MISTERIO

Opereta Nisman parte II: Un periodista pide asilo en Israel por amenazas del gobierno

Un medio Israelí anunció que el periodista Damian Pachter, el primero en anunciar por twitter la muerte del fiscal Alberto Nisman, será refugiado en ese país. Dice que fue amenazado y se lo confirmó inteligencia. Preguntas sin respuesta.

Opereta Nisman parte II: Un periodista pide asilo en Israel por amenazas del gobierno

Javier Lema - Redacción Enorsai // Domingo 25 de enero de 2015 | 14:01

El periodista argentino que cubrió la muerte de Nisman huye de Argentina a Israel, temiendo por su seguridad"

La saga interminable de giros de ficción sobre el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman está en una escalada a la que no se le ve el fin. La mas importante de todas, es que nadie habla ya del atentado a la AMIA. Una paradoja esencial, dado que el fiscal investigaba eso además de los encubrimientos y a los desviadores de la investigación central.

Ahora el periodista Damian Pachter, quien difundió primero que nadie la muerte del fiscal, dice que lo amenazaron desde el gobierno, casualmente se lo confirmó una fuente de inteligencia, las mismas con las que trabajaba Nisman. Pero el periodista, en vez de hacer la denuncia o presentarse a la justicia para aportar datos que esclarezcan la muerte del fiscal o su propia situación, prefirió exiliarse.

Vale repasar algunos datos: Pachter dice ser periodista de investigación, es ciudadano israelí, trabaja para Ámbito Financiero, medios en inglés como el Buenos Aires Herald y medios de Israel eventualmente. Supo de la muerte de Alberto Nisman antes de que llegara la justicia a la escena del crimen, dice que no tenía relación con la causa ni con el fallecido fiscal pero que tenía una fuente muy confiable en el lugar de los hechos. Dice que tiene miedo y que no tiene miedo. Dice que recibió un mensaje del gobierno que él interpretó como una amenaza y que sus fuentes de inteligencia se lo confirmaron. “Andate que te están buscando” le habrían dicho.

Hoy el diario Haretz (Israel) tituló "El periodista argentino que cubrió la muerte de Nisman huye de Argentina a Israel, temiendo por su seguridad". Allí reveló que "está previsto que (Pachter) llegue el domingo a Tel Aviv", donde tiene previsto "refugiarse". Como si no alcanzaran las declaraciones, el periodista avisó que volverá al país cuando sus “fuentes” le digan que no corre peligro, “pero no creo que sea durante este gobierno”.

Todas estas declaraciones la hizo al medio Infobae que lo describe en un pico de paranoia, camuflado y sin dormir, en un café de aeroparque. En esa entrevista (una de varias) Pachter dice que tiene los teléfonos “re pinchados”, pero no aclara ni cómo supó ni quien lo espía.

Uno de los datos curiosos es que el periodista ni siquiera fue llamado por la justicia a declarar. Tal vez la justicia no haya creído que un tuit sea algo tan importante como lo creyó el propio Pachter, quien hizo, en otra entrevista, algunas especulaciones profundas. Dijo: “Imaginate si mis tuits no hubiesen sido enviados, ¿con qué escena nos hubiéramos encontrado?”.

Evidentemente Pachter, quien tenía información desde el lugar de los hechos antes que la justicia y el propio secretario de seguridad de la Nación, piensa que su tuit aseguró la escena del crimen. Y que si no fuera por él podría haber pasado algo que prefiere no poner en palabras.

Casi cualquier periodista con accesos a esos lugares, prefiere cubrir el hecho, tener todo de primera mano en el mismísimo lugar. Este no fue el caso de Pachter quien dijo que “decidí quedarme donde estaba para poder continuar libremente con el acceso a la fuente, y para que nada altere la elaboración de la información -de mi punto de vista, por ejemplo, que me afanen el celular, chocar en el auto por estar demasiado emocionado, de esas cosas que te pueden arruinar- entonces tomé el resguardo de quedarme donde estaba y continuar la comunicación con la fuente sin problema”.

¿Por qué ir al lugar hubiera cambiado su acceso a “la fuente”? ¿Por qué estaba tan conmocionado si no tenía relación alguna con Nisman ni con la cusa, como para temer chocar con el auto? ¿Por qué ir al lugar hubiera alterado “la elaboración de la información? ¿No hubiera ocurrido lo contrario?

Pachter dice que lo asustan “pocas cosas” pero que tiene miedo y por eso se va del país. Casualmente a Israel. Claro, casualmente él es ciudadano de ese país. Pero, si no tiene miedo, ¿no era mejor hacer una denuncia formal y con el mensaje que le enviaron mas las fuentes de inteligencia que tiene meter presos a quienes lo intimidan? Este humilde redactor ofrece su apoyo y acompañamiento (al igual que seguramente toda la comunidad periodística) para que no se vaya del país, denuncie a los instigadores y vayan presos. Ya es tarde, Pachter ya está en vuelo a Tel Aviv.

El periodista dijo en la entrevista que sentía que “les cagué el tema con ese tuit, siento que les arruiné algo”, aunque no aclaró qué. Tal vez se refiera a la escena del crimen, la que según él hubiera cambiado si no publicaba el tuit.

Pero no es lo más grave que cuenta. “Desde que empezó todo esto, una fuente cercana, confiable desde hace años y que sabe moverse en el mundo de la inteligencia, me venía tirando indirecta. No sé desde cuándo es que me empezaron a seguir. No voy a contar nada todavía, pero sí puedo decir que recibí un mensaje del Estado que yo lo entendí como un mensaje hacia mi, luego lo chequeé y efectivamente fue así", dijo Pachter y ayuda a entender un poco más sus acciones, porque no fue el vil gobierno kirchnerista el que lo amenazó, sino el mismísimo Estado argentino.

Sería interesante abstraerse un segundo y pensar qué pasaría si cualquier ciudadano israelí en el país, fuera siquiera lastimado en un operativo de tránsito de la policía bonaerense. Mucho más si ese ciudadano es periodista, y más aún si es el periodista que informó la muerte de Nisman. ¿Cuáles serían las repercusiones internacionales? ¿Existe un Estado capaz de llevar adelante tan burda maniobra por alguien que escribió un tuit, acción que ya no tiene vuelta atrás?

"Ni siquiera tuve tiempo de ir a mi casa. Me dijeron que no lo hiciera, así que sólo viajo con esto", dice. Pero ¿Quién le dijo que no fuera a su casa? ¿Esa persona que se lo dijo, no podría haberlo acompañado a la fiscalía y con toda esa información hacer una denuncia?

A Pachter le pasó lo mismo que describen muchos exiliados políticos de los 70’ cuando se enteraban que los militares estaban allanando sus casas. Debían irse sin mas. Justo lo mismo que les pasaba a otros en dictadura. ¿Eso querrá decir que hoy estamos en dictadura?

"Mi vieja se la banca. Soy hijo único. Pero bueno, es el laburo que hacemos y estamos pagando ese precio. Generar estas cosas trae sus consecuencias. Nunca me imaginé que después de ese tuit, en cinco días me tendría que ir del país y con evidencias reales", comenta el periodista a su colega de Infobae, aduciendo que es normal pagar “ese precio” por ser periodista.

¿Cuál es el precio? Ya no por una nota de investigación donde se revelan los secretos mas oscuros de la corrupción política, como le pasó a Hernán López Echague con Eduardo Duhalde tras publicar el libro El Otro, sino por un tuit. Tal vez esto lo aclara el párrafo siguiente.

"Si me hubiera quedado acá el kirchnerismo me hubiera destruido a través de los medios. Estoy muy marcado. La sensación que viví hoy, y tengo ahora, es que me iban a liquidar".

¿El Estado argentino en su conjunto iba a liquidar a un ciudadano israelí que además es un destacado periodista? Para eso, el Estado tendría que haber decidido romper relaciones con Israel y Estados Unidos, cuanto menos. Prepararse para la condena internacional entre otras posibles y graves consecuencias. Pero nada lo descarta, claro.

¿Porqué está "muy marcado"? ¿Cómo lo marcaron? ¿Como un periodista que escribió un tuit de hondo contenido informativo? ¿o como otra cosa? ¿Que cosa?

Por lo demás, ya pasaron seis días desde que Pachter envió su tuit y poco se ocuparon de él los medios. Mucho menos los medios kirchneristas. Se preocuparon más los medios opositores, al decir que él era un exiliado político con miedo que recibía intimidaciones del gobierno.

¿Cuál sería el argumento para avanzar con la deplorable acción de desprestigiarlo en los medios? ¿Tener información? ¿Qué podrían achacarle si Pachter dice no tener relaciones con Nisman, ni con la causa, ni con nada que no sea el tuit que envió? ¿Por dónde lo atacarían?

Si los ataque a los que alude Pachter se refieren a este tipo de notas, vale la aclaración de que este compendio de preguntas no tienen otro fin que el de llenar el vacío que deja el propio periodista exiliado en sus tremendas denuncias. En la intención de salir de la ficción y hacerse de las únicas herramientas posibles para la verdad y la vida democrática: cortar las especulaciones, mostrar pruebas, sostener las denuncias con hechos. ¿Si los ciudadanos se mueven igual que los espías de las películas (o las realidades) cómo podríamos ser distintos?

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