La ley de medios fue un intento estúpido por controlar los medios de comunicación. Hay que modificar esa normativa e ir hacia un modelo de convergencia

El temido retorno a los noventa tiene rostros: Macri y Massa. Ambos candidatos tuvieron la oportunidad de hablarle a los empresarios en las jornadas de tv por cable en las que el Grupo Clarín es protagonista excluyente debido a la enorme porción de mercado que concentra a través de Cablevisión.

Tras la extensa lucha del Estado para ponerle fin a una situación monopólica en favor de un mapa de medios más plural, las elecciones 2015 pusieron en el tablero a dos jugadores que prometen desmontar la estructura democrática de la comunicación que empezó a diagramarse con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en 2009. La propuesta no es aislada ni tampoco ingenua: el primer experimento privatizador en los 90 fue realizado sobre los canales de televisión abierta, lo que anticipa una estrategia similar.

El ex intendente de Tigre se lanzó de lleno a la arena de las privatizaciones y propuso una gestión mixta de la estatal ArSat lo que implica una alfombra roja para los grandes conglomerados de medios en su ingreso a la Televisión Digital Terrestre, bautizada aquí como TDA (Televisión Digital Abierta) y que presta servicio gratuito en casi todo el territorio del país. Privatización sin vueltas fue lo que propuso Sergio Massa y se transformó en música para los oídos de los empresarios: "Hacer una integración del sector público y el sector privado, porque los esfuerzos que hicieron de manera independiente nos tienen que servir como plataforma para lograr la conectividad para todos los argentinos".

El modelo de privatización que propone Massa posee la misma trampa que la que ideó el menemismo en los nacientes años noventa: supone la participación de los pequeños y medianos cableoperadores. Así se planteó, en principio, la privatización de los canales de televisión e incluso se amagó con una participación de los trabajadores que no sólo no se concretó sino que fue erradicada con la siguiente consigna: “privatización o cierre”. Tentados con la participación, los pequeños y medianos luego fueron desaparecidos por las megaempresas que terminaron controlando el negocio; fue su sentencia de muerte.

Macrismo explícito

“La ley de medios fue un intento estúpido por controlar los medios de comunicación. Hay que modificar esa normativa e ir hacia un modelo de convergencia”, fue, en cambio, lo que planteó Mauricio Macri con un fuerte guiño a las telefónicas y también al Grupo Clarín a quien le podría habilitar la prestación de telefonía. La convergencia, también conocida como triple play, supone la prestación simultánea de telefonía, internet y televisión a través de la fibra óptica. Las telefónicas invirtieron a principios de los 90 en el cableado total de sus clientes siempre con este objetivo: la prestación de telecomunicaciones integrales.

La ventaja para estas megaempresas telefónicas es que casi todos los hogares poseen línea telefónica por la que también se pueden enviar televisión e internet y si bien el servicio de datos ya se brinda, la televisión aún no. La inversión ya está realizada, sólo resta la habilitación del Estado para que Telecom y Telefónica puedan tener sus propias empresas de televisión.

Sin embargo, la proliferación de servicios como Netflix de televisión “a la carta”, genera otra clase de problemas para la regulación: ¿Cómo deben ser tomados estos servicios? ¿Son datos o contenido audiovisual? Esta discusión será la que tiña los próximos debates pero todo indica que tanto para Massa como para Macri, primará la lógica de contemplar a estos servicios como datos de internet y así evitar una regulación de, por ejemplo, cuotas de pantalla para producciones nacionales.

La propuesta ya está lanzada y el modelo que ambos candidatos proponen es claro: privatizaciones, reducción del gasto social e incluso endeudamiento. La experimentación del proyecto neoliberal en Argentina se dio en los medios de comunicación en los 90 y Massa y Macri aprendieron bien la lección; hacia allí dirigen sus primeras confesiones de privatización y desregulación.