reciente de la DAIA y la AMIA, instituciones que han estado involucradas en numerosas controversias y acusaciones de encubrimiento. Durante el gobierno de Carlos Menem, estas organizaciones fueron acusadas de colaborar en el encubrimiento del atentado a la AMIA, un hecho que sigue sin resolverse y que ha dejado una mancha imborrable en la historia de Argentina.
Tras el editorial del periodista Alejandro Bercovich refiriéndose al discurso del presidente de la AMIA durante el acto del 18 de julio, la DAIA expresa que suscribe a cada una de las palabras de Amos Linetzky.
— DAIA (@DAIAArgentina) July 21, 2024
La asociación que realiza el periodista constituye el mismo…
La postura de la DAIA y la AMIA también refleja una alineación con la política supremacista de Benjamin Netanyahu y la extrema derecha israelí, una política que ha sido criticada globalmente por sus violaciones a los derechos humanos en Gaza. La crítica de Bercovich a esta política, y la posterior reacción de las instituciones judías en Argentina, evidencia una intolerancia hacia cualquier postura que desafíe el status quo y defienda los derechos humanos universales, incluidos los de los palestinos.
La acusación contra Bercovich también revela una hipocresía profunda. Las instituciones que deberían defender los derechos humanos y la libertad de expresión están, en cambio, promoviendo una agenda de censura y persecución. Al silenciar a Bercovich, intentan sofocar cualquier crítica a sus propias fallas y a las políticas represivas de sus aliados políticos.
La situación de Alejandro Bercovich es un microcosmos de una problemática mayor que afecta a la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. Milei, conocido por sus posturas libertarias y ultraderechistas, ha creado un ambiente donde la disidencia es peligrosa. Su gobierno, con el respaldo de ciertas elites, ha fomentado un clima de intolerancia y represión. Esta situación, en la que la crítica se equipara al terrorismo, pone en riesgo la democracia y los valores fundamentales de la sociedad argentina.
En este contexto, la resistencia de Bercovich se erige como un faro de esperanza. Su decisión de no dejarse amedrentar y de seguir alzando la voz contra la injusticia y la censura es un llamado a la acción para todos aquellos que valoran la libertad y los derechos humanos. La lucha de Bercovich no es solo por su derecho a expresarse, sino por el derecho de todos a vivir en una sociedad libre de autoritarismos y persecuciones ideológicas.
La censura y la persecución que enfrentan periodistas como Bercovich deben ser condenadas por todos aquellos que valoran la democracia. Es imperativo que las voces críticas sean protegidas y que las instituciones que promueven la censura y la represión sean desafiadas. La libertad de expresión es un pilar fundamental de cualquier sociedad democrática, y su defensa es crucial para mantener vivos los valores de justicia, igualdad y libertad.
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La hipocresía de la DAIA y la AMIA, al tratar de silenciar a Bercovich mientras se presentan como defensores de los derechos de los judíos, debe ser desenmascarada y confrontada. Es hora de que estas instituciones rindan cuentas por sus acciones y cesen en su intento de monopolizar la voz de la comunidad judía en Argentina. La diversidad de opiniones y la crítica constructiva son esenciales para el progreso y la justicia, y deben ser protegidas a toda costa.
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— En Orsai (@EnOrsai) July 22, 2024
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