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PROSUR: Sudamérica por los intereses yanquis

El viernes, en Santiago de Chile, se juntaron los presidentes de algunos de los países que conforman Sudamérica para dar a impulso a un foro “para el progreso y desarrollo de América Latina”, el PROSUR. Pero basta con analizar quiénes son los mandatarios de cada uno de los países firmantes para entender que el foro que se propone en pos de fortalecer la integración de las naciones sudamericanas no es otra cosa que un instrumento de Estados Unidos para promover el golpe de Estado que tanto desea Trump en Venezuela.

PROSUR: Sudamérica por los intereses yanquis

agenciatimon.com // Jueves 28 de marzo de 2019 | 17:42

A la reunión celebrada en Chile con Sebastián Piñera como anfitrión, se sumaron Iván Duque, primer propulsor de la entidad y, casualmente, el único que apoyó la propuesta de intervención militar yanqui en Venezuela en la última cumbre del Cartel de Lima; Jair Bolsonaro que en su visita a Washington la semana pasada se proclamó oficial de las órdenes de Trump; Mauricio Macri, presionado por la protesta social y la deuda que él mismo contrajo con el Fondo Monetario Internacional; Martín Vizcarra que sufre el declive del apoyo a su gobierno; Mario Abdo que intenta asomar la cabeza en cada cita anti Venezuela; y la más reciente de las incorporaciones al club de “Sudamérica por los intereses de Yanquilandia”, Lenín Moreno, cuya versátil trayectoria lo ubica a la par de Luis Almagro encabezando la lista de los mayores traidores de la historia de Nuestra América.

Son casi los mismos gobiernos que participan en el Grupo de Lima, aquel que no descansa en sus esfuerzos por estrangular la revolución bolivariana. Desde este punto de vista, y teniendo en cuenta los objetivos ocultos del foro, el PROSUR resulta una instancia inútil porque para sofocar al gobierno de Nicolás Maduro, ya existe el Cartel de Lima, y para servir los designios de Trump, la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos hacen un excelente trabajo.

Los miembros del PROSUR prometieron fortalecer la integración de América del Sur, respetando siempre la soberanía de las naciones. Sin embargo, alguien con un poco de conocimiento del curso de los hechos entendería que el organismo es más proclive a obedecer los intereses de Estados Unidos que los de las naciones sudamericanas, un foro destinado a seguir fortaleciendo las posturas antibolivarianas y las posturas más pro-Trump que aquellas soberanas de nuestros pueblos.

Cuando Sebastián Piñera anunció en febrero que Chile sería el punto de encuentro para dar impulso al PROSUR dijo que iba a ser un organismo “sin ideologismos ni burocracia” que fortalecería la integración, la economía y el comercio en los países de la región. La pregunta entonces sería ¿por qué se deja afuera a Venezuela? ¿Les importa que la gente se esté muriendo de hambre o se están peleando por ver quién gana el premio a mejor aliado de Estados Unidos en nuestra región?

Además, según el mandatario chileno, se deja afuera a Venezuela en tanto “sólo podrán ingresar aquellas naciones que cumplan con requisitos como la vigencia plena de la democracia y del estado derecho y el respeto pleno a las libertades y derechos humanos”. Quizás el señor Piñera no está al tanto de la represión al pueblo mapuche en su país, de la amenaza policial a los adolescentes, de las políticas misóginas, la negación de los derechos de los migrantes, la discriminación en educación y salud. Y sin ir más lejos, en Argentina tenemos unos cuantos presos políticos. Me permito cuestionar si en los países firmantes hay plena vigencia del estado de derecho.

Los discursos sobre la transparencia ya son moneda corriente entre la derecha que hoy gobierna Nuestra América, y cuando Piñera dice que el PROSUR no tendrá ideologismos, se olvida que uno de los objetivos declarados del organismo es la destrucción de Unasur. Lo firman todos los países que abandonaron el Unasur en abril del año pasado, más Ecuador que anunció su salida hace poco más de una semana.

Por supuesto que hay ideologismos, ideologismos orientados a borrar años de sostenida construcción impulsada por la convergencia de gobiernos diversos pero con un fuerte signo de autodeterminación para retroceder a aquellas primeras cumbres de mayorías neoliberales como las de Brasilia (2000) y Guayaquil (2002) en las que primaba la idea de construcción de infraestructuras, la integración energética y la extensión del comercio al alero del libremercadismo. Para aquel entonces, sólo Hugo Chávez Frías representaba el arquetipo de una Sudamérica diferente.

Las nociones imperialistas no tardaron en derrumbarse y los pueblos decidieron un cambio de rumbo político. A decir verdad, desde nuestra consolidación como naciones, los debates sobre los vínculos entre nuestros territorios fueron tema central en las discusiones planteadas por muchos pensadores como Simón Bolívar y José Martí, que proyectaban una Patria Grande para pensarla en términos de Nuestra América. Y en las últimas décadas se desarrollaron en América Latina una serie de procesos políticos que avanzaron en la construcción de alternativas políticas y sociales antineoliberales, orientadas en un sentido emancipatorio. Y aquí la importancia del Unasur como organismo fruto de los esfuerzos por fomentar un proceso de integración latinoamericana que no obedeciera a las lógicas de las potencias del norte.

El rechazo a la propuesta de los Estados Unidos de implementar el ALCA, el famoso “ALCA al carajo” que enunció Chávez en aquella emblemática IV Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata en 2005 y la posterior fundación de Unasur en 2008 dejaron en claro el nivel de autonomía, autodeterminación y antiimperialismo con el cual se libra la batalla por una integración del espíritu nuestroamericano, aquel que sostenía Martí.

Por su esencia imperialista, estos procesos emancipatorios enfurecieron a Estados Unidos que redobló sus esfuerzos por recuperar el control de la región y sojuzgarla a sus intereses. A lo largo de la historia ha alternado la intervención directa, ha promovido y respaldado golpes militares y hoy vuelve a impulsar un modelo de integración americana según sus criterios políticos, económicos, sociales y culturales; una lucha frenética por recuperar el control de la región a la que considera su “patio trasero”.

No seamos ingenuos. De este plan forma parte le PROSUR como modelo de integración en términos de neocolonialismo. Es importante en este contexto entender a la integración como parte de un ideario liberador, teniendo en cuenta que no todo proyecto que se propone integracionista lo es. Este pretendido PROSUR definitivamente no lo es y el cumplimiento del sentido emancipatorio es lo que está en disputa en Nuestra América.

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