MENOS DE LO MISMO

Un cepo neoliberal para que no pueda haber marcha atrás. Por Horacio Verbitsky

Por más que el gobierno y el Fondo Monetario Internacional le agreguen edulcorante, el acuerdo anunciado tiene como finalidad generar recursos para que la Argentina pueda pagar las deudas contraídas con sus acreedores externos y maniatar a los próximos gobiernos para que no puedan apartarse del sendero neoliberal.

Un cepo neoliberal para que no pueda haber marcha atrás. Por Horacio Verbitsky

elcohetealaluna.com // Domingo 10 de junio de 2018 | 19:36

Por más que el gobierno y el Fondo Monetario Internacional le agreguen edulcorante, el acuerdo anunciado tiene como finalidad generar recursos para que la Argentina pueda pagar las deudas contraídas con sus acreedores externos y maniatar a los próximos gobiernos para que no puedan apartarse del sendero neoliberal. Como no puede hacerlo incrementando los ingresos, recurrirá a la clásica fórmula de reducir las erogaciones: obras públicas, empleo, salarios, transferencias a las provincias, educación y cultura, subsidios (que es la forma insidiosa de decir más tarifazos, que a su vez significa pérdida de poder adquisitivo y menor consumo).

El intento oficial de presentarlo como una fiesta sería grotesco sino fuera tan sincero. Contra los usos y costumbres el acuerdo se anunció antes de que estuviera concluida la letra que el directorio del Fondo debe aprobar para que entre en vigencia. En cuanto terminó la conferencia de prensa del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne y del presidente del Banco Central Federico Sturzenegger, se anunció que el presidente Maurizio Macrì viajaría con su comitiva a Quebec para participar en la reunión del G7 a la cual fue invitado por el primer ministro anfitrión Justin Trudeau, el mismo que en el anterior encuentro le preguntó por la arbitraria detención de Milagro Sala.

Es difícil no recordar al Yeneral González de Alberto Olmedo, que asentía con cara de inteligente al diálogo entre un general soviético y uno norteamericano del que no entendía ni jota. Con impudicia, dejaron trascender que el objetivo del viaje es aprovechar oportunidades fotográficas para que el presidente se retrate junto con Donald Trump, Angela Merkel y Christine Lagarde. Piden como harapientos y festejan como manirrotos, en la mejor tradición del rastacueros porteño. Serán las fotos y la farra más costosas de la historia argentina.

La deuda como proyecto

Macrì y su ministro de Endeudamiento y Comisiones, Nicolás Caputo, están como el calavera que perdió hasta los anillos en el casino pero celebra porque al lado de la mesa un prestamista le acepta un reloj de oro, un pagaré o el título de propiedad de la casa para seguir probando suerte. Temblorosos de avidez vuelven al paño para seguir perdiendo. “A partir de ahora nos van a prestar todos los bancos”, se entusiasmó un funcionario de primera línea. No tienen otro proyecto que seguir endeudando al país hasta donde sea posible, seguros de que cuando el prestamista se presente a cobrar ellos habrán vuelto a sus empleos bien rentados en el sector privado. Un punto poco difundido es que Macrì recibirá los recursos y otro gobernante deberá lidiar con las consecuencias de sus actos irresponsables, ya que la primera factura llegará recién cuando promedie el mandato de quien lo suceda.

El manual del FMI prescribe pregonar que el organismo ha cambiado, que no impone condiciones y apenas apoya las decisiones de los países que se presentan ante su ventanilla. ¿Cómo creerles cuando ya en el momento del anuncio Dujovne y Sturzenegger “se presentaron con corbatas, algo poco habitual y un guiño de los funcionarios al pedido de mayor formalidad que solicitaron desde Washington”, según la crónica de Santiago Dapelo, en La Nación. La discreción del medio impidió consignar que la solicitud incluía que Nico y Fede también vistieran calzoncillos de apertura trasera rápida. Luego de recibir en Nueva York la banana que premia al gorila del año, Marcos Peña Braun tuvo la frivolidad de hablar de la reelección presidencial, tema más atractivo para él que las penurias que este acuerdo traerá al pueblo argentino. La sociedad vive una tragedia y ellos festejan.

The Economist, que no consume la propaganda ramplona del gobierno argentino y habla para los que importan dijo que “el tamaño del acuerdo probablemente tranquilice a los inversionistas sobre la solvencia de la Argentina”, pero “para los argentinos comunes y corrientes, muchos de los cuales culpan al FMI por el desastroso default de 82.000 millones de dólares en 2001, el anuncio tiene ecos de un pasado doloroso”. En contra del relato oficial, la revista de negocios cuenta que Macrì recurrió al Fondo cuando se quedó sin más alternativas. En consecuencia el acuerdo lo obliga “a imponer una mayor austeridad a los argentinos” y esto no será fácil porque “están cansados ??de austeridad y es poco probable que le agradezcan el proporcionarles más, en particular a instancias del FMI”, cuya reputación después del colapso de 2001, “nunca se recuperó.

Una encuesta realizada en mayo encontró que tres cuartas partes de los argentinos se oponían”. La absoluta insensibilidad oficial ante esos sentimientos, que ni con el mayor esfuerzo pueden percibir, permite que el acuerdo vaya a ser protocolizado por la junta directiva del FMI el 20 de junio, justo el Día de la Bandera, símbolo de la identidad y la soberanía de la Nación. La respuesta será un banderazo, que comenzará a prepararse ese día, como actividad colectiva y participatoria, y se hará visible el 9 de julio, el día de la angustia de los patriotas por independizarse de España, según el bestiario oficial.

Tanto Macrì como Lagarde se vanaglorian de que por primera vez un acuerdo con el Fondo contempla el uso de 30.000 millones de pesos al año para asistencia social a los más desaventajados, lo cual mostraría la compasión de las altas partes contratantes. Para entenderlo mejor, conviene traducir esa suma a dólares: al cambio del viernes 8, unos 1100 millones de dólares, o el 2,2% del stand by. Segundo, es la confesión de que el denominado gradualismo acelerado funcionará como una centrifuga expulsiva hacia las periferias del sistema. Tercero, alguien tan insospechado de populismo como el hombre de la sonrisa involuntaria Miguel Broda dijo que había que prepararse para abrir comedores las 24 horas de los siete días de la semana.

Si se trata de asistir a los pobres, nadie mejor que la Iglesia Catñolica. En la crisis de fin de siglo, promovió un plan denominado soja solidaria, elaborado por el asesor del obispo Alcides Casaretto, Eduardo Serantes, con intereses en los agronegocios. Oh casualidad, la limosna autorizada por el FMI coincide con la suma que el Movimiento Carolina negoció con la ministra de Desarrollo Social en diciembre de 2016, con cláusula de paz social incluida, que socorrió la campaña de Florencio Randazzo en 2017 y debería sostener ahora el nuevo frente electoral lanzado la semana pasada en Ferro. Para el gobierno es vital, porque 5 o 6 puntos pueden impedir una derrota del neoliberalismo en 2019, como ocurrió con la candidatura de Martín Sabbatella en 2009 y la de Randazzo el año pasado, siempre y cuando el gobierno llegue a esa fecha con alguna expectativa.

La propia Stanley, junto con su esposo Federico Salvai y con el Hada Buena viajaron en sigilo a Roma para reunirse con el inspirador de buena parte de esas combinaciones, porque la unidad es superior al conflicto. El inverosímil anuncio sobre la visita dice que los funcionarios fueron a informarle sobre “las acciones del gobierno para la lucha contra mafias, el narcotráfico y el trabajo para prevención y atención de adicciones”, además de hablar de la situación social bonaerense. Hace cinco años el inquilino de la residencia Santa Marta pidió que en vez de volar a Roma sus compatriotas aplicaran esos fondos a aliviar las penurias de los más pobres. Tal vez ahora haya menos necesitados que entonces o acaso la curiosidad por conocer de primera mano si el naufragio de Macrì dejará sobrevivientes a su alrededor prevalezca sobre cualquier otra consideración o apariencia.

La semana pasada se produjo un ríspido incidente en el plenario de las comisiones de la Cámara de Diputados que tratan el proyecto de expropiación de tierras para mejorar la habitabilidad de villas y asentamientos firmado por los diputados de Cambiemos Nicolás Massot, Elisa Carrió y Mario Negri. Pero la letra del proyecto, que mereció la portada del diario populista La Nación, fue acordada por Stanley con los movimientos sociales de San Cayetano, uno de cuyos representantes dijo en el Congreso que cualquier modificación debería someterse a consideración de la ministra, lo que motivó duras respuestas.

El diálogo terminó en términos más calmos, acaso porque unos y otros saben que el nuevo acuerdo con el Fondo escaseará los fondos necesarios para que éste no sea otro engañapichanga de los que los habitantes de esos barrios populares tienen triste experiencia, con los punteros políticos o eclesiásticos. Uno de los microemprendimientos de esa agrupación (el Instrumento Electoral para la Unidad Popular, del ex dirigente de la CTA Víctor De Gennaro) anunció un paro para el 19 de junio, en respuesta a la convocatoria para un paro con movilización el jueves 14 anunciada por los secretarios generales de las dos CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli.

De Gennaro sólo cuenta con algunas seccionales de ATE que reconocen la conducción nominal de Hugo Godoy, El Cachorro de Gerardo Morales que en Jujuy formó frente electoral con el carcelero de Milagro Sala. Tal como ocurrió el 25 de mayo, la convocatoria impulsada por Yasky contaría con la participación de los camioneros y de otros sindicatos que giran en la órbita de la familia Moyano, mientras se aguarda la decisión de la Corriente Federal, algunos de cuyos gremios ya decidieron sumarse y otros siguen deliberando, dada la impasse de la CGT luego de la reunión de sus triunviros con el equipo económico. Cuando ya nadie discute que el piso inflacionario de 2018 será del 30%, el gobierno ofrece como gran concesión sumar un 5% adicional al 15% que ya había aceptado. Es decir, una caída del salario real del 10%. Como decía un conocido poeta santafesino, difícil que el chancho chifle.

¿Quién vio un dólar?

A mediados del siglo XX el presidente Juan D. Perón ironizó sobre la restricción externa que ya aquejaba a la economía argentina con una pregunta jocosa: “¿Quién vio alguna vez un dólar?”. Pero desde entonces, la Argentina recurrió muchas veces al Fondo Monetario en busca de la respuesta a esa pregunta que desnuda la estructura desequilibrada de la economía.

El investigador de CIFRA Pablo Manzanelli comparó el stand by de Macrì con los acuerdos previos, desde 1980 hasta 2017.

En dólares actuales el FMI desembolsó en la Argentina 65.000 millones de dólares y el gráfico muestra en qué momentos. Esto indica que el actual es de verdad grande y no se aleja de la tradición nacional. En 2002 tuvimos el default y ahora el stand by con el FMI mais grande do mundo. Pero también es cierto que el único desembolso ya acordado es de 15.000 millones de dólares y que el 70% restante es una promesa que debe operar como ansiolítico para el sistema financiero, con la esperanza de que su empleo no sea necesario. Si lo fuera, sólo estaría disponible con cuentagotas, siempre y cuando el FMI considerara que los compromisos previos se cumplieron a su satisfacción.

Que eso ocurra es tan dudoso como la utilidad del propio acuerdo, porque parte de un diagnóstico falso (si es que se pretende una verdad objetiva) o de una afirmación interesada que disimula los intereses favorecidos y dañados por lo dispuesto. El problema de la Argentina no es el déficit fiscal que el Fondo exige reducir en forma drástica, sino la imposibilidad de generar los dólares genuinos necesarios para financiar el funcionamiento de una economía compleja y con sectores de alta gama, por decirlo con una expresión grata a quienes los integran.

La falta de dólares se debe al saldo del comercio exterior, al de la cuenta de turismo fuera del país y a la fuga de divisas, que en las cuentas nacionales se consigna como formación de activos externos.

Debido a la avalancha importadora (por 8.472 millones de dólares) el déficit comercial de 2017 llegó al tope histórico de 7.930 millones de dólares. Las importaciones tuvieron un incremento interanual del 19,7%, en tanto que las exportaciones se mantuvieron prácticamente estancadas. En el primer trimestre de 2018 el déficit se agravó: con 2.494 millones, más que duplicó al del mismo período de 2017 y su proyección anual llega a la friolera de 10.000 millones de dólares.

La cuenta de turismo profundizó su deterioro: el déficit en 2017 trepó a 8.471 millones de dólares, y en el primer trimestre del año sobrepasó los 3.300 millones. Pero no hay mayor escándalo que la formación de activos externos: 40.149 millones de dólares desde que asumió Macrì hasta abril de este año, a pesar de que en 2016 estuvo morigerada por el blanqueo de capitales, dispuesto para autoamnistiar a familiares, socios y favorecedores del presidente y su gabinete. Antes de la corrida de abril/mayo esta tendencia a la fuga se estaba acentuando (6.931 millones de dólares en el primer trimestre).

A esto debe sumarse el mayor peso de los intereses de la deuda cuyo incremento neto fue de 3.462 millones entre 2015 y 2017 y que no dejará de acelerarse, con el mayor endeudamiento y la elevación de la tasa en Estados Unidos. En suma, sólo esos rubros podrían insumir este año más de los 50.000 millones que Lagarde pasó frente a las narices de Macrì con la lentitud y la delectación de René Lavand.

Todo esto constituye una catástrofe ante la cual Cambiemos no reacciona, por razones ideológicas y de intereses. El gobierno anterior le puso límites, obstruyendo la remisión de utilidades al exterior, limitando la compra de dólares para atesoramiento y fijando un tipo de cambio diferencial para el turismo al exterior, porque entendía que las divisas eran un bien social que debía emplearse en beneficio de la colectividad nacional, y que no existe un derecho individual absoluto a la compra de dólares. Ese denominado cepo provocó una virulenta reacción en parte de la sociedad y la promesa de levantarlo fue uno de los factores de la ajustada victoria de Cambiemos en 2015. La mala praxis de Guillermo Moreno, que engañó a CFK sobre las verdaderas cifras del comercio exterior agravó el problema.

La recesión inminente reducirá en algo las importaciones, pero no demasiado porque los consumidores de bienes suntuarios están íntegramente dolarizados, y la inflación que sigue a la devaluación como la sombra al cuerpo comprimirá la cantidad de argentinos que paseen por las calles de Estambul, curioseen el lujo de los emiratos o aclamen a Del Potro en los escenarios del circuito ATP. La fuga de capitales seguirá invicta, porque constituye el modo de funcionamiento de la economía argentina desde el rodrigazo de 1975 y porque sus protagonistas no son millones de pequeños ahorristas precavidos sino la clase social que hoy gobierna a través de sus propios hombres, como Dujovne, Juan José Aranguren, los hermanos Gianfranco y Nicky, el primo Toto, el presunto comprador de la empresa familiar Marcelo Mindlin, los Rocca de Milano que con Tecpetrol han ingresado a la aristocracia petrolera en Vaca Muert,a además de aliados tácticos en la batalla contra el salario, como Coto, o los Madanes.

El blindaje y el megacanje de 2001 también fueron celebrados como victorias, en camino al soñado investment grade, y un presidente casi tan inepto como el actual pasó a la historia con una frase que le escribió el Durán Barba de entonces sobre lo lindo que es dar buenas noticias. Pero al fin de la jornada sólo sirvieron para financiar la fuga de los grandes bancos y sus mayores clientes que se pusieron a salvo del tsunami que la pobre gente no supo ver a tiempo. Fue necesario que Macrì asumiera la presidencia para que la veleta de la justicia sobreseyera a Sturzenegger por su participación en ese negocio estupendo para pocos y ruinoso para el resto.

Otra de las condiciones del Fondo que no pone condiciones es la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. Como explica en esta edición su ex director Pedro Biscay, lo que se procura es dejar en manos del mercado financiero el manejo del sistema de pagos, la administración de los depósitos y la canalización del crédito, para enterrar definitivamente el modelo establecido en cuanto asumió el primer gobierno peronista y retomado en su segundo mandato por Cristina, que entre los objetivos del BCRA incluía favorecer un alto nivel de actividad, que desarrolle al máximo las fuerzas productivas para elevar el nivel de vida de los argentinos. Igual que ahora, pero al revés.

Un problema no menor para el gobierno es que esta reforma requeriría de una ley, así como los compromisos con el Fondo deberían plasmarse en el presupuesto nacional. Que el mismo Congreso que rechazó hace pocos días el tarifazo, vaya a consentirlo ahora en medio de un alud de medidas aún más lesivas para los intereses populares, sería una proeza política que por el momento parece muy lejana al alcance de la Segunda Alianza. Tal vez por eso, mientras habla de un improbable Gran Acuerdo Nacional para el Ajuste (GANA), el gobierno apronta los recursos para el control social y la eventual represión del conflicto al que su política conduce en línea recta, de lo que te informo en otra nota.

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