RETRO

La Nación insiste con que se deje de juzgar a genocidas

El diario de los Mitre Saguier publicó una editorial defendiendo la “concordia”, el nuevo eufemismo para hablar de detener juicios por delitos de lesa humanidad. El diario se apoyó en una charla impulsada por grupos de “la verdad completa”.

Sergio Villone // Sábado 06 de septiembre de 2014 | 11:15

Ya gastados y en desuso el "dar vuelta la página", "olvido y perdón", "reconciliación nacional" (que sólo De la Sota se anima a seguir usando), ahora el nuevo término de los defensores de los represores y del proceso de "reorganización nacional" es el de "concordia".

 

Si la definimos como ajuste o convenio entre personas que contienden o litigan, ¿es acaso una bandera blanca antes de que casos como el de Ignacio Hurban siga destapando las complicidades civiles con los militares durante el último Proceso y varios para atrás?

 

Los Mitre y Saguier están en campaña desde agosto, por lo menos, en presentar que personas de "ambos bandos" (como les gusta dibujar) están predispuestas a una nueva armonía que incluya olvidar los delitos imprescriptibles cometidos por el Terrorismo de Estado para prometernos una mejor Argentina, sin grietas.

 

La Nación, el 22 de agosto, se alegra de un encuentro entre "ambos bandos": "Un teniente coronel retirado, un ex soldado conscripto, un ex montonero, un familiar de desaparecidos y otro de una víctima del ERP. Cinco personas que vivieron desde distintas perspectivas la violencia de la década del 70 compartieron ayer el panel "Dar la cara", ante un auditorio de más de cien personas, en el Colegio Marín, de Béccar.

 

Con el lema "Testimonios sobre heridas que necesitan sanar", los oradores transmitieron un mismo mensaje: la necesidad de buscar el perdón y la reconciliación entre los argentinos.

 

José D'Angelo (militar retirado) presentó el encuentro como una "propuesta para que los más jóvenes escuchen la verdad completa de lo que pasó, de la boca de los actores que vivieron en carne propia esa época".

 

Luis Labraña, ex integrante de Montoneros, reflexionó: "Nosotros actuamos con valores por la patria, de un lado y del otro. Todos los que han venido después no hicieron nada realmente por la patria. Hoy tenemos la obligación de construir una nueva Argentina, unidos en la concordia".

 

El jurista Julio Ojea Quintana, en tanto, narró que tres de sus hermanos se incorporaron a Montoneros, uno fue detenido y los otros dos desaparecidos. "Yo no militaba en nada. Experimenté el horror de la desaparición de mis hermanos. Me vi envuelto en una espiral de violencia sin pertenecer a ninguno de los dos bandos, una violencia alimentada por ambos bandos".

 

Ojea Quintana consideró que "la memoria es imprescindible, pero una memoria veraz, no sesgada, como la que hubo en la época militar y la que hay en el relato kirchnerista".

 

Agregó que "las leyes no van a generar el perdón, pero pueden favorecerlo o perjudicarlo. La justicia es muy unilateral, con mucha venganza. Un paso sería poner fin a los enjuiciamientos militares para acabar de una vez con esta historia. Y concluyó con una cita de Juan Pablo II: "Un mundo del que se elimina el perdón sería sólo un mundo de justicia fría e irrespetuosa".

 

La editorial del diario retoma esta charla ante alumnos (que para nada puede ser interpretado como un intento de adoctrinamiento y menos que menos de cooptación, ¿no?) esta semana, el 2 de septiembre: "El enfoque de los hechos reflejó sinceridad, palabras justas y la ausencia de los falaces merodeos distorsivos a los que nos ha acostumbrado el relato oficial para crear una visión parcial y asimétrica.

 

La justificación de la violencia hasta límites aberrantes, y por encima de las instituciones de la república, llevaron y caracterizaron los procedimientos extremos que primeramente de un bando y luego como respuesta del otro signaron el enfrentamiento.

 

Se escuchó a jóvenes del público preguntar con avidez para conocer mejor la historia y las razones de situaciones que un relato incompleto impide siquiera comprender cómo se llegó a aquellas situaciones. El rico intercambio de ideas y opiniones permitió analizar aquel conflicto en el que los procedimientos adoptados por ambos bandos se confundieron, aun cuando la función de unos fuera, precisamente, controlar y evitar la expansión de la violencia.

 

Mirar hacia el pasado exclusivamente desde la óptica oportunista de un relato distorsionado, como el que hoy impera, sólo conduce a nuevos desencuentros y al aumento de los odios, rencores y divisiones que debiéramos aprender a superar. El reconocimiento de toda la verdad es condición para el perdón y la reconciliación. Hoy, en el marco de los procesos judiciales, sólo una de las partes puede contar con sinceridad lo vivido sin que ello le depare graves consecuencias legales. Para la otra parte, nada ha prescripto y los procesos continúan iniciándose, en muchos casos, sobre falaces argumentos y con pruebas armadas. Si aplicar una ley penal de manera retroactiva viola un principio esencial de la justicia, como valientemente lo sostuvo la fallecida integrante de la Corte Suprema Carmen Argibay, mucho más lo es que se la aplique arbitraria y discrecionalmente, basándose en conveniencias e ideología sectarias y recurriendo a una doctrina de imprescriptibilidad para un solo bando.

 

La violación de los derechos humanos en la lucha antisubversiva debe ser analizada en el marco de un enfrentamiento militar llevado a su extremo por prácticas terroristas y fuerzas irregulares. Un profundo análisis histórico resulta esencial. Por eso la iniciativa que comentamos merece aplaudirse. Debería extenderse a ámbitos diversos como parroquias, clubes y entidades educativas, entre otras.

 

En nombre de una política de derechos humanos no se puede alentar el odio o la venganza con visiones parcializadas. La memoria, como registro de un doloroso pasado de enfrentamientos, debe cultivarse de forma integral y veraz, y la ecuanimidad, condición sine qua non de la verdadera justicia, debe estar al servicio de la unión nacional y la reconciliación, lejos de mezquinos intereses facciosos que sólo nos dividen como nación".

Shockeante, ¿no?

 

Ayer viernes, La Nación continúa con este intento de abortar los procesos de Verdad, Memoria y Justicia consolidados en los últimos años. Ni un premio en lo de Bunge y Born se salva de la embestida pro-olvido. "La ceremonia de entrega de los Premios Bunge y Born ofreció esta vez un gesto emotivo y esperanzador frente a las heridas por la violencia de la década del 70", festeja la bajada de la editorial, que explica: "El momento más emotivo llegó, sin embargo, cuando Jorge Born, hijo de un empresario secuestrado por Montoneros, y Juliana Cassataro, hija de miembros de esa organización, se unieron en un abrazo. Ese instante constituyó todo un símbolo de la esperanza de concordia y reconciliación ante las profundas heridas que dejaron los trágicos años 70".

 

Estas dos editoriales de esta semana se completan con una columna de opinión del historiador antiperonista Luis Romero (comparando al kirchnerismo con el nazismo por enésima vez), otra columna del inefable Mariano Grondona llamando a volver al "acuerdo universal" del pacto de San Nicolás (por enésima vez) y otra editorial empresarial (el jueves) donde se confiesa que se prefiere a todos los gobierno anteriores antes que a éste, que es el de los peores ("kakistocracia", juegan cacofónicamente).

 

Sin olvidarnos de cómo La Nación cerró agosto, ¿no?

 

Ah, cierto, la Pando. Qué insignificante ante el intimidante e insaciado despliegue retórico de los Mitre y Saguier ¿no? Pero, bueno... Ahí está el video de la Chechu también pidiendo con-cor-dia.

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