La inflación es un problema que no tiene un consenso generalizado sobre su origen. Desde la puja distributiva hasta la emisión, se puede observar un abanico de argumentos.

En el PRO, cercanos a la ortodoxia liberal (aunque lo nieguen) consideran que la emisión de billetes y el creciente binomio gasto/inversión del Estado ponen en circulación una cantidad de dinero sin respaldo que genera un aumento de los precios por una suerte de exceso de demanda.

El kirchnerismo consideró que las inversiones productivas sólo vendrían a la Argentina si encontraban en ella un mercado con capacidad de consumo. Con las inversiones llegaría un aumento de la oferta y los precios dejarían de subir.

Ahora, para frenar los precios, el PRO tiene otra receta: destrozar el consumo, sacar dinero del bolsillo de la gente para que la caída de la demanda obligue a los formadores de precios a ceder. En caso de no hacerlo, como sucede con la carne, el Gobierno amenazó con abrir importaciones.

"Muy probablemente en la segunda mitad del año vamos a estar en niveles de inflación del 1 % mensual, que ya es más compatible con la meta del año siguiente del 12 %", lanzó Alfonso Prat-Gay.

El pronóstico es muy optimista si se considera que el Gobierno aún no ha anunciado los tarifazos de gas y transporte, entre otros que se trasladan a la mayoría de los precios. Además febrero terminó cerca del 5% para las consultoras privadas.

El ministro de Hacienda de la Provincia de Buenos Aires tuvo un pronóstico mas conservador y calculó que el segundo semestre la inflación será del 2% mensual y se ubicará en un 25% anual.

Para acompañar el ataque al poder adquisitivo de los trabajadores, qué serán quienes pagarán el ajuste, el Estado frena la emisión pero la teoría monetarista parece fallar: desde diciembre la emisión se contrajo y la inflación no paró de subir.

Prat-Gay también descartó que se produzca una "inercia inflacionaria" pero si tomamos los últimos pronósticos el ministro, la confianza en sus predicciones tiende a ser baja o nula.