“No estoy rompiendo nada, no se preocupen”, dijo para prevenir a escasos oyentes que en Escobar acudieron a la presentación de su nuevo libro. Una expresión de deseo que ofreció ante el reducidísimo auditorio que no repetiría su autodestructiva trayectoria y experiencia política. Pero segundos después no pudo con su genio.

“No se preocupen, porque no estoy rompiendo nada, estoy sacando imbéciles del camino. Estoy sosteniendo el partido radical; le estoy diciendo a Pino (Solanas) ‘ya tenés 80 años y sos senador, ¿qué más querés?’; estoy tratando de hacerle entender al socialismo que es sólo una alianza, con sectores del PRO hacemos que el peronismo no gane”, remató ante un puñado de incrédulos pero convencida de que la presencia de la prensa local multiplicaría sus dichos.

“Estamos siendo tomados”, dijo Lilita y agregó: “Acá la penetración del narcotráfico se está metiendo para lavar dinero hasta en las iglesias e instituciones benéficas”. “Massa es narco”, sumó después. “Todos los carteles propagandísticos que se ven en la calle y autopistas, que yo no tengo ninguno, salen 100 mil, 200 mil pesos por mes y es dinero del narco. Eso es Massa. No sólo que es oficialista sino que también es narco”, sentenció Carrió.

“Yo me peleo con todos porque roban y traicionan. Me peleo con muchos porque dicen que son radicales y después le cobran a Scioli para aprobarle las leyes. Ahora estoy peleando por la unidad y sacándome imbéciles del camino porque sino el PJ se los lleva puesto”, sostuvo Carrió que arrancó aplausos de sus más incondicionales.

Luego desempolvó su anhelo de fiscal de la república para justificar su rumbo político: “Yo denuncio y no lo quiero a Macri, pero si no armamos una alianza, al menos no peronista, nos vamos a quedar recitando poesía el resto de nuestras vidas mientras los mafiosos nos roban y los políticos matan a nuestros hijos”, afirmó tomando distancia de una clase política de la que forma parte y de los fueros que dispone tras cinco períodos consecutivos (20 años) como diputada de la nación. Una forma de pertenecer, al menos en los beneficios económicos de los que no reniega.

Tampoco esquivó su comparación con las figuras bíblicas, como Abraham y su prueba de fé y el Rey Salomón, dirigidas a una “sociedad argentina mal apegada y obediente”, a la que ella interpela como una profeta. Una Lilita “dixit” que no duda en apelar a los miedos para justificar su postura política asociada al establihsment que no quiere modificar el status quo que los poderosos ostentan en la sociedad argentina.