Era el año 1997 cuando el presidente estadounidense Bill Clinton vino a Argentina para reunirse con Carlos Menem. Fue la última visita de un presidente de Estados Unidos al país durante casi dos décadas, sin contar de la George Bush, que fue en el marco de un encuentro regional.

Por estos días, ese enfriamiento en las relaciones bilaterales va llegando a su fin. El miércoles 23 de marzo llegará al país el presidente estadounidense Barack Obama, que ya manifestó su entusiasmo con respecto al cambio de gobierno en Argentina. En declaraciones recientes a la cadena CNN, Obama dijo que la administración de Macri da paso a una “nueva era” y calificó a la expresidenta Cristina Kirchner de “antiestadounidense”.

Los pasos que el gobierno de Cambiemos pretende dar para adoptar este ¿nuevo? rol en el vínculo con Estados Unidos son firmes. Las felicitaciones del Tesoro norteamericano luego de la aprobación en Diputados, en el día de ayer, del acuerdo con los fondos buitres no se hicieron esperar: “El gobierno de los Estados Unidos apoya los esfuerzos en curso para asegurar una aprobación legislativa que permita concretar los acuerdos”, declararon.

La visita de Obama coincidirá con el aniversario número 40 del último golpe cívico-militar, el 24 de marzo. Los organismos de derechos humanos manifestaron su repudio a la visita, que es interpretada como una provocación, por el papel que jugó Estados Unidos en la implementación del Plan Cóndor. Rápidamente, Macri salió a defender a Obama diciendo que “la agenda de los líderes importantes del mundo es bastante acotada” y que “el presidente Obama es uno de los líderes que más ha trabajado y defendido los derechos humanos y el respeto por la democracia”, declaraciones que dejan muy en claro el papel condescendiente que quiere jugar el gobierno macrista frente a la potencia del Norte. Quizá para demostrar el compromiso de Obama con los derechos humanos (que sigue sin quedar claro en su país, cuyo presupuesto militar es de los más altos del mundo, en detrimento de la salud y la educación, los escándalos por torturas a prisioneros son permanentes y la violencia racial es preocupante), se anunció que el mandatario realizará un homenaje en el Parque de la Memoria a las víctimas de la “guerra sucia”.

Este retorno a las relaciones carnales (aunque ahora el gobierno quiera caracterizarlas como “maduras, inteligentes, y buenas para ambas partes”) es una decisión tomada: no estará sujeta a los cambios que pueda haber en el poder ejecutivo estadounidense en las elecciones de noviembre. Macri advirtió que su objetivo es “estrechar relaciones, gane quien gane”, sin establecer ningún tipo de diferencia entre Donald Trump, que se perfila como ganador de la interna republicana, y Hillary Clinton, que se consolida como la candidata demócrata.