CRUELDAD

Milei le declaró la guerra contra los jubilados

Los jubilados en Argentina enfrentan una tormenta perfecta de tarifazos, eliminación de subsidios y recortes en medicamentos vitales, todo mientras el gobierno de Javier Milei sigue priorizando el pago de la deuda externa por encima de las necesidades más urgentes de los sectores vulnerables.

Milei le declaró la guerra contra los jubilados

Redacción EnOrsai // Miercoles 11 de septiembre de 2024 | 10:28

En un contexto de ajuste implacable, los jubilados en Argentina se encuentran en la primera línea de una guerra económica sin tregua. El gobierno de Javier Milei, bajo la premisa de “ordenar las cuentas públicas”, ha implementado una serie de medidas que los dejan al borde de la indigencia. Con tarifas de luz, gas y agua que se han disparado en cuestión de meses, sumadas a la eliminación de subsidios clave y el recorte en medicamentos gratuitos, los jubilados han sido arrastrados a una crisis que parece no tener fin.

Este ajuste no es solo una cuestión técnica de balances fiscales, es una ofensiva directa contra uno de los sectores más vulnerables de la sociedad. Las decisiones políticas tomadas por el Ejecutivo nacional, con el respaldo de su bloque en el Congreso, no solo degradan el poder adquisitivo de los jubilados, sino que además los condenan a una vida de privaciones, enfermedades y abandono.

Roberto Navarro, en su editorial "La guerra contra los jubilados", desmenuza las consecuencias de estas políticas. Asegura que el Congreso, dominado por fuerzas aliadas a Milei, no rechazará el veto presidencial a una ley que hubiese permitido a los jubilados recuperar mínimamente algo del terreno perdido ante la inflación. En cambio, los jubilados siguen viendo cómo sus magros ingresos son devorados por un aumento en los costos de vida, mientras las promesas de "eficiencia estatal" se desvanecen.

 

El incremento en las tarifas es una de las principales armas de esta guerra. A los jubilados, ya golpeados por la inflación, se les impuso un tarifazo que en términos proporcionales los afecta mucho más que al resto de la población. La tarifa social, un recurso que les permitía al menos paliar parte de estos gastos, ha sido prácticamente eliminada, obligando a muchos de ellos a elegir entre pagar la luz o comprar comida. Las facturas de servicios básicos, que en muchos casos duplican o triplican sus pensiones, son un recordatorio cruel de la indiferencia del Estado hacia aquellos que más necesitan su protección.

No obstante, el ajuste tarifario no es la única carga que deben soportar. Los medicamentos gratuitos, vitales para la mayoría de los jubilados que padecen enfermedades crónicas, también han sido recortados. Medicamentos que antes eran cubiertos por el PAMI (Programa de Atención Médica Integral) ahora son inaccesibles para muchos, lo que significa que miles de jubilados están viendo cómo su salud se deteriora sin poder hacer nada al respecto. Navarro describe esta situación como la "perversión" de una política que ya no cuida a sus mayores, sino que los empuja hacia una vejez marcada por el dolor, la enfermedad y el sufrimiento.

Lo más alarmante de esta situación es que, lejos de revertirse, la crisis para los jubilados parece estar agravándose. Con la llegada del verano, se anticipan cortes de luz generalizados en todo el país, lo que significará aún más penurias para aquellos que dependen del suministro eléctrico para sus tratamientos médicos o para combatir las olas de calor extremo, que son especialmente peligrosas para las personas mayores. En paralelo, el brote de dengue, que este año amenaza con ser más severo que en ocasiones anteriores, se cierne como otro peligro inminente. El gobierno, enfocado en recortar gastos a toda costa, no ha destinado los recursos necesarios para una campaña de vacunación o prevención, exponiendo a los jubilados a una enfermedad que puede ser letal.

Lo que queda claro es que este ajuste, disfrazado de responsabilidad fiscal, es en realidad un proceso de abandono sistemático de las responsabilidades del Estado hacia sus ciudadanos más vulnerables. Los jubilados, que alguna vez fueron la columna vertebral del país, hoy son tratados como una carga que debe ser reducida. Navarro subraya que la combinación de estas medidas crea una situación donde los jubilados no pueden acceder ni a los medicamentos que necesitan, ni pagar los servicios básicos para vivir con dignidad, ni protegerse de enfermedades potencialmente mortales como el dengue. En resumen, los jubilan de la vida.

El gobierno de Milei ha adoptado una postura de austeridad implacable, priorizando el pago de la deuda externa por sobre cualquier otra consideración. En su último presupuesto, que será presentado en las próximas semanas, se espera que esta línea se profundice aún más, consolidando el desfinanciamiento de áreas clave como la salud y los programas sociales. En este escenario, los jubilados seguirán siendo los principales damnificados.

Lo más trágico de esta situación es que muchos de los representantes en el Congreso, que podrían haber defendido los derechos de los jubilados, han decidido darle la espalda a esta lucha. Con las manos levantadas, han avalado un presupuesto que destina migajas a las necesidades de los sectores vulnerables, mientras asegura el pago puntual de la deuda. La imagen es tan clara como devastadora: los jubilados, después de una vida de trabajo, son abandonados a su suerte, mientras el gobierno de Milei sigue ajustando sin piedad.

El resultado de estas políticas es un país que ha decidido relegar a sus mayores al olvido. Con pensiones que ya no alcanzan para cubrir lo mínimo, con servicios cada vez más caros, y con un Estado que ha decidido desentenderse de sus responsabilidades, la vida para los jubilados se ha convertido en una lucha diaria por sobrevivir. La guerra contra los jubilados no es una metáfora, es una realidad tangible que día a día se hace más insoportable para miles de argentinos.

Mientras el gobierno de Milei sigue adelante con su plan de ajuste, los jubilados continúan sufriendo las consecuencias de un modelo que los ve como una carga y no como ciudadanos merecedores de una vida digna. Las señales son claras: si no hay un cambio de rumbo, el futuro para los jubilados en Argentina será cada vez más oscuro.

 

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