VIOLENCIA SOCIAL

Golfista golpea brutalmente con su palo de golf a una mujer en el Links Pinamar

Una mujer fue golpeada y humillada en un campo de golf por otra que la atacó con insultos clasistas. "Esto no es Ostende, vayan al conurbano a tomar mate, negras ratas", vociferó la agresora antes de golpear a la víctima, quien sufrió heridas y presentó una denuncia en Pinamar. El episodio reaviva el debate sobre el clasismo y la violencia social en Argentina.

 Golfista golpea brutalmente con su palo de golf a una mujer en el Links Pinamar

Redacción EnOrsai // Viernes 22 de noviembre de 2024 | 21:59

Clasismo y violencia en Pinamar

La postal idílica de un campo de golf en Pinamar se tiñó de violencia el pasado martes cuando una mujer de 61 años, oriunda de La Plata, sufrió un brutal ataque físico y verbal a manos de otra mujer y su pareja. El hecho, cargado de insultos clasistas y desprecio hacia sectores populares, se produjo en el predio deportivo situado sobre la Avenida Enrique Shaw al norte de la ciudad balnearia, un espacio reservado para la práctica de un deporte que suele asociarse a las élites económicas.

Según el testimonio de la víctima, identificado con las iniciales S.L., ella y una amiga se encontraban tomando mate en el lugar cuando fueron sorprendidas por una mujer que, sin mediar palabra, la golpeó en la cabeza con un palo de golf. El ataque no terminó ahí: la agresora, acompañada de un hombre, arremetió con insultos clasistas que retratan un preocupante nivel de violencia simbólica y física en contextos de desigualdad social. "Esto no es Ostende, vayan al conurbano a tomar mate, negras ratas. Pagamos 50 mil dólares por estar acá", habría dicho la atacante, según testimonios recogidos en el lugar.

La escena fue registrada por un testigo que filmó los momentos posteriores al ataque. En el video se observa a la víctima tendida en el suelo, mientras intentaba reponerse del impacto. Entre lágrimas, repetía: "Me partió el palo en la cabeza, loca de mierda". En tanto, su amiga pedía auxilio a los gritos, mientras la pareja señalada como agresora se alejaba del lugar con indiferencia.

La violencia física dejó marcas en el cuerpo de la víctima, quien presentó múltiples contusiones y tuvo que ser trasladada al hospital local. Allí, fue atendida y luego presentó la denuncia correspondiente en la Comisaría Primera de Pinamar. La Unidad Funcional de Instrucción N°4, a cargo del fiscal Juan Pablo Calderón, investiga el caso, caratulado como lesiones.

 

El clasismo en la escena del crimen

Más allá del impacto del ataque, lo que más resuena es el tenor de las palabras proferidas por la agresora, que evidencian un desprecio hacia quienes no forman parte de los sectores económicamente privilegiados. "Esto no es Ostende", una referencia clara al segmento más popular de Pinamar, muestra cómo se establecen jerarquías simbólicas entre quienes habitan y quienes visitan los espacios públicos. El clasismo explícito detrás de estas palabras pone de manifiesto el arraigo de prejuicios sociales que, en este caso, desembocaron en un acto de violencia extrema.

El hecho no es aislado, sino que forma parte de una problemática más amplia: el uso de la violencia simbólica y física como forma de exclusión en espacios que deberían ser de acceso público o al menos compartido.

 

 

Impunidad en una burbuja de privilegios

Un dato llamativo es que, pese a la gravedad del hecho y la presencia de testigos, la agresora no ha sido identificada. Esto resulta difícil de creer en un lugar como Pinamar, donde la exclusividad de los espacios deportivos suele implicar un registro estricto de sus visitantes. La falta de identificación plantea interrogantes sobre posibles encubrimientos o complicidades que podrían perpetuar la sensación de impunidad en este tipo de casos.

Además, este episodio refuerza la percepción de que ciertos sectores económicos creen estar por encima de la ley, actuando con total desprecio hacia los derechos de los demás. El "pagamos 50 mil dólares por estar acá" no es solo una frase arrogante, sino una declaración de poder que pretende justificar un acto de barbarie.

 

 

El ataque a S.L. no es solo una cuestión individual; es el reflejo de una fractura social que se agrava con las políticas que consolidan las desigualdades. En este contexto, medidas como las promovidas por el gobierno de Javier Milei, que profundizan las brechas económicas y sociales, funcionan como caldo de cultivo para episodios de violencia clasista como el ocurrido en Pinamar.

Si bien se trata de un acto aislado, su trasfondo nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de combatir el clasismo y promover una sociedad más igualitaria. La agresión con un palo de golf no solo deja marcas en el cuerpo de la víctima, sino que también golpea la conciencia de una sociedad que necesita superar las divisiones para avanzar hacia una convivencia respetuosa.

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