Pablo Moyano, líder de Camioneros y co-secretario general de la CGT, se posiciona como el principal opositor a las políticas de ajuste de Javier Milei. Mientras el gobierno avanza con despidos y privatizaciones, Moyano no descarta romper con la central obrera y pide un paro general. El anuncio del paro nacional de transporte del 30 de octubre marca un antes y un después en la lucha sindical contra el ajuste.
Nicolás Valdez // Martes 08 de octubre de 2024 | 15:31
(Por Nicolás Valdés) La situación en el país es insostenible. Con hospitales cerrados, jubilados golpeados por la inflación y un gobierno que no hace más que profundizar el ajuste, las tensiones en el seno de la Confederación General del Trabajo (CGT) son cada vez más evidentes. Pablo Moyano, uno de los líderes más combativos de la central obrera, se ha erigido como la figura que no solo desafía abiertamente las políticas neoliberales de Javier Milei, sino que también confronta a sus propios compañeros de la cúpula sindical, a quienes acusa de "dialoguistas" y de ser cómplices de un gobierno que está destruyendo el tejido social.
En una conferencia de prensa junto a los gremios que integran la Mesa Nacional del Transporte, Moyano fue tajante: “Dialogar con el gobierno no sirve para nada”. Sus palabras resonaron con fuerza, reflejando el hartazgo que siente no solo él, sino también una gran parte de la sociedad que ve cómo el país se desmorona día a día bajo el peso de una economía asfixiada por el endeudamiento y la inflación descontrolada.
El líder camionero fue claro en su mensaje: el paro nacional de transporte del 30 de octubre será un punto de inflexión. La medida, que afecta trenes, aviones, camiones y barcos, es la respuesta a los intentos de Milei de privatizar Aerolíneas Argentinas y avanzar con una reforma laboral que busca precarizar aún más a los trabajadores. Sin embargo, lo que está en juego no es solo una empresa estatal o un conflicto gremial, sino el futuro de un país que, bajo las órdenes del Fondo Monetario Internacional (FMI), está viendo cómo se desmantelan sus derechos laborales, su sistema educativo y su salud pública.
Moyano no estuvo presente en la cumbre que mantuvieron algunos dirigentes sindicales con los ministros del Interior y Trabajo, Guillermo Francos y Julio Cordero, respectivamente. Esa reunión, lejos de calmar las aguas, profundizó la división interna en la CGT. Mientras un sector de la dirigencia sindical opta por negociar con el gobierno para “distender” la situación, Moyano deja en claro que no hay margen para el diálogo: “No entiendo a los que van a hablar con funcionarios que les cagaron 10 mil pesos a los jubilados, que los cagaron a palos, les quieren sacar el presupuesto a las universidades”.
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La tensión crece no solo entre Moyano y el gobierno, sino también dentro de la propia CGT. La posibilidad de una ruptura en la central obrera ya no parece descabellada. “Después veremos qué medidas tomamos, si la continuidad en la CGT o no”, anticipó Moyano, dejando entrever que, si la situación no cambia, él y su sector podrían abandonar la conducción. “Es momento de un paro general. Están cerrando hospitales, desfinancian el Garrahan, el presupuesto universitario. ¿Cuándo va a ser el momento de ir a un paro?”.
El paro de transporte del 30 de octubre, que en un principio había sido anunciado para el 17 de octubre —fecha emblemática del peronismo—, fue postergado ante la posibilidad de que ese día se realice un acto del movimiento. Pero la decisión de posponerlo no apaciguó las tensiones. La ausencia de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), liderada por Roberto Fernández, en las reuniones de la Mesa Nacional del Transporte marcó otra grieta en la resistencia sindical. La UTA, que está en medio de una negociación salarial con el gobierno, optó por no sumarse a la medida de fuerza, lo que dejó en evidencia las diferencias entre los sectores “dialoguistas” y aquellos que, como Moyano, prefieren la confrontación directa.
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A pesar de estas divisiones, Moyano fue claro: “Lo importante es los que vamos a parar, los que se quieran sumar, que se sumen”. El líder camionero entiende que la pelea no es solo contra el gobierno de Milei, sino también contra un modelo de ajuste que ya está golpeando duramente a los sectores más vulnerables del país. Y en este contexto, la fragmentación de la CGT no es una opción. “Quedan 20 días, seguramente vamos a hablar con los compañeros colectiveros”, afirmó, mostrando su intención de ampliar el frente de lucha para que el paro de transporte sea contundente.
La Mesa Nacional del Transporte, que agrupa a dirigentes de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) y la Unión General de Asociaciones de Trabajadores del Transporte (UGATT), fue creada a fines de septiembre para coordinar la resistencia contra las políticas del gobierno. Su objetivo es claro: defender los derechos laborales y rechazar cualquier intento de precarización. En este sentido, el paro del 30 de octubre será una prueba de fuego no solo para la resistencia sindical, sino también para un gobierno que ha demostrado ser incapaz de resolver los problemas estructurales del país.
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En medio de este escenario, la CGT se encuentra en una encrucijada. La decisión de romper con el gobierno, de convocar a un paro general, es una cuestión que ya no puede postergarse. La lucha está en las calles, como bien lo ha señalado Moyano, y el paro del transporte es solo el primer paso de una resistencia que, si no se logra frenar el ajuste, promete intensificarse en los próximos meses. La pregunta que queda en el aire es si el resto de la CGT estará a la altura de las circunstancias o si, por el contrario, continuará su deriva hacia el diálogo inútil con un gobierno que ha demostrado estar al servicio de los intereses del capital financiero internacional.
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