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Javier Milei: El desgaste inevitable de un gobierno desconectado de la realidad

A medida que avanza su gestión, las medidas económicas de Javier Milei provocan un deterioro en la calidad de vida de los argentinos, sin mostrar signos de estabilización. Con una inflación que no cede y un Congreso que le da la espalda, el presidente enfrenta un desgaste prematuro y una creciente desconfianza por parte de la población.

Javier Milei: El desgaste inevitable de un gobierno desconectado de la realidad

Redacción EnOrsai // Lunes 16 de septiembre de 2024 | 15:07

El reciente discurso de Javier Milei dejó en evidencia una preocupante desconexión entre el presidente y la realidad que viven millones de argentinos. En su alocución, Milei se mostró confiado, como si las políticas de ajuste que está implementando no tuvieran costos políticos ni sociales. Sin embargo, las cifras y el malestar generalizado sugieren lo contrario: el ajuste está afectando profundamente a la población, el consumo ha caído drásticamente y la confianza en su gobierno se está desmoronando.

Desde que asumió la presidencia, Javier Milei ha impulsado un programa económico basado en el ajuste fiscal y la reducción del déficit. A simple vista, su estrategia podría parecer coherente dentro de los marcos de la ortodoxia económica, pero lo cierto es que sus efectos están siendo devastadores para el bolsillo de los argentinos. Según la consultora Sentia, el consumo cayó un 17,2% en agosto, una cifra alarmante que refleja el impacto directo de las políticas de Milei sobre la clase media y baja. Este ajuste, que supuestamente busca estabilizar la economía, ha sido implementado en un contexto donde la inflación sigue golpeando duramente los ingresos familiares.

 

 

Milei ha afirmado que su gobierno se distingue por "aplicar la motosierra a la política, no a la gente", pero los hechos demuestran lo contrario. Las tarifas de energía, por ejemplo, han aumentado considerablemente debido a la eliminación de subsidios, lo que ha multiplicado las facturas de los hogares a niveles insostenibles. En un país donde los salarios apenas se ajustan al ritmo de la inflación, este tipo de medidas están hundiendo aún más a los sectores vulnerables. Las proyecciones para el próximo año son desalentadoras: sin subsidios, el costo de la energía podría duplicarse nuevamente, lo que significa que una familia que actualmente paga 120 mil pesos por la electricidad, podría enfrentar facturas de 240 mil en 2025.

A pesar de estos números, Milei insiste en que sus políticas son necesarias y que no existen alternativas viables. Su rechazo a las políticas contracíclicas, las cuales han sido aplicadas exitosamente en países desarrollados como Estados Unidos y Japón durante las crisis económicas, lo ubica en una posición rígida y dogmática que ignora las lecciones aprendidas en otras latitudes. Mientras otros gobiernos optaron por aumentar el déficit para estimular la economía en tiempos de recesión, Milei sigue empecinado en reducir el gasto público, incluso cuando la economía argentina está al borde de una depresión.

Uno de los puntos más críticos de su discurso fue la defensa a ultranza de continuar con el ajuste, independientemente de las circunstancias. Para Milei, el estado de la economía no es un factor determinante para modificar su enfoque. Este tipo de mentalidad resulta alarmante, especialmente cuando se observa que países con economías mucho más robustas que la argentina han recurrido al aumento del gasto público para enfrentar crisis de magnitudes similares. Estados Unidos, por ejemplo, elevó su déficit al 13% del PBI tras la crisis de Lehman Brothers en 2009, y al 14% durante la pandemia en 2020. En contraste, Milei se niega a flexibilizar su política económica, condenando a la población a soportar un ajuste interminable.

Además, Milei parece no darse cuenta de los costos políticos que ya está pagando por sus decisiones. En su reciente veto a la actualización de las jubilaciones, el presidente subestimó el profundo malestar que generó entre los jubilados y pensionados, quienes han visto cómo sus ingresos se deterioran frente a la inflación. Esta medida, que afecta a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, ha sido ampliamente rechazada por la opinión pública, con un 71% de los argentinos expresando su desacuerdo con la política jubilatoria de Milei.

La comparación que algunos asesores cercanos al presidente intentan trazar entre Milei y Carlos Menem resulta no solo forzada, sino también errónea. Si bien es cierto que Menem logró implementar un ajuste severo sin sufrir un costo político inmediato, lo hizo en un contexto completamente distinto. Menem asumió tras dos hiperinflaciones consecutivas que licuaron el gasto público, y pudo estabilizar la economía mediante la Convertibilidad. Milei, en cambio, no enfrenta una hiperinflación comparable y sus ajustes no están acompañados por una estrategia de estabilización creíble. De hecho, la inflación sigue rondando el 4% mensual, y cuando se analiza cómo logró reducirla del 8-10% que se registraba el año anterior, queda claro que lo hizo pisando el dólar y deprimiendo el consumo. Pero este tipo de medidas son insostenibles a largo plazo: tarde o temprano, Milei tendrá que liberar el tipo de cambio, y cuando lo haga, la inflación regresará con fuerza.

El gobierno de Milei enfrenta además un creciente desgaste en el plano institucional. Su falta de respaldo en el Congreso ha quedado en evidencia en varias ocasiones, lo que lo ha obligado a vetar leyes clave, como la de la actualización de jubilaciones y la ley universitaria. Estos vetos, lejos de fortalecer su imagen como un líder firme y decidido, han generado una percepción de aislamiento y desconexión. La escena de un Congreso vacío, un Milei rodeado de militares y protestas con cacerolas en los barrios es una imagen poderosa que refleja el distanciamiento entre el presidente y la ciudadanía.

La crisis de confianza que atraviesa el gobierno se refleja en las encuestas. Según una reciente medición de la consultora Suban Córdoba, el 70% de los argentinos no cree en las promesas de Milei, y más de la mitad considera que el país va en la dirección equivocada. Este nivel de descreimiento es inusualmente alto para un presidente que lleva menos de un año en el poder, y es un claro indicio de que el desgaste de Milei ya es un hecho consumado.

En resumen, Javier Milei está pagando costos políticos y sociales por sus políticas de ajuste, aunque él se empeñe en negarlo. Su desconexión con la realidad que viven millones de argentinos, sumada a una economía que no muestra signos de mejora, está acelerando su desgaste. El espejismo de que puede gobernar sin pagar costos se desvanece rápidamente, y cada vez son más los argentinos que cuestionan no solo sus decisiones, sino también su capacidad para liderar en medio de una crisis que él mismo está profundizando.

 

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