El gobierno nacional, tras el escandaloso impacto del tarifazo, decidió que debía dar marcha atrás cuando las mediciones que Presidencia realiza mostraron un amplio enojo dela ciudadanía. La misma temperatura percibió Sergio Massa, que le envió una carta a Macri en el mismo sentido: "Hay que frenar el tarifazo".

Pero el gobierno se ató las manos: la baja de retenciones al campo y a la minería generaron un enorme hueco fiscal que Macri decidió compensar con suba de tarifas. La ecuación es sencilla, lo que antes ingresaba de retenciones debe dejar de ser una erogación en subsidios o, más cladro: lo que antes ponían los grandes productores agropecuarios ahora lo pagarán todos, incluso los pobres.

"Teníamos constumbres de país rico", lanzó Marcos Peña sin ponerse colorado mientras le pedía al pueblo argentino que se acostumbre a lo que vendrá: tendrán que vivir en la pobreza.

Como si fuera insuficiente, Peña volvió a agregar otra de las muletillas del gobierno: "Estamos aprendiendo". Un argumento que resultaría gracioso si de ellos no dependieran los destinos de 44 millones de habitantes en la Argentina. No se puede aprender con errores que le cuestan la comida a millones de argentinos.

Al mismo tiempo, el gobierno argumentó que un aumento del 400% es "gradualista", mientras tanto, sostiene que un aumento mayor al 30% en una paritaria es "desmedido".

El gas tendrá un tope de aumento en la factura del 400% y al lado del 3000% que llegó en algunos hogares parece un alivio, sin embargo el impacto será negativo en cada hogar y en la economía. Otro de los principales cambios es que no se penalizará un aumento en el consumo con respecto al año pasado: el tope será sí o si de 400%.

La transferencia de recursos se profundiza y el pueblo argentino deberá convivir con la decisión que la mayoría tomó en las urnas.